al margen de ella. Fawcett devoro los relatos de sus aventuras en las penny presses, unas publicaciones diarias que se vendian por un penique y que se producian en grandes cantidades en imprentas a vapor. En 1953, Burton, disfrazado de peregrino musulman, habia conseguido entrar en La Meca. Cuatro anos despues, en la frenetica carrera por encontrar las fuentes del Nilo, John Speke se habia quedado casi ciego a consecuencia de una infeccion y practicamente sordo al intentar extraerse con un punzon un escarabajo que le estaba perforando el oido interno. A finales de la decada de 1860, el misionero David Livingstone, tambien a la busqueda de las fuentes del Nilo, desaparecio en el corazon de Africa. En enero de 1871, Henry Morton Stanley partio en su busca, jurando: «Ningun hombre vivo […] me detendra. Solo la muerte me lo impedira». Sorprendentemente, diez meses despues Stanley culmino con exito su mision, y pronuncio su ya famoso saludo: «El doctor Livingstone, supongo». Livingstone, obcecado en proseguir con su exploracion, se nego a regresar con el. Aquejado de una embolia, desorientado, con hemorragias internas y hambriento, murio en el noreste de Zambia en 1873. En sus ultimos instantes de vida se postro para rezar. Su corazon, tal como el habia pedido, fue enterrado alli, mientras que el resto de su cuerpo fue transportado a traves del continente a hombros de sus seguidores, como si de un santo se tratara, y llevado de vuelta a Inglaterra, donde autenticas muchedumbres le rindieron homenaje en la abadia de Westminster.47

Tiempo despues, Fawcett trabo amistad con el novelista que retrato de forma mas vivida este mundo del aventurero-erudito Victoriano: sir Henry Rider Haggard. En 1885, Haggard publico Las minas del rey Salomon, que se promociono como «EL LIBRO MAS ASOMBROSO JAMAS ESCRITO». Al igual que muchas otras novelas epicas y de aventuras, se inspiro en cuentos populares y mitos, como el del Santo Grial. Su heroe es el paradigmatico Allan Quatermain, un sensato cazador de elefantes que busca un alijo de diamantes en Africa con la ayuda de un mapa trazado con sangre. V. S. Pritchett observo que «mientras que E. M. Forster hablo en una ocasion del novelista que lanzaba un cubo al fondo del subconsciente», Haggard «instalo una bomba de succion. Dreno todo el deposito de deseos secretos del publico».48

Fawcett no tuvo que hurgar tanto para ver sus deseos derramados sobre la hoja en blanco. Tras abandonar la teosofia, su hermano mayor, Edward, se reinvento como popular escritor de aventuras y durante un tiempo fue aclamado como el equivalente ingles de Julio Verne. En 1894 publico Swallowed by an Earthquake, que narra la historia de un grupo de amigos que son arrojados a un mundo subterraneo, donde hallan dinosaurios y una tribu de «hombres salvajes que comen hombres».49

Fue la siguiente novela de Edward, no obstante, la que reflejo con mayor exactitud las fantasias intimas de su hermano menor -y que, en muchos sentidos, predijo de forma escalofriante el futuro de Percy-. Titulada The Secret of the Desert y publicada en 1895, en su cubierta de color rojo sangre aparecia la ilustracion de un explorador ataviado con un salacot y colgado de una soga sobre el muro de un palacio. La trama se centra en un cartografo y arqueologo aficionado llamado Arthur Manners, quien personificaba la sensibilidad victoriana.

Financiado por un organismo cientifico, Manners, el «mas audaz de los viajeros»,50 abandona la pintoresca campina britanica para explorar la peligrosa region central de Arabia. Decidido a viajar solo («posiblemente creyendo que seria mucho mejor disfrutar tambien en solitario de la fama que pudiera aguardarle»),51 Manners se interna en las profundidades del Gran Desierto Rojo en busca de tribus y yacimientos arqueologicos desconocidos. Tras dos anos sin tener noticias de el, en Inglaterra muchos temen que haya muerto de hambre o que alguna tribu lo haya hecho prisionero. Tres colegas de Manners se lanzan en una mision de rescate a bordo de un vehiculo blindado que uno de ellos ha construido, un artilugio futurista que, como el submarino de Verne en Veinte mil leguas de viaje submarino, refleja tanto el progreso como las aterradoras capacidades de la civilizacion europea. La expedicion averigua que Manners se habia dirigido hacia el legendario Oasis de las Gacelas, del que se decia que albergaba «extranas ruinas, reliquias de alguna raza de, sin duda, gran renombre en el pasado, pero ahora completamente olvidada».52 Todo aquel que ha intentado llegar a el ha desaparecido o muerto asesinado. En su travesia hacia el oasis, los amigos de Manners se quedan sin viveres: «Nosotros, aspirantes a rescatadores, somos hombres extraviados».53 Pero entonces avistan una charca de aguas tremulas: el Oasis de las Gacelas. Y junto a el se hallan las ruinas de un templo repleto de tesoros. «Senti una inmensa admiracion por esa raza olvidada que habia erigido esta magnifica estructura»,54 afirma el narrador.

Los exploradores descubren que Manners esta preso dentro del templo y lo rescatan con el tanque de alta velocidad. Sin tiempo para llevarse consigo objetos que demostraran al mundo su hallazgo, confian en que Manners logre convencer a los «escepticos». Pero un miembro de la expedicion, que planea regresar y ser el primero en excavar las ruinas, dice de Manners: «Confio en que no revele demasiados detalles acerca de la latitud y la longitud exactas del lugar».'

Un dia, Fawcett salio de Fort Frederick y echo a andar tierra adentro por un laberinto de vinedos y zarzas. «Todo cuanto me rodeaba eran sonidos: los sonidos de la naturaleza»,56 escribio sobre la jungla de Ceilan. Horas despues llego al lugar que buscaba: un muro semienterrado y decorado con centenares de imagenes esculpidas de elefantes. Se trataba de los restos de un antiguo templo que estaba rodeado por un sinfin de ruinas: columnas de piedra, las arcadas del palacio y dagobas. Formaban parte de Anuradhapura, una ciudad que habia sido construida hacia mas de dos mil anos. En aquel entonces, segun la describio un contemporaneo de Fawcett, «la ciudad se ha desvanecido como un sueno […]. ?Donde estan las manos que la levantaron, los hombres que buscaron en ella refugio del calor abrasador del mediodia?».57 Mas tarde, Fawcett escribio a un amigo que «la vieja Ceilan esta enterrada bajo un manto de selva y moho […]. Hay ladrillos y dagobas en ruinas, y tumulos, fosas e inscripciones indescifrables».58

Fawcett ya no era un nino; rondaba la treintena y no soportaba la idea de pasar el resto de su vida secuestrado en un fuerte militar tras otro, sepultado bajo el peso de su imaginacion. Queria convertirse en lo que Joseph Conrad habia denominado un «geografo militante», alguien que, «albergando en el pecho una chispa del fuego sagrado»,59 descubriera junto con las latitudes y las longitudes secretas de la tierra los misterios de la humanidad. Y sabia que solo habia un lugar al que podia acudir: la Royal Geographical Society de Londres. Esta institucion habia organizado las exploraciones de Livingstone, Speke y Burton, y la que habia fomentado, durante la epoca victoriana, las investigaciones arqueologicas. Y Fawcett no albergaba la menor duda de que seria esa misma institucion la que le ayudaria a conocer y a comprender lo que el llamaba «mi Destino».

5. Donde no llegaban los mapas

– Aqui la tiene: la Royal Geographical Society -dijo el taxista al detener el vehiculo ante una entrada, frente a Hyde Park, una manana de febrero de 2005.

El edificio parecia una lujosa casa solariega, precisamente lo que habia sido antes de que la Royal Society, necesitada de mas espacio, la adquiriera en 1912. Tres plantas, paredes de ladrillo rojo, ventanas de guillotina, pilastras holandesas y un tejado saliente de cobre que convergia, junto con varias chimeneas, en varios puntos intrincados, como la vision que tendria un nino de un castillo. Junto a la fachada habia estatuas a tamano real de Livingstone, con sus caracteristicos sombrero y baston, y de Ernest Shackleton, el explorador de la Antartida, con botas y envuelto en bufandas. En la entrada pregunte al vigilante por la ubicacion de los archivos, donde confiaba encontrar informacion que arrojase mas luz sobre la trayectoria profesional de Fawcett y su ultimo viaje.

Cuando llame por primera vez a John Hemming, antiguo director de la Royal Geographical Society e historiador de los indigenas brasilenos, para consultarle acerca del explorador del Amazonas, me dijo:

– No sera usted uno de esos chiflados empenados en encontrar a Fawcett, ?verdad?

Al parecer, la Royal Society habia empezado a desconfiar de aquellas personas obsesionadas con el sino del explorador.

A pesar del tiempo que habia transcurrido desde su desaparicion y de las infimas probabilidades de encontrarle, habia quien parecia obcecarse cada vez mas en la idea de la busqueda. Durante decadas, infinidad de individuos habian acosado a la Royal Society en busca de informacion, tramando sus propias y extravagantes

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