sino formas especulares de amor por mi mismo: si estaba colgado de ese hombre era porque los dos destacabamos en nuestro quehacer y eramos espartanos en otros aspectos de la vida. Yo siempre cambiaba de escenario; el ejercia una profesion que, obviamente, conllevaba muchas horas de aburrimiento. Cuando mi reserva de amor por mi mismo se agotaba por las exigencias de vivir en la carretera, Ross acudia en mi ayuda como antano hacia la Sombra Sigilosa en momentos de panico. Simbioticamente, si yo le era igualmente util, pues bien, pero si no, me daba igual. Ademas, habia otras caras que mirar. Los campus de Evanston estaban colmados de ellas. Una vez determinado el simbolismo de la cara/voz de Ross, poco a poco me fui convenciendo de que se hacia imperioso abandonar a Martin Plunkett, que habia estado en la carcel por ladron y que siempre estaba de paso, por otra identidad, y empece a buscar un hermano gemelo al que matar.

La tranquila lucidez de la idea, concebida desde el terror pero corroborada por el tiempo a traves de distintos estados emocionales, me permitio avanzar metodicamente hacia mi primer fratricidio. Construi un silenciador con un trozo de tubo de metal y alambre y lo probe en el 38 disparando contra boyas en el lago Michigan. Con el revolver en el bolsillo, recorria los campus a primera hora de la noche con la idea de disparar a mi presa en un rincon tranquilo, robarle la cartera y marcharme en silencio. Tenia localizadas a cuatro posibles victimas y me hallaba en pleno proceso de seleccion cuando me fije por primera vez en el idiota.

Enseguida supe dos cosas de el: que era deficiente mental y que su parecido fisico conmigo, aunque destacable, iba mas alla. Supe que estabamos vinculados hipoteticamente y que de haber crecido inocente, en vez de irremediablemente hastiado, yo habria sido como el.

Sin intencion de hacerle dano, durante una semana seguida lo observe mientras jugaba en el vertedero. La casa de huespedes en la que vivia estaba a tres manzanas del lugar, colina arriba, y con unos prismaticos veia a mi hermano hibrido lanzar piedras a los coches abandonados y buscar piezas oxidadas de automovil para utilizarlas como juguete. Hacia el atardecer, una trabajadora del «Hogar» se lo llevaba y fue a ella a quien quise hacer dano.

Habia reducido mi lista de objetivos a dos; me dirigia al campus de la Evanston Junior College para tomar la decision final cuando de pronto me encontre cara a cara con el podia-haber-sido-Martin. Acababa de ponerse el sol y solo una hora antes me habia divertido viendo al tipo esconderse entre los arbustos, escapando de la desagradable mujer con pinta de solterona que acudia a privarlo de su diversion. Esta vez, cuando pase despacio junto al vertedero, salio de entre las sombras y me hizo una senal para que me detuviera.

Lo hice y encendi la luz interior de la furgoneta. El hombre se acerco y asomo la cabeza por la ventanilla del pasajero. Al tenerlo tan cerca vi que sus rasgos eran una version flacida y repugnante de los mios.

– Soy Bobby -se presento con una voz chillona de tenor-. ?Quieres ver mi casa de jugar?

No podia rechazar la oferta, habria sido como negar mi infancia. Asenti, me apee de mi furgoneta y segui a Bobby por el vertedero. Nuestros hombros se rozaron y lo note blando y debil. Me descubri deseando que alguien le ensenara a cultivar el cuerpo; de hecho estaba a punto de ofrecerle unos fraternales consejos al respecto cuando el senalo una luz que centelleaba mas adelante.

– ?Ves?-dijo-. Es mi casa.

La «casa» en cuestion consistia en dos coches podridos dispuestos uno frente al otro, con un quinque en el medio. La luz iluminaba directamente hacia arriba y formaba un tunel que banaba la cara de Bobby, cuya flacidez y defectuosa postura sugeria que no podia mantenerse erguido sin ayuda.

Le apoye las manos en los hombros; el se cuadro a lo militar y dijo:

– ?Senor?

La cabeza parecia colgarle de lado. Baje la vista al suelo y volvi a alzarla para observar la cabeza torcida del idiota, que le conferia un aspecto como de animal de juguete en la luna trasera de un coche.

– No tienes que llamarme asi -dije, agarrandolo mas fuerte-. Ni a mi ni a nadie.

Bobby sonrio y note que su cuerpo de esponja temblaba entre mis manos. Su sonrisa, mas amplia y torcida, expresaba una suerte de extasis de idiotez. Finalmente, consiguio coordinar los movimientos de lengua, paladar y labios, y dijo:

– ?Quieres ser mi amigo?

Empece a temblar; las manos con que agarraba a Bobby temblaban y el brillo del quinque quemo las lagrimas que me corrian por las mejillas. Volvi la cabeza para que mi hermano idiota no me creyera debil y le oi emitir unos sonidos humedos, como si tambien llorase. Lo mire y vi que los sonidos procedian de la obscenidad de la gran O redonda que formaba con la boca; tambien vi que ondeaba un billete de dolar, como si fuera una bandera, delante de mi.

Aparte las manos de sus hombros y empece a alejarme, pero oi sollozos entrecortados y un «por favor». Me volvi y vi que seguia moviendo el dolar, suplicando amistad al tiempo que insistia en su espantosa insinuacion. Saque el 38 del bolsillo y Bobby intento sonreir al tiempo que cerraba los labios alrededor del silenciador. Aprete el gatillo y mi hermano hibrido aterrizo en el suelo. Le robe la cartera solo para guardarla como recuerdo de mi primer asesinato por compasion.

Robert Willard Borgie me fastidio mis planes en Evanston, de donde me marche despues de un unico interrogatorio rutinario por parte de la policia. De alli me dirigi hacia el oeste con matriculas de Illinois en el Muertemovil azul, sin Ross ni la Sombra Sigilosa que me aconsejaran, solo con un olor nauseabundamente dulzon, asqueroso, pegado a mi persona. Me sentia demasiado cerca de visiones de autoaniquilacion y, mientras circulaba a toda velocidad por unos tramos brutalmente largos y llanos y calurosos de terrenos de cultivo, urdi planes, tuve ensonaciones y hasta pase viejas peliculas mentales para conservar el control.

«Borgie tenia una inteligencia subhumana y te queria de ese modo…»

«Lo elegiste como hermano y no tenias planeado matarlo, aunque se pareciera a ti…»

«Te hizo llorar…»

«Si te hizo llorar por empatia, eso significa que tu voluntad se desmorona…»

«Si te hizo llorar por ti, entonces estas acabado.»

Termine aquel tramo largo, llano y caluroso de mi viaje en Lincoln, Nebraska, donde alquile un diminuto apartamento de soltero lleno de trastos y caluroso, en la parte norte de la ciudad. Encontre empleo como vigilante nocturno y mi trabajo consistia en sentarme en el vestibulo de un edificio de oficinas del centro de la ciudad desde medianoche a las ocho de la manana, con un uniforme de galones dorados, una porra y unas esposas en una funda de plastico. Aparte de las rondas por los pasillos cada hora, podia disponer del resto del tiempo. La noche anterior, un hombre habia dejado una decena de cajas llenas de revistas y, en vez de volverme loco pensando en retrasados mentales muertos y en lo que presagiaban, devore ejemplares de Times, People y Us.

Fue una educacion completamente nueva a la edad de treinta y un anos. Habia transcurrido mucho tiempo desde que explorase por ultima vez la palabra escrita, y la cultura entre la que me movia habia sufrido unos cambios tremendos, unos cambios que me habian pasado totalmente inadvertidos porque mi vision era muy limitada. Entre junio y finales de noviembre de 1979, lei de cabo a rabo cientos de revistas. Aunque los fragmentos de informacion que absorbia abordaban temas muy amplios, habia uno que dominaba: la familia.

La familia habia vuelto con fuerza, estaba de moda, de hecho nunca habia dejado de estarlo. Era el antidoto contra las nuevas cepas de enfermedades de transmision sexual, contra el comunismo, el alcoholismo y la drogadiccion, contra el aburrimiento, la desazon y la soledad. Musicos androginos y predicadores fascistas y payasos negros musculosos con la cabeza medio afeitada al estilo de los indios mohawk y cadenas doradas proclamaban que, sin familia, estabas jodido. Los filosofos mediaticos decian que, en Estados Unidos, los anos de desarraigo habian terminado y que la familia nuclear era el viejo-nuevo electorado, y punto. Todos anhelaban una familia, trabajaban, se esforzaban y se sacrificaban por ella. Todos volvian a casa para estar con la familia. La familia era lo que todos tenian, excepto la escoria que vagaba por el pais sufriendo pesadillas y matando y llorando cuando algun idiota de imagen especular le ofrecia mamadas por un dolar. La falta de familia era la raiz de todos los males y de todas las muertes.

La ira hirvio en mi a fuego lento, chisporroteo, burbujeo y se cocio durante todos esos meses de lectura, y Ross aparecia de vez en cuando para ofrecer comentarios como un coro de tragedia griega.

«Martin, si creyera que eso iba a ayudarte, seria tu familia… Pero ya sabes… la sangre es mas espesa que el agua.»

«Lo que ocurre con la familia es que no podemos escogerla.»

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