buena. La latitud, dijo Reeves, podia calcularse midiendo el angulo del sol al mediodia sobre el horizonte o la altura de la Estrella Polar, y cada uno de los alumnos intento determinar su posicion con los instrumentos, una tarea en extremo compleja para un principiante. Cuando le llego el turno a Fawcett, Reeves lo observo atonito. «Fue asombrosamente rapido aprendiendolo todo -recordo Reeves-. Y, aunque nunca antes habia utilizado un sextante ni un horizonte artificial para la observacion de las estrellas, recuerdo que la primera noche que lo intento consiguio desplazar las estrellas al horizonte artificial y enseguida alcanzo una excelente altitud sin ninguna dificultad. Todos los que hayan probado a hacerlo sabran que, habitualmente, es algo que tan solo se consigue tras una practica considerable.»9

Fawcett aprendio no solo a examinar su entorno sino tambien a ver: registrar y clasificar todo cuanto le rodeaba, en lo que los griegos denominaban una autopsis.10 Existian dos manuales principales que le sirvieron de ayuda: uno era Art of Travel, escrito por Francis Galton para el publico en general; el otro, Hints to Travellers, que habia sido editado por Galton y que hacia las veces de Biblia no oficial de la Royal Society.11 (Fawcett llevo un ejemplar con el en su ultimo viaje.) La edicion de 1893 afirmaba: «Supone una perdida, tanto para el como para los demas, que el viajero no observe».12 El manual proseguia: «Recuerde que los primeros y mejores instrumentos son los propios ojos. Utilicelos constantemente, y tome nota in situ de sus observaciones, llevando a tal efecto un cuaderno de notas con paginas numeradas y un mapa […]. Anote, segun se vayan sucediendo, todos los objetos importantes: los arroyos, su cauce, su color; las cadenas montanosas, su naturaleza, y su estructura y glaciacion aparentes; los tonos y las formas del paisaje; los vientos dominantes; el clima […]. En suma, describa para usted mismo todo cuanto vea».13 (La necesidad de registrar hasta la ultima observacion estaba tan arraigada que, durante la frenetica carrera hacia el polo Sur, Robert Falcon Scott siguio tomando notas incluso cuando el y todos sus hombres estaban ya moribundos. Entre las ultimas palabras que garabateo en su diario figuran las siguientes: «De haber sobrevivido, habria tenido una historia que contar sobre la audacia, la resistencia y el coraje de mis companeros que habria conmovido el corazon de todos los ingleses. Estas sobrias notas y nuestros cadaveres deberan narrarla».)14

Para afinar la capacidad de observacion de los aspirantes a explorador, los manuales, junto con los seminarios impartidos por la Royal Society, ofrecian nociones basicas de botanica, geologia y meteorologia. A los estudiantes se los iniciaba asimismo en el joven ambito de la antropologia, a la que a menudo se denominaba «ciencia de los salvajes». Pese al vertiginoso contacto que los Victorianos empezaban a establecer con culturas ajenas, esta doctrina la componian aun casi por entero aficionados y entusiastas. (En 1896, Gran Bretana solo contaba con un profesor universitario de antropologia.)15 Del mismo modo que se le habia ensenado a observar los contornos de la tierra, Fawcett aprendio tambien a observar a los Otros, aquellos a los que en Hints to Travellers se hacia referencia como «salvajes, barbaros o naciones menos civilizadas».16 El manual advertia al estudiante contra «los prejuicios que han marcado su mentalidad europea»,17 aunque senalaba que «esta demostrado que algunas razas son inferiores a otras en volumen y complejidad del cerebro, estando en este sentido los australianos y los africanos por debajo de los europeos».18

Igual que para cartografiar el mundo, habia tambien herramientas para tomar las medidas de una persona: cintas metricas y calibradores para calcular las proporciones del cuerpo, dinamometros para estimar la fuerza muscular, balanzas de resortes para determinar el peso, yeso de Paris para hacer impresiones y un craneometro para averiguar el tamano del craneo.19 «Cuando resulte factible hacerlo, deberan enviarse esqueletos de nativos, y especialmente craneos, para someterlos a un examen minucioso»,20 decia el manual. Obviamente, esto podia resultar delicado: «No siempre sera facil arriesgarse a despertar el desagrado de los nativos arrebatandoles a sus difuntos».21 Se ignoraba si «las distintas razas expresan las emociones de forma diferente, por lo que es recomendable prestar especial atencion a si su modo de sonreir, reir, fruncir el entrecejo, llorar, ruborizarse, etcetera, difiere perceptiblemente del nuestro».22

A Fawcett y a sus companeros de clase se les ensenaban tambien los rudimentos para organizar y llevar a termino una expedicion: todo, desde como confeccionar almohadas con barro hasta escoger los mejores animales de carga. «Pese a su empedernida obstinacion, el asno es una pequena bestia excelente y sobria, despreciada en exceso por nosotros»,23 senalaba Galton, y calculaba, con su habitual obsesion, que un asno podia cargar unos treinta kilos de peso; un caballo, unos cuarenta y cinco, y un camello, hasta ciento treinta y cinco.

Se instruia al explorador para que antes de embarcarse en el viaje hiciera firmar a todos los miembros de su expedicion un consentimiento formal, una especie de pacto. Galton proporcionaba un ejemplo:

Nosotros, los abajo firmantes, componentes de una expedicion destinada a explorar el interior de____________________, al mando del senor X, damos nuestro consentimiento para ponernos (y poner tambien nuestros caballos y equipamiento) por entero y sin reservas a sus ordenes para el proposito mencionado mas arriba, desde la fecha de hoy hasta nuestro regreso a ____________________, o, si fracasaramos en el empeno, acatar todas las consecuencias que pudieran derivarse de ello. […]

Nosotros, individualmente, nos comprometemos a hacer uso de todo nuestro teson para promover la armonia en el grupo y el exito de la expedicion. En fe de lo cual firmamos a continuacion con nuestros nombres.

(Aqui siguen las firmas.)24

Se advertia a los alumnos que no tenian que ser excesivamente autoritarios con sus hombres y que debian estar atentos en todo momento a la formacion de camarillas, a las posibles discrepancias y motines. «Promueva la alegria, el canto, la camaraderia con todos sus esfuerzos»,25 aconsejaba Galton. Tambien debian tener cuidado con los ayudantes nativos: «Una actitud franca, jovial pero firme, sumada a un aire de mayor confianza a ojos de los salvajes de la que realmente sienta, sera lo mas adecuado».26

Las enfermedades y las lesiones podian dar al traste con el grupo, y Fawcett recibio nociones medicas basicas. Aprendio, por ejemplo, a extraer un diente cariado «empujando y tirando sin cesar».27 Por si ingeria veneno, se le enseno a forzarse el vomito de inmediato: «Utilice jabonaduras o polvora si no tiene a mano los emeticos adecuados».28 En caso de picadura de una serpiente venenosa, Fawcett deberia prender polvora en la herida o extirpar la carne infectada con un cuchillo. «Despues, apresurese a quemar [la zona circundante a la mordedura] con el extremo de la baqueta de hierro tras ser expuesta a una fuente de calor blanco -aconsejaba Galton-. Las arterias estan en un plano profundo, por lo que puede extirpar, sin correr excesivo peligro, tanta carne como pueda pellizcar con los dedos. El siguiente paso consistira en emplear todas las energias, e incluso la violencia, para evitar que el paciente ceda al letargo y al mareo que suelen ser efectos habituales del veneno de serpiente y que con frecuencia se derivan en la muerte.»29 El tratamiento para una herida con hemorragia -de flecha, pongamos por caso- era igualmente «barbaro»: «Vierta grasa hirviendo sobre la herida».30

Una naderia, sin embargo, en comparacion con los horrores provocados por la sed y el hambre. En estos casos, uno de los trucos consistia en «estimular» la saliva en la boca. «Esto puede hacerse masticando algo, como una hoja, o bien manteniendo en la boca una bala o una piedra lisa y no porosa, como un guijarro de cuarzo»,31 explicaba Galton. En la eventualidad de pasar hambre, a Fawcett lo instruyeron para que, de ser posible, bebiera la sangre de un animal. Las langostas, los saltamontes y otros insectos eran tambien comestibles, y podian salvarle la vida a un hombre. («Para prepararlos, arranquele las patas y las alas y aselos con un poco de grasa en un plato de hierro, como el cafe.»)32

Tambien existia la amenaza de los «salvajes» y de los «canibales» hostiles. Se le advertia al explorador que, al penetrar en sus territorios, debia moverse al amparo de la oscuridad, con un rifle en ristre y preparado para disparar. Para hacer un prisionero, «coja el cuchillo, coloqueselo entre los dientes y, sin dejar de vigilarle, retire los pistones de su arma de fuego y dejela junto a usted. Luego atele las manos del mejor modo que pueda. El motivo de este curso de accion es que un salvaje rapido y agil, mientras usted manipula la cuerda o se ocupa del arma cargada, bien podria zafarse, hacerse con ella y volver las tornas contra usted».33

Finalmente, a los estudiantes se les aconsejaba como proceder si un miembro del grupo fallecia. Debian escribir un informe detallado de lo ocurrido y hacer que los demas miembros de la expedicion lo corroborasen. «Si se pierde a un hombre, antes de dar media vuelta y abandonarle a su sino, reuna formalmente al equipo y pregunteles si convienen en que usted ha hecho todo lo posible por salvarle, y registre sus respuestas»,34 indicaba Galton. Cuando un companero moria, habia que recoger sus efectos personales para hacerselos

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