Aflojo el abrazo y me dejo volverme hasta que estuvimos frente a frente. La ausencia de presion me produjo una sensacion de vacio y, para atenuarla, me concentre en los movimientos del hombre. Se llevo las manos a los bolsillos delanteros y traseros y las saco con fajos de billetes.
– ?Ves esto? Es tu dinero. Al registrar tu furgoneta, vi que la guantera estaba forzada. En los escondites del vehiculo no encontre dinero y sabia que un chico listo como tu no viajaria sin un buen fajo, por lo que supuse que algun abnegado agente de la policia de Wisconsin te habia desplumado. Como conozco a mis colegas, he sabido enseguida quien. Lo he dejado en paz con una reprimenda. Mas de lo que te llevas tu… y por mucho menos.
Tome el dinero y me lo guarde en los pantalones.
– ?Por que?-pregunte.
– Porque me gusta tu estilo. -Anderson sonrio.
– Entonces, ?que quiere?
– El Python y el silenciador; ya sabes, recuerdos. Y un poco de conversacion, respuestas a unas cuantas preguntas.
– ?Por ejemplo…?
– Por ejemplo, a cuanta gente has matado…
Mire a mi alrededor, convencido de que habia de ser una trampa, que el florero agrietado de la comoda esconderia un aparato de escucha, o que la ventana con las cortinas echadas serviria de punto de mira para francotiradores con visores de rayos X en los fusiles: verdugos de pueblo de mala muerte que dispararian en cuanto yo declarara que era un asesino. Al cabo de un momento, supe que estaba pensando en la Sombra Sigilosa de una forma infantil y volvi a mirar a Anderson, repasando los cenidos contornos del uniforme en busca de grabadoras ocultas. El policia se rio al verme.
– Tengo la nitida impresion de que te estas fijando en algo mas que en si llevo encima un transmisor pero, en cualquier caso, deja que calme tu paranoia, ?de acuerdo? Para empezar, declaro que soy el sargento Ross Anderson, de la policia estatal de Wisconsin, y tambien el asesino al que los periodicos llaman el Matarife de Madison. Ya esta. ?Te sientes mejor ahora?
Asi era, pues a pesar de aquella pose suya y de su halo de peligro, sabia que aquel hombre y yo no competiamos en lo que mas nos importaba a ambos. Dejandome llevar por la atrevida sensacion de haber alcanzado la paridad con la perfeccion, respondi:
– Unos cuarenta. ?Y tu?
Lo deje boquiabierto. Acababa de eclipsar su perfeccion.
– ?Dios santo! Yo, cinco. ?Quieres hablarme de los tuyos?
Recorde sus palabras cuando le habia pedido que me devolviera el Magnum.
– No. No vuelvas a pedirmelo.
–
– Porque son mios.
Ross Anderson se desperezo y murmuro:
– Entonces, creo que hemos llegado a un punto muerto.
Se acerco a la cama y empezo a recoger sus fotos de muerte y, cuando se dirigio a la puerta del bano, le corte el paso:
– Hablame tu de los tuyos.
Con una sonrisa, Anderson guardo las imagenes en los bolsillos de la camisa y se los abrocho. Enarco las cejas en un remedo de mirada seductora, volvio a la cama y se sento en el borde. Eche otro vistazo a la habitacion y comprobe que no habia ninguna silla. Consciente de que Ross lo habia preparado de aquella manera, le segui la corriente y tome asiento a su lado. Evite su mirada, pero nuestras rodillas se tocaban.
– No pretendo hacer juegos de palabras, pero he estado agonizando por contarselo a alguien, alguien especial y que no fuese peligroso, asi que mejor un monologo que nada, supongo.
»Cuando aun no habia cumplido los veinte, tenia un colega con el que salia a cazar faisanes cerca de Prairie Du Chien. El le daba a las drogas y era un tio cutre, pero me dejaba mandar y siempre estaba dispuesto a lo que fuese. Pasabamos mucho tiempo hablando de los nazis y de los campos de concentracion, y el tenia una coleccion de dagas y brazaletes. Realmente, se tomaba muy en serio lo de la raza superior, los judios y los comunistas. A mi todo aquello me fascinaba, pero el… el se lo creia de verdad.
»Un dia de 1970, justo despues de Accion de Gracias, estabamos cazando faisanes con armas del calibre doce y perdigones doble cero, que, si sabes algo de caza de volatiles, son una municion demasiado grande para esas aves. En fin, que no eramos deportistas ni amantes de los platos de caza; sencillamente, nos gustaba disparar a lo que fuese.
»Estabamos a cero grados y no habia mas cazadores por las inmediaciones. No llevabamos perro para levantar las presas y, en resumidas cuentas, solo buscabamos algo en que entretenernos. Utilizabamos carabinas de carga manual, en lugar de escopetas de dos canones, asi que nos alegraba que no hubiera nadie por alli; eramos dos crios y cualquier cazador deportivo habria deducido enseguida, por nuestro armamento, que no perteneciamos al gremio.
»Al atardecer, apenas habiamos iniciado el regreso al coche cuando se materializo de la nada un tipo, un vejestorio grande, de rostro encendido, con una escopeta Browning de canones montados de mil dolares al hombro y otros mil en ropa de caceria de L. L. Bean. Empezo a recriminarnos que llevaramos aquellas armas, que no respetasemos las tradiciones de la caza, y nos pregunto donde estaban nuestras licencias de caza… y justo en ese momento, ?zas!, miro a mi colega, tenemos un momento de telepatia y mandamos volando al viejo al otro mundo: pam, pam, pam, pam, pam, cinco balas cada uno y liquidamos al mamon.
Mire fijamente la pared y me agarre al colchon con las dos manos; capte la respiracion entrecortada de Ross, a mi lado. Por ultimo inspiro profundamente y continuo:
– No es preciso que te diga que no nos pillaron por esa muerte, aunque los dos anduvimos cagados de miedo hasta que les colgaron el muerto a dos negros que habian asaltado una armeria en Milwaukee y que se habian llevado media docena de carabinas Mossberg del mismo modelo que las nuestras. Los negros fueron condenados con pruebas circunstanciales y mi colega y yo tomamos diferentes caminos porque teniamos miedo de lo que significaba que siguieramos juntos.
»Asi pasan cinco anos, dejo de pensar en el asunto y entro en la policia de Wisconsin. Me encanta ser patrullero: ahora formo parte de la policia, estoy por encima de toda sospecha. Para acabar de mejorar las cosas, mi colega se traslada a Chicago y se casa. Alejados y sin pensar el uno en el otro, no nos hemos vuelto a ver desde el dia que los acusados fueron condenados a cadena perpetua y lo celebramos con dos cajas de cerveza y nos dijimos
»Resulta que el colega habia vuelto a Wisconsin. Cultivaba hierba en las afueras de Belait y vivia en una habitacion amueblada barata de Janesville. Me lo contaron los amigos de unos amigos y fui a buscarlo. Inspeccione su cubil: fotos de Hitler en las paredes, bolsas de hierba ya empaquetada y preparada para el transporte, literatura racista sobre la comoda. Totalmente inaceptable. Me entere de que cada tres dias, mas o menos, viajaba por la Interestatal 5 a Lake Geneva para vender maria a los turistas y consegui los datos del vehiculo en el Departamento de Vehiculos a Motor de Illinois. Aquel tramo de carretera estaba en mi jurisdiccion; sabia que me lo encontraria tarde o temprano y te aseguro, amigo, que estaba preparado.
»Al dia siguiente, estoy aparcado haciendo controles por radar y hete aqui que pasa el colega con su viejo cacharro. Enciendo las luces y la sirena y le ordeno parar, y el tio empieza: '?Eh, Ross!', y yo sigo: '?Eh, Billy!', me apeo, nos pasamos unos minutos pegando la hebra por la ventanilla, y entonces le digo que tengo que volver al coche patrulla para hablar por la radio.
»Ya en el coche, respiro aceleradamente para dar la impresion de que estoy alarmado y envio un 415: Sospechoso Armado, Agente Necesita Ayuda, I-5 al norte de la salida dieciseis. Vuelvo al coche del colega y le disparo dos veces en la cara; despues, saco un revolver del bolsillo, lo limpio de huellas y se lo pongo en la mano derecha; le saco el brazo por la ventanilla y, con su dedo indice en el gatillo, hago un disparo, ?pam!, contra un campo de coles. Cuando llegan las otras unidades, me encuentran llorando porque he tenido que matar a mi viejo amigo de juventud, Billy Gretzler, con el que habia ido tantas veces a cazar faisanes. Naturalmente, todas las pruebas me respaldan y los agentes de paisano que investigan todos los tiroteos en que participan policias registran la habitacion de Billy y encuentran a Der Fuhrer y la hierba y llegan a la conclusion de que, visto lo visto, mi control de natalidad retroactivo esta justificado. Antes del incidente tenia fama de frio, pero despues de lo
