habitaciones llenas de mobiliario de precio medio con la tarjeta Visa de Rheinhardt Wildebrand y alquile un piso de tres habitaciones en el lado oeste de la ciudad, utilizando el nombre de William Rohrsfield. Los juegos malabares con las dos identidades falsas no me produjeron momentos de esquizofrenia ni de euforia perturbadora y, cuando estuve a solas en mi nueva casa, hice la declaracion:

«Desde Wisconsin, no has hecho mas que huir de tu singular vena de sexualidad, de naturaleza guerrera; has estado huyendo de antiguos miedos y de viejas indignidades, con lo cual has experimentado alucinaciones casi psicoticas; has perdido la voluntad de matar friamente, brutalmente y con tus propias manos; matar simple y anonimamente te ha convertido en una no entidad, te ha privado de tu orgullo y ha relajado tus costumbres. Te has convertido en un ser acomodaticio de la ralea mas despreciable y el unico modo de invertir esta tendencia es planificar y llevar a cabo una serie perfecta, metodica y simbolicamente exacta de asesinatos sexuales.

»Puedes huir, pero no esconderte.»

Cuando termine la confrontacion conmigo mismo, me caian por las mejillas unas lagrimas de alegria y llore sobre el objeto que tenia mas a mano: una caja de carton llena de platos y utensilios de cocina.

Durante los cuatro meses siguientes, me hice con los elementos simbolicos que necesitaba: carteles de lineas aereas y anuncios de rock identicos a los que adornaban las paredes del picadero de Charles Manson en 1969, un juego de herramientas de ladron y un equipo de maquillaje de teatro. La tecnologia de las cerraduras habia mejorado desde mis tiempos de ratero, asi que compre e instale una serie de cerrojos que abarcaban el nuevo abanico tecnologico, y ensaye la forma de neutralizarlos. Horas de practica delante del espejo del bano me hicieron experto en maquillaje y en narices postizas, que me proporcionaban unos rasgos no-Martin Plunkett, y conforme avanzo el verano en mi ciudad de acero, lo unico que quedo por hacer fue encontrar a las victimas perfectas.

Fue mas facil decirlo que hacerlo.

Sharon era una poblacion industrial tosca, de composicion etnica basicamente rusa y polaca, y de estilo de vida tosco. Por la calle se veian muchos rubios que proyectaban auras de «matame», pero despues de andar todo un verano deambulando en busca de una pareja rubio-rubia, no consegui nada mas que dolor de ojos. Para combatir la frustracion y mantenerme en contacto con la realidad mientras me dedicaba a ello, di otro paseo por la cultura popular, por cortesia de People y Cosmopolitan.

La familia todavia constituia un gran tema, como la religion, las drogas o la politica de derechas, pero lo que parecia estar haciendo furor entre los norteamericanos era la forma fisica. Los gimnasios eran lo ultimo en «nuevos lugares de encuentro» para solteros; el cuidado del cuerpo habia generado el «nuevo narcisismo», y el equipo y las tecnicas de musculacion habian progresado hasta el punto de que un guru del «nuevo fitness» declaraba que las sesiones de levantamiento de pesas eran «el nuevo servicio religioso», mientras que las maquinas de tonificacion muscular se habian convertido en «los nuevos totem, objetos de culto, porque liberan en todos nosotros la perfeccion fisica divina». Toda aquella locura apestaba a la excusa de los que quieren resultar atractivos para follar con los de clase superior, pero si era alli donde se reunian los guapos…

En Sharon habia tres gimnasios: el Now & Wow Fitness, el Co-Ed Connection y el Jack La Lanne European Health Spa. Una serie de llamadas por telefono me puso al corriente de sus respectivas virtudes: el centro de Jack La Lanne era para levantadores de pesas que iban en serio; los otros dos eran tugurios de ligoteo donde hombres y mujeres hacian ejercicio con equipamiento Nautilus y tomaban saunas juntos. Mis tres interlocutores telefonicos me invitaron con voces estimulantes a acercarme por su local para una «sesion introductoria gratuita» y acepte la oferta de los dos ultimos.

Now & Wow Fitness, en palabras del aburrido hombre de color que me entrego una toalla y un «equipo cortesia del gimnasio» a la entrada, era «un eliminagrasas. Todas las chicas polacas quieren estar delgadas para deslumbrar a algun obrero de una fabrica de acero y, en cuanto se casan, vuelven a engordar a base de comer». Las dos salas llenas de mujeres rechonchas en mallas de colores pastel confirmaban la opinion del hombre y me largue de inmediato. «Ya se lo dije», comento cuando le devolvi la toalla y el equipo de gimnasio, sin estrenar.

El Co-Ed Connection, a una manzana del anterior, desde el primer instante me produjo la sensacion de ser un filon. Todos los coches del aparcamiento eran ultimos modelos ostentosos, a juego con los instructores de ambos sexos que esperaban en el vestibulo para recibir a los posibles futuros miembros. Armado de nuevo de toalla y el consabido «equipo de ejercicio», me condujeron a una sala del tamano de un campo de futbol llena de relucientes aparatos metalicos. Solo unos cuantos hombres y mujeres se esforzaban bajo poleas y barras, y la instructora, al reparar en mi mirada, comento: «La hora punta a la salida del trabajo empieza dentro de un rato. Es la locura.»

Asenti; la esbelta joven sonrio y me dejo a la entrada del vestuario de hombres. El esbelto joven asistente que encontre dentro me asigno una taquilla y me cambie de ropa. Me puse los pantalones cortos de gimnasia y una camiseta que llevaba grabado el logo del Co-Ed Connection: una esbelta silueta masculina y una esbelta silueta femenina asidas de las manos. Estudie mi aspecto en uno de los numerosos espejos de cuerpo entero del vestuario y vi que yo era mas robusto que esbelto, mas tosco que estilizado. Satisfecho, cruce la puerta y me puse a levantar pesas.

Me senti a gusto y me complacio comprobar que todavia era capaz de levantar ciento diez kilos veinte veces. Me movi de maquina en maquina experimentando agradables dolores, entrando en sincronia con el rechinar del metal, el siseo de las poleas y el olor de mi propio sudor. La sala empezaba a llenarse y pronto habria colas delante de los diversos aparatos. Machos de poderosa presencia daban estimulo a mujeres de similar poderio que levantaban pesas, hacian flexiones y trabajaban en las maquinas a mi alrededor, y me senti un visitante de otro planeta que asistia a los pintorescos rituales de apareamiento de los terricolas. Entonces los vi a ELLOS, deje de hacer cargas de hombros y me dije: «Muertos.»

Eran hermanos, no cabia duda. Los dos enfundados en uniformes purpura satinados de monitor, los dos rubios y con unas figuras soberbias que seguian los canones clasicos masculino/femenino, los dos algo mas que fatuamente guapos, transpiraban una larga historia de intimidad familiar. Viendoles instruir a un esmirriado adolescente acerca de una de las maquinas, observe que los gestos de uno se acomodaban a los del otro. Cuando el bajo una mano como si diera un tajo para subrayar lo que decia, ella repitio el movimiento, aunque con mas suavidad. Cuando el levanto las palmas rectas para mostrar como funcionaban las poleas, ella lo imito, un poco mas despacio. Estudiandolos, enseguida comprendi que mantenian relaciones incestuosas y que esto era lo unico de lo que nunca hablaban.

Desmonte de la maquina de cargas de hombro y me dirigi al vestuario. Sudando -en esta ocasion, de regocijo- me quite el atuendo de gimnasia y me vesti de calle; entonces, volvi a la zona de ejercicio. Los hermanos explicaban el desarrollo muscular a un grupo cerca de la cinta de andar, senalandose mutuamente laterales y pectorales, al tiempo que sus dedos tocaban los puntos que indicaban. Al tocar los mismos puntos de mi propio cuerpo, senti que mis musculos doloridos vibraban y que, luego, latian con la palabra «Muertos». A la entrada de la sala habia un tablon con las fotografias y nombres de los instructores del club. George Kurzinski y Paula Kurzinski sonreian, uno al lado del otro, desde la fila superior. Programe su muerte para nueve meses despues: el 5 de junio de 1982, fecha en que se cumplirian catorce anos del dia que vi a mi primera pareja haciendo el amor. Al salir del Co-Ed Connection, puse en marcha mi cronometro mental. Complacido con el sonido de sus resortes en movimiento, deje que corriese mientras activaba mi plan paso a paso.

Tic tic tic tic tic tic tic tic tic.

Septiembre de 1981:

Averiguo que los Kurzinski viven juntos, duermen en habitaciones separadas y visitan a su madre viuda en el sanatorio todos los domingos. Tic tic tic tic.

Noviembre de 1981:

La vigilancia desplegada revela que Paula Kurzinski duerme en casa de su amigo los miercoles y viernes; esas noches, la novia de George Kurzinski duerme con el en el piso de los hermanos. Tic tic tic tic tic.

Enero de 1982:

Consigo el plano del piso de los Kurzinski en la Oficina de Planificacion Urbanistica de Sharon. Tic tic tic tic tic tic. Febrero de 1982:

Me hago experto en abrir cerraduras identicas a la deslustrada Security King de la puerta del piso de los

Вы читаете El Asesino de la Carretera
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату