teorias, antes de dirigirse a la selva en una mision que acabaria siendo un suicidio. A menudo se los llamaba «freaks de Fawcett». Una de las personas que partieron en su busca, en 1995,1 escribio en un articulo inedito que su fascinacion habia mutado en un «virus» y que, cuando llamo a la Royal Society pidiendo ayuda, un miembro «exasperado» del personal comento al respecto de los buscadores de Fawcett: «Creo que estan locos. Esta gente esta completamente obsesionada». Me senti algo tonto acudiendo a la Royal Society para solicitar toda la documentacion sobre Fawcett. Sus archivos, que contienen el sextante de Charles Darwin y los mapas originales de Livingstone, se habian abierto al publico hacia tan solo unos meses y podrian resultar de gran ayuda.

Un vigilante sentado a la mesa de entrada me entrego una tarjeta que me autorizaba a acceder al edificio. Recorri un tenebroso pasillo de marmol, deje atras la antigua sala de fumadores y un salon de mapas tapizado con paneles de madera de nogal en el que exploradores, como Fawcett, se habian reunido en el pasado. En anos mas recientes, la Royal Society habia anadido un moderno pabellon acristalado, pero esta renovacion no habia conseguido disipar esa atmosfera de tiempos pasados que aun impregnaba la institucion.

En los tiempos de Fawcett la Royal Society contribuyo a llevar a cabo una de las proezas mas increibles de la historia de la humanidad: la cartografia del mundo. Es probable que ninguna hazana, ni la construccion del puente de Brooklyn ni la del canal de Panama, rivalice con ella en envergadura ni en coste en vidas humanas. La gesta, desde los tiempos en que los griegos expusieron los principios basicos de la cartografia sofisticada, llevo centenares de anos, costo millones de dolares y arrebato miles de vidas y, cuando finalmente se concluyo, el logro fue tan abrumador que pocos recordaban que aspecto se creia antano que tenia el mundo, ni como la proeza se habia llevado a cabo.

En la pared de un pasillo del edificio de la Royal Geographical Society observe un mapa gigantesco del globo que databa del siglo xvii. A su alrededor figuraban monstruos marinos y dragones. Durante siglos, los cartografos carecieron de instrumentos que les permitiesen averiguar que habia en la mayor parte de la tierra.2 Y con mucha frecuencia esas lagunas se llenaban con reinos y bestias fantasticos, como si la fantasia, al margen de lo aterradora que resultase, asustara menos que lo que se desconocia.

Durante la Edad Media y el Renacimiento, los mapas ilustraban en Asia aves que despedazaban a las personas; en la actual Alemania, un pajaro que refulgia en la noche; en la India, gente con todo tipo de deformidades, desde dieciseis dedos hasta cabeza de perro, y en Africa, hienas cuyas sombras hacian enmudecer a los perros y una bestia llamada cockatrice que podia matar con una simple vaharada de su aliento. El lugar mas temido del mapa era el reino de Gog y Magog, cuyos ejercitos, segun advertia el libro de Ezekiel, descenderian un dia desde el norte y arrasarian el pueblo de Israel, «como una nube que cubre la tierra».

Al mismo tiempo, los mapas expresaban el eterno anhelo de algo mas atractivo: un paraiso terrenal. Los cartografos incorporaban, como hitos centrales, la Fuente de la Juventud, en pos de la cual Ponce de Leon recorrio Florida en el siglo xvi, y el Jardin del Eden, del que Isidoro de Sevilla, enciclopedista del siglo xviii, afirmo que estaba lleno «de toda clase de madera y arboles frutales, albergando asimismo el arbol de la vida».3

En el siglo xii, estas visiones febriles se exacerbaron aun mas tras la aparicion de una misiva en la corte del emperador de Bizancio, supuestamente escrita por un rey llamado Preste Juan. Decia: «Yo, Preste Juan, soy rey supremo, y en riqueza, virtud y poder supero a todas las criaturas que habitan bajo el cielo. Setenta y dos reyes me rinden tributo. -Y proseguia-: La miel fluye en nuestra tierra y la leche abunda en todas partes. En uno de nuestros territorios ningun veneno puede ocasionar mal y ninguna rana estridente croa, no hay escorpiones y ninguna serpiente repta por entre la hierba. Los reptiles venenosos no pueden existir ni hacer uso de su poder letal».4 Aunque es probable que la carta fuera escrita a modo de alegoria, se interpreto como una prueba de la existencia del paraiso en la tierra, que los cartografos ubicaron en los territorios sin explorar de Oriente. En 1177, el papa Alejandro III envio a su medico personal a transmitir «al hijo predilecto de Cristo, el famoso y excelso rey de los indios, el santo sacerdote, sus saludos y su bendicion apostolica».5 El medico nunca regreso. Con todo, la Iglesia y las cortes reales siguieron, durante siglos, enviando emisarios en busca de aquel fabuloso reino. En 1459, el docto cartografo veneciano fra Mauro elaboro uno de los mapas mas exhaustivos del mundo. Al fin, el mitico reino de Preste Juan fue borrado de Asia. A cambio, Mauro escribio en la region equivalente a Etiopia: «Qui il Presto Janni fa residential principal», «Aqui tiene Preste Juan su residencia principal».

En una fecha tan tardia como 1740, se estimaba que se habian cartografiado con precision tan solo ciento veinte lugares de la tierra. Dado que no existian relojes exactos, los navegantes no disponian de medios para determinar la longitud, que se calculaba mas facilmente como una funcion del tiempo. Los barcos se estrellaban contra las rocas y los bajios a pesar de que sus capitanes estaban convencidos de encontrarse a centenares de millas de la costa. Asi fallecieron miles de hombres y se perdieron cargamentos por valor de millones de dolares. En 1714, el Parlamento anuncio que «el descubrimiento de la longitud es de una enorme trascendencia para Gran Bretana con respecto a la seguridad de la Marina y de los buques mercantes, asi como para la mejora del comercio», por lo que se ofrecia una recompensa de veinte mil libras -el equivalente actual a doce millones de dolares- por una solucion «practica y util».6 Algunas de las mentes cientificas mas brillantes del momento intentaron resolver el problema. La mayoria confiaba en conseguir determinar la hora a partir de la posicion de la luna y de las estrellas, pero en 1773 John Harrison fue proclamado ganador con la solucion que aporto y que resultaba mas fidedigna: un cronometro de aproximadamente un kilo cuatrocientos gramos cargado de diamantes y rubies.

Pese a su exito, el reloj de Harrison no pudo superar el principal escollo con que habian topado los cartografos: la distancia. Los europeos aun no habian viajado hasta los confines mas distantes de la tierra: los polos Norte y Sur. Tampoco habian explorado gran parte del interior de Africa, Australia y Sudamerica. Los cartografos garabateaban sobre esas areas del mapa una sola pero evocadora palabra: «Inexplorado».

Finalmente, en el siglo xix, mientras el Imperio britanico seguia expandiendose, varios cientificos, almirantes y mercaderes ingleses consideraron que necesitaban una institucion que confeccionara un mapa del mundo basado en la observacion y no en la imaginacion, una organizacion que detallase tanto los contornos de la tierra como todo cuanto existia en su interior. Y asi nacio, en 1830, la Royal Geographical Society de Londres.7 Segun su declaracion de intenciones, tendria por finalidad «recabar, compendiar e imprimir […] hechos y hallazgos interesantes»; crear deposito con «las mejores obras sobre geografia» y «una coleccion completa de mapas»;8 reunir el equipamiento de exploracion mas sofisticado, y ayudar a los expedicionarios a emprender sus viajes. Todo esto formaba parte de su disposicion de cartografiar hasta el ultimo rincon de la tierra. «No hay un metro cuadrado de la superficie del planeta al que los miembros de la Royal Society no deban cuando menos intentar ir -asevero con posterioridad un presidente de la institucion-. Ese es nuestro trabajo. Esa es nuestra razon de ser.»9 Ademas de estar al servicio del Imperio britanico, su razon de ser representaba un cambio con respecto a la era anterior de los descubrimientos, cuando conquistadores [1] como Colon eran enviados, en nombre de Dios, con el fin unico de conseguir oro y gloria. En contraste, la Royal Geographical Society deseaba explorar por el bien de la investigacion, en nombre del mas joven de los dioses: la ciencia.

A las pocas semanas de darse a conocer, la Royal Society contaba ya con unos quinientos miembros. «Estaba compuesta casi enteramente por hombres de clase alta -comento tiempo despues una secretaria de la institucion, y anadio-: Por tanto, deberia contemplarse en cierto modo como una institucion social a la que se esperaba que perteneciera todo aquel que fuera alguien.»10 La lista original de miembros incluia a prestigiosos geologos, hidrografos, filosofos naturales, astronomos y oficiales del ejercito, asi como a duques, condes y caballeros. Darwin ingreso en ella en 1838, al igual que lo hizo uno de sus hijos, Leonard, quien en 1908 fue elegido presidente.

Mientras la Royal Society enviaba cada vez mas expediciones por todo el mundo, incorporo en sus filas no solo a aventureros, eruditos y dignatarios, sino tambien a personajes excentricos. La Revolucion Industrial origino en Gran Bretana unas condiciones de vida atroces para las clases bajas, pero genero una riqueza sin precedentes entre los ciudadanos de las clases media y alta, quienes de pronto podian permitirse el lujo de convertir una actividad de ocio, como viajar, en una aficion a tiempo completo. De ahi que en la sociedad victoriana surgiera, en gran numero, el individuo aficionado a las ciencias. La Royal Geographical Society se convirtio en refugio para este tipo de personajes, y tambien para miembros mas pobres, como Livingstone, cuyas proezas ayudo a financiar.

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