un tiroteo frente a Sherry's que se podia atribuir a Jack Dragna o a gente del Departamento de Policia, una venganza por las cabezas que habian rodado con las revelaciones de Brenda Allen. Mickey dominaba la mitad de los negocios de apuestas, usura, carreras y drogas en Los Angeles; controlaba al sheriff de Hollywood Oeste y a los pocos funcionarios de la ciudad que no querian liquidarlo. Y Johnny Stompanato habia pasado por todo eso junto a el: lacayo italiano de un principe judio. Tenia que tratarlos con mucha suavidad.

Laurel Canyon terminaba al norte del Strip; Buzz tomo por calles laterales hasta Hollywood y Vine, remoloneando ante los semaforos. Noto que Audrey Anders le observaba desde el asiento trasero, quiza tratando de averiguar que habia entre Buzz y Mick. Mientras frenaba frente a Breneman's, Buzz dijo:

– Tu y Lucy os quedais aqui. Debo hablar con Mickey en privado.

Lucy gimio y tanteo el paquete de cigarrillos. Audrey asio el picaporte.

– Yo tambien voy.

– No, tu te quedas.

Audrey se sonrojo; Buzz se volvio a Lucy.

– Primor, todo esto viene a cuento de ciertas fotos tuyas con ese gran perro. Tommy trataba de exprimir al senor Gelfman. Si entras alli con cara afligida, quiza Mickey decida matarlo y nos meta a todos en un gran lio. Tommy tiene sus defectos, pero quizas ambos encontreis una solucion.

Lucy lo interrumpio con un sollozo; la mirada de Audrey dio a entender que Buzz era aun peor que el perro. Buzz entro en Breneman's al trote. El restaurante estaba atestado. El personal radiofonico del programa «El desayuno de Tom Breneman en Hollywood» recogia el equipo amontonandolo junto a una salida lateral. Mickey Cohen estaba sentado en un asiento curvo, emparedado entre Johnny Stompanato y otro maton. Habia un tercer hombre sentado a solas en una mesa cercana. Movia los ojos constantemente y tenia un periodico plegado sobre el asiento, obvio camuflaje para un arma de gran tamano.

Buzz se acerco; la mano del pistolero se deslizo bajo el Herald matutino. Mickey se levanto sonriendo; Johnny Stompanato y el otro sujeto compusieron sonrisas gemelas y se desplazaron para dejarle sitio. Buzz tendio la mano; Cohen la ignoro, le aferro la nuca y le beso en ambas mejillas, raspandolo con la barba crecida.

– ?Socio, ha pasado mucho tiempo!

Buzz retrocedio ante la vaharada de colonia.

– Demasiado, socio. ?Como te van las cosas?

Cohen rio.

– ?La merceria? Ahora tambien tengo una floristeria y una tienda de helados.

Buzz comprendio que Mickey le habia pasado revista, que habia reparado en sus punos ajados y su manicura casera.

– No. Los negocios. En serio.

Cohen codeo al hombre que tenia a la izquierda, un sujeto huesudo de ojos grandes y azules y palidez carcelaria.

– Davey, quiere hablar de negocios. Cuentale.

– Los hombres tienen que jugar, pedir dinero prestado y follar. Los negros tienen que volar a la nube numero nueve en Aerolineas Polvo Blanco. Los negocios andan bien.

Mickey rio ruidosamente.

Buzz solto una risita, fingio un ataque de tos, se volvio hacia Johnny Stompanato y susurro:

– Sifakis y Lucy Whitehall. Manten el pico cerrado.

Mickey le palmeo la espalda y le acerco un vaso de agua; Buzz siguio tosiendo, disfrutando de la cara de Stompanato: un Adonis italiano convertido en un chiquillo asustado. El miedo parecia a punto de marchitarle el grasiento peinado. Cohen palmeo a Buzz con mas fuerza; Buzz bebio un sorbo de agua y fingio que recuperaba el aliento.

– Davey, eres un tipo gracioso.

Davey sonrio a medias.

– El mejor del Oeste. Escribo todos los numeros del senor Cohen para los fumadores del Friar's Club. Preguntale: «?Como anda tu esposa?»

Buzz saludo a Davey con el vaso.

– Mickey, ?como anda tu esposa?

Mickey Cohen se aliso las solapas y olisqueo el clavel que llevaba en el ojal.

– A algunas mujeres las quieres mirar, pero de mi esposa quieres escapar. Dos matones de Dragna vigilaban mi casa despues del tiroteo de Sherry's. Mi esposa les compro leche y galletas, les dijo que dispararan bajo. Como no lo hace conmigo desde que Lindbergh cruzo el Atlantico, no quiere que nadie mas lo haga. Mi esposa es tan fria que la criada llama a nuestra alcoba el polo. Cuando la gente me pregunta: «Mickey, ?como te va en la cama?», yo me saco un termometro de los calzoncillos, y la temperatura es bajo cero. La gente dice: «Mickey, eres popular entre las mujeres, te deben remendar, lavar y secar regularmente.» Yo digo: «No conoceis a mi esposa. Mas que plancharme y secarme, me frie y me arrincona a un lado.» Algunas mujeres son dignas de verse, pero mi esposa es para escapar. ?Demonios… ahi viene!

Mickey termino el numero manoseando el sombrero. Davey, el guionista se derrumbo sobre la mesa, desternillandose de risa. Buzz trato de reir pero no lo consiguio; pensaba que Meyer Harris Cohen habia matado a once hombres, por lo que el sabia, y que como minimo debia recaudar diez millones al ano, libres de impuestos. Asintiendo con la cabeza, dijo:

– Mickey, eres sensacional.

Unos tontos de la mesa contigua aplaudian el numero; Mickey los saludo con el sombrero.

– ?De veras? Entonces, ?por que no te ries? Davey, Johnny, sentaos en otra parte.

Stompanato y el guionista se largaron en silencio.

– Necesitas trabajo o que te echen una mano. ?No?

– Te equivocas.

– ?Howard te trata bien?

– Me trata bien.

Cohen jugueteo con el vaso, tamborileando con la piedra de seis quilates que llevaba en el dedo.

– Se que tienes algunas deudas. Tendrias que trabajar para mi, muchacho. Buenas condiciones, ningun problema con la paga.

– Me gusta el riesgo. Me estimula la circulacion.

– Estas loco de remate. ?Que quieres? No tienes mas que pedirlo.

Buzz miro alrededor, vio que Stompanato estaba en la barra empinando el codo para darse animos y vio a ciudadanos respetables que observaban a Mickey subrepticiamente, como si fuera un gorila del zoo que pudiera escapar de la jaula.

– Quiero que no le hagas dano a un sujeto que va a sacarte de tus casillas.

– ?Que?

– ?Conoces a Lucy Whitehall, la amiga de Audrey?

Mickey dibujo un reloj de arena en el aire.

– Claro. Sol Gelfman la contrato para su proxima pelicula. Segun el la chica llegara lejos.

– Al infierno y en barco, tal vez -dijo Buzz.

Vio que Mickey empezaba su farfulleo patentado -hacia aletear las fosas nasales, apretaba la mandibula, movia los ojos buscando algo para destrozar- y le dio el Bloody Mary a medio beber que habia dejado Johnny Stompanato. Cohen bebio un sorbo y se enjugo la pulpa de limon de los labios.

– Dimelo. Venga.

– El amante de Lucy estaba extorsionando a Sol con unas fotos obscenas. Yo le eche a perder el negocio y le di unos golpes. Lucy necesita un lugar seguro donde alojarse, y se que el griego tiene amigos en Hollywood Oeste, en el Departamento del sheriff… tus amigos. Tambien se que vendia marihuana en territorio de Dragna, lo cual enfurecio al viejo Jack. Dos buenas razones para que lo dejes en paz.

Cohen aferraba el vaso con sus dedos regordetes y en tension.

– ?Que… clase… de… fotos…?

Mala pregunta. Mickey podia hablar con Sol Gelfman y averiguar la verdad. Buzz se armo de valor.

– Lucy y un perro.

La mano de Mickey estrujo el vaso y las astillas se desparramaron por toda la mesa. El zumo de tomate y el

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