el teniente sacudio la cabeza en un gesto de negativa.
– ?No te parece que eso es lo peor que puede pasar? ?Que grupo sanguineo tienes, muchacho?
– 0 negativo -respondi.
– Eso esta muy bien. Ahora voy a decirte lo que haremos. En primer lugar, siempre que no estes en busca y captura, llevaras esa furgoneta al pueblo mas cercano, Huyserville, y te quedaras en una de las bonitas y limpias celdas de los calabozos mientras te hacen un analisis de sangre. Y si resulta que eres 0 negativo, quedas libre, porque hemos encontrado semen del violador hijo de puta que andamos buscando y es 0 positivo. Agradece tus genes a papa y mama, chico, porque pienso interrogar a cualquier desconocido con el grupo sanguineo 0 positivo que encuentre en mi jurisdiccion del sur de Wisconsin.
Un agente saco la cabeza por la ventanilla del conductor de la furgoneta.
– El vehiculo es legal y el amigo no tiene cargos pendientes ni esta en busca y captura. Solo una condena por robo en el 69, eso es todo.
El teniente me quito las esposas.
– Greer -dijo a continuacion-, acompana en su furgoneta al senor Plunkett; llevalo a Huyserville, buscale una celda en condiciones y llama al doctor Hirsh para que le haga un analisis de sangre. Martin, conduce con cuidado y resignate a pasar una noche en el pueblo, porque las carreteras no estan transitables para hombres ni bestias. Ahora, en marcha.
Subi a la furgoneta y asenti a mi custodio, que tenia el arma reglamentaria en el regazo, con el dedo por dentro del guardamonte. Las vallas del control fueron retiradas y acelere entre el cegador muro de nieve. Concentrarme en la conduccion me mantuvo razonablemente calmado, pero me sentia dividido: una mitad de mi estaba orgullosa de mi actuacion; la otra mitad temia que se descubriera el Cadillac del muerto mientras estaba inmovilizado en Huyserville… o que aun despues de que me marchara, cuando se descubriera el cadaver, la pasma recordase mi presencia y me considerara sospechoso de asesinato. Los temores parecian insolubles, como si fuese inutil especular con ellos. Carraspee y pregunte al agente si habia hotel en el pueblo.
– El palacio de las cucarachas -respondio, mofandose-. Si has de quedarte esta noche, estaras mejor en el calabozo. No tienes domicilio fijo, ?verdad? A los tipos como tu solo os interesa tener tres comidas al dia y un techo, y eso te lo dan en el calabozo… Eso si es que eres inocente y al final te soltamos.
Asenti. El poli tenia un estilo de conversacion desagradable, por lo que calle y deje que acariciara su arma. La tormenta arreciaba y me llevo una hora al volante recorrer los quince kilometros que faltaban para Huyserville, una poblacion que constaba de una manzana comercial y la subcomisaria de la policia estatal de Wisconsin, donde me iban a retener. Cuando detuve la furgoneta en el aparcamiento, el poli dijo:
– Espero que no seas culpable, colega. Lo digo en serio. Dos de las chicas muertas eran de aqui.
El interior de la comisaria estaba impecable y resultaba sorprendentemente moderno. Me dieron una celda para mi solo. Apenas segundos despues, se presento un hombre mayor con el arquetipico maletin negro y la puerta de la celda se abrio por control remoto. Me levante la manga automaticamente y el doctor saco del maletin unas torundas y una jeringa con un capuchon de plastico.
– Cierre el puno -dijo y, cuando lo hice, me sujeto el brazo derecho y me clavo la aguja. Cuando la sangre lleno la jeringa, anuncio-: Tendre los resultados dentro de una hora.
Tras esto, se marcho. Cuando la puerta volvio a cerrarse con un chirrido, tuve mucho miedo.
La hora del doctor se prolongo interminablemente, como mi miedo, que no lo era a ser descubierto como inveterado asesino en serie, sino a ser contenido; no a que me tuvieran en custodia, sino en cautividad de todos aquellos pequenos momentos de los ultimos cuatro anos; no los largos pequenos momentos dedicados a acechar, robar, matar y pensar, sino el tiempo dedicado a trabajar en empleos tediosos, cultivando la invisibilidad, siendo cauteloso cuando en realidad ardia en deseos de actuar mas osadamente. Mi miedo era a que, inexplicablemente, aquellos policias de pueblo supieran quien era y supieran tambien -inexplicable y sobrenaturalmente- que la manera mas perversa de castigarme seria que me dejaran suelto pero que no pudiera volver a tramar/acechar/robar/matar nunca mas, condenado a una vida compuesta de todos los largos, pequenos momentos intercalados que mi libertad me permitia.
La hora se alargo y supe que los sesenta minutos se habian doblado y triplicado, y que si buscaba corroboracion consultando el reloj, perderia hasta el ultimo rastro del autocontrol que habia acumulado en treinta anos. Pense en recurrir a la Sombra Sigilosa como entidad separada y rechace la idea, considerandola una rotunda regresion; empece a temer que el hecho de matar y refrenarme en el sexo hasta el punto de la explosion hubiera cambiado de algun modo mi grupo sanguineo y que ahora fuesen a castrarme por los crimenes de otro. La idea de tener sangre ajena en mi cuerpo casi me hizo gritar y empece a catalogar largos, pequenos momentos de interludio, que me demostraran que no estaba volviendome loco. Pense en todos los apartamentos de mala muerte en los que habia vivido desde que habia dejado San Francisco, en todos los tramos de carretera solitaria en los que no habia encontrado a nadie, en todas las personas que habia conocido y que eran demasiado feas, demasiado pobres, demasiado carentes de interes o que estaban demasiado bien relacionadas como para matarlas. La letania tuvo un efecto saludable y consulte el reloj. Vi que eran las 6.14. Mi viaje mental habia consumido mas de cuatro horas. Entonces, una voz resono suavemente fuera de la celda:
– Senor Plunkett, soy el sargento Anderson.
Sin pensarlo siquiera, solte bruscamente:
– ?Mi sangre estaba bien?
– Roja y sana -respondio la voz, y el hombre que la emitia aparecio al otro lado de los barrotes.
Mi primera impresion fue la de tener delante el anuncio mas inmaculado de la autoridad que habia visto nunca. El hombre, ataviado con el uniforme de la policia estatal de Wisconsin (pantalones de sarga color caqui, camisa de gabardina parda y cinturon ancho con correa cruzada al hombro), era un compendio de elasticidad muscular, atractivo insipido y algo mas que no conseguia identificar. Cuando me puse en pie, vi que media un poco mas de un metro ochenta y que su cabello lacio, de un castano rojizo, y su bigote de cepillo le proporcionaban un halo juvenil no del todo desmentido por la frialdad de sus ojos azules. El uniforme, de corte perfecto, transformaba su atractivo en otra cosa que no conseguia descifrar y solo cuando estuvimos cara a cara, separados apenas por los barrotes, cai en la cuenta de que se trataba. Era la presencia de una voluntad excepcionalmente poderosa. Recobre el aplomo y comente:
– Roja, sana y 0 negativo, ?verdad, sargento?
El hombre sonrio y senalo una bolsa de papel que llevaba en la mano.
– 0 negativo, si. Yo, en cambio, soy 0 positivo; nunca me dieron mas de cinco pavos por ella cuando estaba arruinado en la facultad. -Tomo una llave del cinturon, abrio la celda y, cuando me disponia a dar un paso adelante, me bloqueo la salida. Los frios ojos azules se encendieron durante un segundo; despues, una sonrisa torcida contrarresto su efecto y el sargento pregunto-: ?Te has fijado alguna vez en que, cuando dos personas acaban de conocerse, hablan del tiempo, Martin?
Mi propio nombre, pronunciado con suavidad, me aterrorizo. Retrocedi un paso y respondi:
– Si.
Anderson acaricio la bolsa de papel.
– Bueno, pues esta vez hay motivo para hablar del tiempo: esta manana se preven setenta centimetros de nieve, se ha declarado la alerta por tormentas en tres estados y hay carreteras cerradas en un radio de setecientos kilometros. Mira, no quiero parecer presuntuoso, pero el teniente Havermeyer ha tenido que ir a Eau Clare, lo cual me convierte en comandante accidental, y me he tomado la libertad de reservarte la ultima habitacion libre de Huyserville.
Saco una llave del bolsillo trasero y me la entrego. Y cuando nuestros dedos se tocaron, comprendi que el lo sabia.
– Pareces un poco nervioso, ?no, Martin?
Las palabras, suaves y solicitas, me atravesaron como un cuchillo y empece a tambalearme. El propio Anderson se hizo borroso, pero su mano en mi hombro fue como una raiz de arbol que me sostenia y su voz sono perfectamente clara.
– El tiempo esta fataaal. Esta manana, andaba patrullando al sur de aqui cuando vi un Cadillac Eldorado del 79 aparcado en la autovia. Tal como estaba, era un peligro para el trafico, asi que lo empuje hasta apartarlo del arcen; probablemente, a estas horas la nieve ya debe de cubrirlo. Me pregunto que habra sido del conductor. Probablemente terminara en la fiambrera de algun lobo gris, como una apetitosa hamburguesa humana. ?No quieres saber que tengo en esta bolsa?