diurnas de muerte mediante sierra y escalpelo me producian pesadillas terribles, despojadas de adornos narrativos: lo unico que veia era a Betty cortada en dos, atravesada a cuchilladas, hurgada, revuelta por dentro y sometida a diseccion.

Mis pesadillas poseian una crudeza y una fuerza en estado puro. Surgian de mi inconsciente con vividos detalles. Veia a Betty destripada y descuartizada en un potro de tormento medieval. Vi a un hombre que la desangraba en una banera. La vi con los brazos y las piernas abiertos sobre una camilla.

Aquellas escenas hacian que me diera miedo dormir. Las pesadillas se presentaban de forma previsible o a intervalos impredecibles. Ademas, estaban las evocaciones en pleno dia, y cuando menos lo esperaba.

Sentado en clase, aburrido, me dejaba llevar a extranas divagaciones mentales y veia intestinos obstruyendo inodoros e instrumentos de tortura listos para ser utilizados.

Yo no conjuraba las imagenes voluntariamente. Parecian emerger de algun lugar mas alla de mi voluntad.

Las pesadillas y las visiones diurnas continuaron toda la primavera y el verano. Sabia que eran el castigo divino por mis actos de voyerismo y por mis hurtos. Deje de robar y de fisgar por las ventanas de Hancock Park, pero las pesadillas y las visiones diurnas prosiguieron.

Volvi a robar y a fisgar. Un hombre me sorprendio en su jardin y echo a correr detras de mi. Deje de fisgar de una vez por todas.

Las pesadillas y las visiones diurnas no cesaron, las repeticiones constantes hicieron que sus efectos disminuyesen. La obsesion por la Dalia Negra tomo nuevas formas en mi fantasia.

Rescate a Betty Short y me converti en su amante. La salve de una vida de promiscuidad. Segui la pista de su asesino y lo ejecute.

Eran fantasias intensas, basadas en una narracion. Gracias a ellas mi fijacion por la Dalia perdio ese punto nauseabundo.

En septiembre de 1959 empece a asistir al instituto de ensenanza media y mi padre me dijo que era hora de que tomase el autobus por mi cuenta. Yo aproveche esta nueva libertad para profundizar en mi investigacion sobre la Dalia.

Hice viajes en autobus al centro, a la Biblioteca Publica Central. Lei los ejemplares microfilmados del Herald Express de 1947. Me entere de todo lo relativo a la vida y la muerte de la Dalia Negra. Betty Short procedia de Medford, Massachusetts. Tenia tres hermanas y sus padres estaban divorciados. En 1943, habia visitado a su padre en California y se habia quedado prendada de Hollywood y de los hombres de uniforme.

El Herald la llamaba «aventurera» y «chica facil». Deduje que tales apelativos significaban en realidad «prostituta». Queria ser estrella de cine. Estaba liada a la vez con varios aviadores del ejercito. Una semana antes de su muerte un tipo llamado Red Manley la llevo en su coche desde San Diego. Ella no tenia direccion fija en Los Angeles; durante meses habia ido de pensiones baratas a apartamentos de poca categoria. Frecuentaba bares y acepto copas y comidas de desconocidos. No paraba de contar mentiras absurdas. Su vida era indescifrable.

Yo comprendia aquella vida. La comprendia intuitivamente. Era una colision caotica con el deseo machista. Betty Short queria cosas fuertes de los hombres, pero era incapaz de identificar sus necesidades. Se reinventaba con despreocupacion juvenil, convencida de que era una persona original. Se equivocaba en sus calculos. No era muy lista ni se conocia demasiado bien a si misma. Se transformo en un cliche que obedecia a fantasias masculinas prescritas hacia mucho tiempo. La nueva Betty era la antigua, ligeramente retocada por Hollywood. Se convirtio en un topico al que muchos hombres deseaban follar y, algunos, matar. Ella queria llegar a extremos profundos, oscuros, intensos e intimos con los hombres. Enviaba senales magneticas. Conocio a un hombre con nociones de profundidad, oscuridad, intensidad e intimidad envueltas en rabia. El unico acto de complicidad de la Dalia fue un hecho consumado corriente. Se cedio a si misma a los hombres.

El Herald siguio la historia de la Dalia durante doce semanas. Recogio el enorme despliegue de investigaciones con pistas infructuosas y sospechosos impensados, y publico en primera plana confesiones falsas y ramificaciones tangenciales del caso.

Durante un tiempo estuvo en el candelero la teoria lesbica. Era probable que Betty Short se hubiese movido en circulos homosexuales. La teoria de las peliculas de violencia real tuvo buena acogida: quiza Betty hubiese posado para unas fotos pornograficas.

Habia quien delataba a su vecino por considerar que tal vez fuese el asesino; quien acusaba al amante que le abandonaba; quien acudia a videntes e invocaba el espiritu de la Dalia. La muerte de Elizabeth Short inspiro una histeria menor.

El Los Angeles de posguerra se aglutino en torno al cuerpo de una mujer muerta. Hordas de gente se entregaron a la Dalia. Se entretejieron en su historia de maneras extranas y fantasticas.

El relato me emociono y absorbio por completo. Me lleno de un perverso sentido de esperanza.

La Dalia definio su tiempo y su lugar. Desde la tumba, reclamo vidas y ejercio un gran poder.

Stephen Nash entro en la camara de gas en agosto del 59. En el instante previo a que lo ataran a la silla, escupio una goma de mascar al capellan. Luego, aspiro los gases de cianuro con una amplia sonrisa de suficiencia.

Pocas semanas despues, ingrese en el instituto John Burroughs de ensenanza media.

Harvey Glatman fue a la camara de gas el 18 de septiembre. Le di la paliza a mi padre para que me comprara una bicicleta. Nos las ingeniamos para convencer a mi tia de que firmase una nota de credito, y compramos una Corvette Schwinn del color rojo de las manzanas cubiertas de caramelo.

La llene de adornos. Le anadi un manillar curvo, alforjas de plastico, guardabarros tachonados de cristales y un velocimetro que marcaba doscientos veinte kilometros por hora. Mi padre llamaba a la bici mi «carromato de negro». Quedaba muy bonita, pero era muy pesada y lenta. En las cuestas tenia que subirla empujando.

Ya tenia mi propio vehiculo. El instituto quedaba a cinco kilometros de casa, de modo que el territorio que podia explorar ahora habia crecido de forma exponencial.

En varias ocasiones fui con la bici a la esquina de la Treinta y nueve y Norton. En el solar donde habian encontrado a Betty Short se alzaban ahora nuevas casas. Las elimine con la imaginacion y deje huellas de derrapajes de bicicleta en la acera, cerca de aquel lugar sagrado. Seguia teniendo pesadillas con la Dalia, a quien conjuraba para combatir el aburrimiento de la escuela. Continue releyendo La Placa, que me mantenia al corriente de la criminalidad en Los Angeles.

Ano 1949: el escandalo de Brenda Allen y el vicio. Chicas de alterne conchabadas con policias corruptos. Mickey Cohen, el pintoresco gangster. La muerte de «los dos Tonys» en 1951. Marie McDonald el Cuerpo y su falso secuestro. El escandalo de brutalidad policial conocido como «Navidad sangrienta».

Empezaba a desarrollar una sensibilidad de prensa amarilla. Los delitos me estimulaban y asustaban en medidas aproximadamente equivalentes. Mi cerebro era un cuaderno de notas policial.

Segui el caso de Ma Duncan por television. Ma Duncan tenia una pasion posesiva por su hijo, Frank. Frank se caso con una enfermera joven y cachonda, lo que hizo que Ma se pusiese celosa. La anciana contrato a dos borrachos mexicanos para que hicieran desaparecer a la enfermera. Los tipos la secuestraron el 17 de noviembre del 58. La llevaron a las colinas de Santa Barbara y la estrangularon. Ma Duncan engano a los tipos cuando les pago por el trabajito. Luego, se le fue la lengua y se lo conto todo a un amigo. La policia de Santa Barbara acuso a Ma y a los mexicanos. En aquellos momentos estaban siendo procesados.

Segui el caso Bernard Finch-Carole Tregoff. Finch era un medico mujeriego al que le gustaba la buena vida. Tenia una novia secreta, la mencionada Tregoff, y una lucrativa consulta en West Covina. Su esposa era asquerosamente rica… y Finch era su unico heredero. En julio de 1959 Finch y Tregoff fingieron un robo y quitaron de en medio a la senora Finch. El caso era una sensacion en la zona.

Segui la lucha de Caryl Chessman por librarse de la camara de gas. Mi padre me conto que Chessman le habia arrancado los pezones a mordiscos a una mujer y que esta se habia vuelto loca.

Mi padre, que compartia mi obsesion por los crimenes, nunca intento desviar mi tendencia monomaniaca; yo podia leer lo que me diera la gana y mirar la tele sin limitaciones. Me hablaba como a un colega. Me comentaba chismes escogidos de los anos que habia pasado cerca del mundillo de Hollywood.

Me conto que Rock Hudson era marica y que Mickey Rooney era capaz de desmontar una jodida pila de lena

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