Muchos otros resultaban raros incluso para los parametros Victorianos.

Richard Burton11 propugno el ateismo y defendio la poligamia con tal fervor que, en el transcurso de sus exploraciones, su esposa inserto en uno de sus manuscritos el siguiente desmentido: «Protesto vehementemente contra sus sentimientos religiosos y morales, que se contradicen con una vida digna y decente».12

Logicamente, esos miembros constituyeron un grupo rebelde. Burton recordaba como en una reunion, organizada por su esposa y su familia, se enfurecio tanto despues de que un oponente le acusara de «decir falsedades» que sacudio el puntero del mapa frente al publico asistente. Este le «miraba como si un tigre fuera a abalanzarse sobre ellos, o como si yo fuera a utilizar la vara a modo de lanza contra mi adversario, que se levanto del banco. Para aderezar la escena, los hermanos y las hermanas de mi esposa se esforzaban en un rincon por contener a su padre, ya anciano, que no habia conseguido habituarse a las charlas en publico y que lentamente se habia puesto en pie, enmudecido por la indignacion al oir que se me acusaba de haber mentido».13 Anos despues, otro miembro reconocio: «Es probable que los exploradores no sean las personas mas prometedoras con quienes crear una sociedad. De hecho, hay quien afirma que los exploradores lo son precisamente porque tienen una vena de insociabilidad y necesitan retirarse a intervalos regulares lo mas lejos posible de sus projimos».14

En el seno de la Royal Society proliferaron los debates acerca del curso de rios y cordilleras, de los limites de pueblos y ciudades, y del tamano de los oceanos. No menos intensas eran las disputas sobre quien merecia un reconocimiento, y posteriormente la fama y la fortuna, por haber hecho un descubrimiento. Tambien se discutia a menudo sobre los principios fundamentales que definian la moralidad y sobre los posibles origenes del hombre: ?eran salvajes o civilizadas las tribus recien descubiertas?, ?debian ser convertidas al cristianismo?, ?procedia toda la humanidad de una civilizacion ancestral o de varias? El afan por responder a estas preguntas con frecuencia enfrentaba a los llamados geografos y teoricos «de sillon», que estudiaban la informacion que iba llegando, y a los curtidos exploradores, que trabajaban sobre el terreno. Un alto cargo de la Royal Society reprendio a un explorador del continente africano por elaborar sus propias teorias, diciendole: «Lo que debe hacer usted es relatar con precision lo que ha visto, dejando que los hombres de ciencia, los academicos, recopilen los datos de todos los viajeros para elaborar una teoria».15 El explorador Speke, por su parte, denuncio a esos geografos «que se sientan en zapatillas y critican a quienes trabajan sobre el terreno».16

Tal vez la contienda mas encarnizada sea la que se produjo al respecto de las fuentes del Nilo. Despues de que Speke proclamara en 1858 que habia encontrado el nacimiento del rio, en un lago al que bautizo con el nombre de Victoria, muchos miembros de la Royal Society, liderados por Burton, su antiguo companero de viaje, se negaron a creerle. Speke dijo de Burton: «B. es uno de esos hombres que no pueden equivocarse y que nunca admitira un error».17 En septiembre de 1864, los dos hombres, que durante una expedicion habian cuidado el uno del otro y se habian salvado la vida mutuamente, al parecer se retaron a enfrentarse en una reunion publica. El Times de Londres lo definio como una «exhibicion de gladiadores».18 Pero, cuando el enfrentamiento estaba a punto de producirse, se informo a los congregados de que Speke no compareceria: el dia anterior habia salido de caza y habia sido hallado muerto a consecuencia de una herida de bala que el mismo se habia ocasionado. «?Cielo santo! ?Se ha matado!»,19 se sabe que exclamo Burton, tambaleandose sobre el escenario. Mas tarde, fue visto llorando y repitiendo el nombre de su antiguo companero una y otra vez. Aunque nunca llego a saberse a ciencia cierta si el disparo fue intencionado, muchos sospecharon, como Burton, que la prolongada pugna entre ambos habia desgastado al hombre que habia conquistado el desierto hasta el punto de quitarse la vida. Una decada despues, se demostro que la insistencia de Speke en reivindicar haber sido el primero en descubrir las fuentes del Nilo era legitima.

Durante los primeros anos de existencia de la Royal Society, ningun miembro personifico mejor las excentricidades de la institucion ni sus audaces misiones como sir Francis Galton. Primo de Charles Darwin,20 habia sido un nino prodigio que, a los cuatro anos, ya sabia leer y recitar en latin. A lo largo de su vida ingenio un sinfin de inventos, entre ellos un sombrero con ventilacion; una maquina llamada Gumption-Reviver («reanimador del sentido comun») que periodicamente le humedecia la cabeza para mantenerle despierto durante sus interminables horas de estudio; unas gafas subacuaticas, y un motor de vapor con aspas rotatorias. Aquejado de crisis nerviosas periodicas -«distension del cerebro», llamaba el a su afeccion-, estaba obsesionado con medir y contarlo todo. Cuantifico la sensibilidad del oido animal empleando un baston que producia un silbido apenas audible; la eficacia del rezo; el promedio de la edad de defuncion en todas las profesiones (abogados: 66,51 anos; medicos: 67,04 anos); la longitud exacta de soga que se precisa para desnucar a un criminal evitando la decapitacion, y el grado de tedio que podia alcanzar un individuo (en las reuniones de la Royal Geographical Society contaba las veces que cada uno de los miembros del publico se rebullia en el asiento). Se sabe tambien que Galton, que, al igual que muchos de sus colegas, era un racista recalcitrante, intento medir los niveles de inteligencia en seres humanos. Mas tarde se le conoceria como el padre de la eugenesia.

En otra epoca, la monomania de Galton por la cuantificacion le habria hecho parecer un bicho raro. Pero, tal como observo en una ocasion el biologo evolucionista Stephen Jay Gould, «ningun hombre expreso tanto la fascinacion de su era por los numeros como el celebre primo de Darwin».21 Y tampoco nadie compartia tanto su fascinacion por las mediciones como la Royal Geographical Society. En la decada de 1850, Galton, que habia heredado suficiente dinero para no tener que dedicarse a una profesion, ingreso en la Royal Society y, con el respaldo y la orientacion de esta, exploro el sur de Africa. «La pasion por el viaje se apodero de mi -escribio- como si fuera un ave migratoria.»22 Cartografio y documento todo lo que pudo: latitudes y longitudes, topografia, animales, clima, tribus… A su regreso, y con notable fanfarria, recibio la medalla de oro de la Royal Geografical Society, la condecoracion mas prestigiosa en su ambito. En 1854 fue elegido para formar parte del cuerpo rector de aquella, en el que, durante las cuatro decadas siguientes, presto sus servicios en diferentes cargos, entre ellos el de secretario honorario y vicepresidente. Juntos, Galton y sus colegas -todos eran hombres hasta que a finales del siglo xix un voto divisivo admitio a veintiuna mujeres- empezaron a criticar, segun describio Joseph Conrad, la actitud de esa clase de geografos militantes, «de norte a sur y de este a oeste, conquistando una pequena verdad aqui y otra pequena verdad alla, y a veces engullidos por el misterio que con tanto teson sus corazones se obcecaban en desvelar».23

– ?Que materiales esta buscando? -me pregunto una de las chicas que se ocupaban de los archivos.

Habia bajado a la pequena sala de lectura del sotano. Las estanterias, iluminadas por fluorescentes, estaban atestadas de guias de viaje, atlas y ejemplares encuadernados de los Proceedings of the Royal Geographical Society. La mayor parte de la coleccion de mas de dos millones de mapas, artefactos, fotografias e informes de expediciones habia sido trasladado alli hacia pocos anos: ya no se hallaba en un entorno, como se habia dado en llamar, de «condiciones dickensianas». Ahora estaban ubicados en unas catacumbas aclimatadas. Por uno de los accesos laterales vi a miembros del personal entrando y saliendo apresuradamente.

Cuando le dije a la chica que buscaba la documentacion de Fawcett, me miro con aire socarron.

– ?Que ocurre? -le pregunte.

– Bien, digamos que muchas de las personas que se interesan por Fawcett son un poco…

Su voz fue apagandose a medida que se alejaba. Mientras esperaba, hojee varios informes de expediciones financiadas por la Royal Society. Uno de ellos describia uno de los viajes de 1844, encabezado por Charles Sturt y su segundo de a bordo, James Poole, quienes exploraron el desierto australiano en busca de un legendario mar interior. «La intensidad del calor es tal que […] el pelo ha dejado de crecernos y las unas se nos han vuelto tan fragiles como el cristal -escribio Sturt en su diario-. El escorbuto se manifiesta en todos nosotros. Nos aquejan violentas jaquecas, dolores en las extremidades, inflamacion y ulceras en las encias. El senor Poole fue empeorando; al final, la piel que cubria sus musculos ennegrecio y el hombre perdio el uso de las extremidades inferiores. El dia 14 murio repentinamente.»24 El mar interior no existia, y me di cuenta, tras leer estos informes, que el progresivo conocimiento de la tierra se baso, mas que en el exito, en el fracaso, en errores tacticos y en suenos imposibles. La Royal Society bien podia conquistar el mundo, pero no antes de que el mundo hubiese conquistado a sus miembros. Entre la larga lista de miembros que se sacrificaron, Fawcett ocupaba una categoria aparte: la de los ni vivos ni muertos, o, como un escritor los apodo, la de «los muertos vivientes».

La chica encargada de los archivos pronto surgio de entre las estanterias cargada con media docena de

Вы читаете La ciudad perdida de Z
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату