«Lo que ocurre con una soledad como la tuya es que puedes tomar lo que quieras de cualquiera.»
«Ohhh, pobre Martin, su mama tomaba pastillas y su papa se largo, y ese deficiente asqueroso lo ha hecho llorar. Ohhh.»
«?No te dije en enero que te procurases otra identidad?»
Empece a buscar una genealogia que usurpar. La revista
Me impuse un plan estricto: solo cuatro noches de busqueda, salir de los bares a las 23.30 y estar en mi trabajo a medianoche las tres primeras noches. Los paseos fuera de ese horario solo estarian permitidos la cuarta noche, la del viernes, que era cuando libraba. Si durante las cuatro noches no daba con nadie adecuado, abandonaria el plan. Un articulo de prensa que habia leido mencionaba que, con frecuencia, los universitarios recorrian la «calle de los maricas» para hacer pintadas en los coches de los clientes de los bares, por lo que aparque el
Acudia bien organizado en cuanto a la precaucion y al control, pero me faltaba preparacion para las distracciones que encontraria, las variaciones sobre Ross y la gente de pelo rubio. Tommy's y The Place eran salas cochambrosas con largas barras de roble, diminutas mesas de hierro forjado y gramolas, tugurios con una musica disco tan fuerte que era practicamente imposible entablar una conversacion. Sin embargo, estaban llenos de rubios clones de Ross Anderson: musculos compactos que solo se desarrollaban con el trabajo fisico, pelo corto, bigote de cepillo y ajustada ropa masculina: camisas Pendleton, Levi's gastados y botas de trabajo. Tarde dos noches, en las que me dedique a beber soda en la barra mientras buscaba a un tipo alto y moreno como yo, en darme cuenta de que en ese antro de homosexuales de clase obrera -camioneros, albaniles y estibadores-los rubios eran tipos del este de Europa, con los pomulos prominentes y gelidos ojos azules. Constituian una subcultura para la que ni mis viajes ni mi reciente fiebre lectora me habian preparado y, como blanco anglosajon protestante de cabello moreno, vestido con polo y jersey de cuello redondo, me senti totalmente desplazado. Habia esperado encontrar tipos afeminados que se sentirian atraidos hacia mi como mariposas nocturnas a la llama y que serian eliminados con la misma facilidad. En cambio, me encontre con palurdos fornidos que no me pondrian facil un mano a mano.
Asi pues, me dedique a beber soda durante dos noches, como un florero asexual en una fiesta de gays. Los hombres altos y morenos a los que localice eran demasiado delgados o demasiado jovenes para mi: mis ojos, que patrullaban constantemente, eran rechazados en cuanto contactaban con otros; los Ross y los clones rubios me ponian nervioso y me descubria toqueteando el vaso para tener algo que hacer con las manos. Me habia concienciado de que podria asustarme y enfadarme y, probablemente, sentir tentaciones, pero ahora algo mas se asentaba en mi interior, una suerte de corriente subterranea en la musica que vibraba constantemente. Era como un peso que se parecia al dolor. Los hombres que me rodeaban, frivolos pero masculinos, me hacian sentir viejo y aturdido por mi historial de experiencias brutales.
Al principio de mi tercera noche de mision, descubri por que me evitaban. Me estaba lavando las manos en el bano cuando oi voces al otro lado de la puerta.
– Es un poli, te lo aseguro. Ha estado aqui y en el bar de al lado estas ultimas noches, haciendose el simpatico… Pero se le nota.
– Lo que te pasa es que te ha entrado la paranoia porque estas en libertad condicional.
– ?No, no me ha entrado nada! Pantalones de algodon y un sueter. ?Que pasado de moda! Es de Antivicio, seguro. Tu mismo, ya sabes a que te arriesgas.
– ?Y crees que lleva esposas y buen pistolon? -Se oyo una risita.
– Si, guapo, eso seguro. Y tambien tendra mujer y tres hijos, aparte de dedicarse a incitar delitos.
Las dos voces se rieron y luego guardaron silencio. Pensando en Ross y en como habria reaccionado a la conversacion, volvi a mi taburete en la barra. Me preguntaba si mi mision seguiria siendo factible cuando note que alguien me tocaba el codo. Me volvi y alli estaba yo.
– Hola.
Era la voz de mi admirador. Baje del taburete, vi que media practicamente lo mismo que yo, pesaba lo mismo, cinco kilos mas o menos, y nuestra edad coincidia, dos anos arriba o abajo. Entorne los parpados y adverti que tenia los ojos castanos. Le di la espalda, limpie la barra del bar y el vaso con la manga y me volvi de nuevo con la gracia de un modelo masculino.
– Hola -dije.
– Me gusta como te mueves -grito el tipo para hacerse oir por encima de la musica. Ross se movio por mi mente y dijo «matalo por mi». Me lleve la mano a la oreja y senale la puerta. El hombre capto la insinuacion y salio, precediendome. Cuando llegamos a la acera, eche un rapido vistazo alrededor por si habia testigos. Como no vi nada salvo una calle fria y vacia, me converti mentalmente en el sargento Anderson y dije:
– Soy agente de policia. Puedes venir conmigo a dar una vuelta por los trigales o a la comisaria. Tu decides.
– ?Es una incitacion a cometer un delito o una proposicion?-pregunto casi-Martin, riendose.
– Las dos cosas, encanto -respondi, riendome como lo habria hecho Ross.
El hombre me pellizco el brazo.
– Que fuerte. Soy Russ.
– Yo, Ross.
– Russ y Ross, que gracioso. ?En tu coche o en el mio?
– En el mio -respondi, senalando calle abajo, donde esperaba el
Russ se inclino hacia mi con afectacion, luego se aparto y comenzo a caminar. Yo me mantuve a su lado, pensando en entierros a medianoche y en si mi vieja pala seria capaz de hundirse en la tierra helada plantada de trigo. Russ permanecio en silencio y supuse que me estaba imaginando desnudo. Al llegar al
– Hablame de tu familia -le pedi.
– Muy romantico, agente gay. -En esta ocasion le salio una risa burda y su voz fue un rebuzno del Medio Oeste.
Me enojo que me llamara «gay». Puse en marcha el coche, pise el acelerador y dije:
– Soy sargento.
– ?Forma parte de tus jueguecitos eroticos de policia gay? El segundo «gay» acentuo el tacto del 38 que llevaba en el cinturon y me contuvo de atacarlo.
– Exacto, encanto.
– Un hombre que me llama «encanto» puede oir mi relato de infortunio. -Russ toco unas notas en una trompeta imaginaria, luego se rio y proclamo-: ?Esta es su vida, Russell Maddox Luxxlor!
El nombre completo me sento como una declaracion de libertad. El barrio industrial quedaba atras, y en su lugar se abrian unas llanas praderas y un inmenso cielo estrellado.
– Cuentamelo, encanto -cuchichee, excitado.
– Bien, soy de Cheyenne, Wyoming. -El gangueo del Medio Oeste le salio teatral y socarron-. Se que soy gay desde siempre, y tengo tres hermanas encantadoras que me arroparon en los momentos mas duros. Ya sabes, cuando la gente me criticaba y esas cosas. Mi padre es ministro de la Iglesia congregacionalista; es muy estricto, pero no tan fanatico como los cristianos renacidos. Mi madre es como una hermana mayor y siempre me ha aceptado…
Debido a los tintes sexuales del monologo, mi excitacion se hizo desagradable y me produjo picor.