menudo en el. Nunca aprendi a contener mis pensamientos y reservarlos para momentos privados. Mis dos mundos chocaban continuamente.

Deseaba reventar el mundo exterior, queria asombrarlo con mi sentido del drama. Sabia que el acceso a mis pensamientos haria que el mundo me quisiera, lo cual constituia una presuncion corriente entre los adolescentes.

Queria hacer publicos mis pensamientos. Tenia un aire exhibicionista, pero me faltaba presencia escenica y no sabia controlar los efectos. Resultaba un payaso desesperado.

Mi repertorio como actor era reflejo de mis obsesiones privadas. Me gustaba inspirarme en gangsters y en criminales nazis ocultos. Mis foros eran aulas y patios de escuela. Lanzaba mis discursos a chicos estupidos y maestros exasperados. Aprendi una vieja verdad del vodevil: el publico solo te prestara atencion mientras lo hagas reir.

Mis fantasias eran oscuras y serias. Mi publico tenia un bajo nivel de tolerancia en lo que a mujeres viviseccionadas se referia. Aprendi a hacer comentarios topicos para provocar la risa facil.

Principios de los anos sesenta era una buena epoca para asumir posturas comicas. Me exprese a favor de la bomba atomica, contra John Kennedy, contra los derechos civiles y contra la verguenza del muro de Berlin. Grite «?Libertad para Rudolf Hess!» y abogue por la restauracion de la esclavitud. Hice caricaturas malintencionadas de JFK y me manifeste por la aniquilacion nuclear de Rusia.

Unos cuantos maestros me llevaron aparte y me dijeron que mi actitud no tenia nada de graciosa. Mis companeros de clase se reian de mi, no conmigo. Capte el mensaje: muchacho, vas por mal camino. Ellos captaron el mio: reios conmigo o de mi, pero reios.

Mis fantasias constituian rutinas marginales vivas y vigentes, eran un puente esquizoide entre mis dos mundos.

Fantasee interminablemente. Desarrolle una cabeza de vapor fantastico y me salte semaforos en rojo con la bicicleta. Entraba en los cines y me hacia montajes fantasticos con las peliculas que estaba viendo. Convertia novelas aburridas en lecturas intrigantes mediante el recurso de anadirles subtramas extemporaneas.

Mi unico gran tema de fantasia era el DELITO. Mi unico gran heroe, yo mismo, transformado. Dominaba el tiro con arco, el judo y complejos instrumentos musicales. Yo era un detective que, casualmente, resultaba ser tambien un virtuoso del violin y del piano. Rescate a la Dalia Negra. Fui de un lado a otro en coches deportivos y en brillantes triplanos Fokker pintados de rojo. Mis fantasias eran profusamente anacronicas.

Y saturadas de sexo.

Las mujeres del tipo Jean Ellroy me obsesionaban. A las pelirrojas cuarentonas que veia por la calle les daba el cuerpo de mi madre. En el curso de mis aventuras, me acostaba con ellas. Me prometi en matrimonio con la ultima chica de escuela que acelero mi corazon. Siempre deje de lado a las sustitutas de Jean Ellroy.

Mis fantasias eran persistentemente monocordes. Eran una barrera contra el aburrimiento de la jornada escolar y contra una vida hogarena insatisfactoria.

Ya le habia tomado la medida a mi padre. A los catorce, ya era mas alto que el. Imagine que podia darle una paliza. Mi padre era un cobarde y un artista de la picaresca.

Estabamos unidos por una necesidad casi pegajosa. Lo unico que teniamos era a nosotros mismos. Y ese «nosotros» a el lo ponia tierno y tonto. Yo recurria a ello en los momentos de debilidad, y la mayor parte del tiempo conseguia refrenarlo. El amor del viejo hacia mi era espeso y acorde con su vision profana de la vida. Lo quise cuando llamo al presidente Kennedy «mamon catolico» y lo deteste cuando lo vi llorar con el himno nacional. Me gustaban sus historias de burdel y lo aborrecia cuando adornaba sus hazanas en la Primera Guerra Mundial. Pero era incapaz de reconocer una simple verdad: la pelirroja era mejor alternativa como familia monoparental.

La salud del viejo empezaba a flaquear. Tenia fuertes accesos de tos y le daban mareos. Habia hecho algun dinero en la epoca de las declaraciones de Hacienda y haraganeaba en el piso mientras consumia el fajo de billetes. Cuando llego a los diez ultimos dolares, busco mas trabajo en las farmacias. Entonces reaparecio con fuerza su fervor por enriquecerse rapidamente.

Dirigio un espectaculo en el Cabaret Concerttheatre. En el espectaculo participaban jovenes comediantes y cantantes. Mi padre entablo amistad con un comico llamado Alan Sues.

El espectaculo fracaso. Mi padre y Alan Sues abrieron una sombrereria. Sues disenaba los modelos y mi padre llevaba los libros y enviaba los sombreros por correo. La sociedad se fue a pique al cabo de poco tiempo.

Mi padre volvio a sus trabajos esporadicos para farmacias. Acababa de cumplir sesenta y cinco. Tomaba Alka-Seltzer para las ulceras al mismo ritmo que mi madre engullia bourbon. Casi todo el ano 62 estuvimos sin un centavo.

Consegui que la tia Leoda me diese dinero. La frase «necesito ir al dentista» obro maravillas. Durante semanas nos sobraban billetes de cincuenta. Yo llegue a llevar un fajo de billetes de un dolar prendido con un clip especial, al estilo de Las Vegas.

Subi con mi pesada bicicleta a lo alto de Hollywood y baje hasta la playa. Fui en ella a la biblioteca publica del centro de la ciudad. Me gustaba pedalear y sincronizar mis fantasias con las escenas de la calle. Me gustaba rondar los lugares donde vivian Jill, Kathy y Donna.

Mientras iba en bici, robaba. Hurtaba libros en la Pickwick Shop y me llevaba material para la escuela de Rexall. Robe sin vacilacion y sin apice de remordimiento.

Me converti en una amenaza sobre dos ruedas. Era un menor salvaje suelto en la ciudad. Media mas de un metro ochenta y pesaba setenta kilos. Mi bicicleta superpersonalizada despertaba risas y comentarios burlones.

Los Angeles significaba, en general, libertad. Mi barrio significaba autolimitacion. Mi mundo exterior inmediato todavia quedaba estrictamente circunscrito: de Melrose a Wilshire, Western y Rossmore. Aquel mundo estaba lleno de coetaneos mios, hijos de la explosion demografica.

Yo queria estar con ellos. Conocia a unos cuantos del instituto y a otros de enfrentamientos en el barrio. Sabia el nombre de todos ellos y conocia la reputacion de la mayoria. Deseaba su amistad y para conseguirla no dudaba en degradarme.

Intente comprar su afecto con las almohadillas japonesas de mi padre, pero se rieron de mi. Invite a algunos a mi casa y los vi retroceder ante la peste a mierda de perro. Intente amoldarme a sus modelos de conducta y me traicione con un lenguaje soez, poca higiene y expresiones de admiracion hacia George Lincoln Rockwell y el partido nazi americano.

Mi actitud exhibicionista era puramente autodestructiva. Me resultaba imposible rebajar el tono de mi actuacion. Estaba programado para sobreactuar y alienar. Los esfuerzos por adaptarme dispararon un efecto contrario en mi interior: me desconecte de lo demas y me mantuve como un gamberro adolescente.

A otros gamberros les encanto mi actuacion y se sumaron tras mi bandera. Goberne a mi colonia de gamberros de modo imperioso. A aquellos que me consideraban interesante, no los respetaba. Mis amistades escolares se quemaban pronto. La mayoria de mis colegas eran judios, predispuestos a desconfiar de cualquier palabreria nazi.

Mis amistades empezaban en companerismo nihilista y terminaban en inutiles peleas a punetazos. Yo ganaba la mayor parte de las veces, valiendome de tacticas sorpresa y recurriendo a todas mis fuerzas de perdedor. La historia se repetia una y otra vez.

Trabe amistad con un chico del barrio. Nos la meneabamos mutuamente, asi empezamos. Fue mi primer contacto sexual. Resultaba vergonzoso, excitante, asqueroso y jodidamente atemorizador.

Nos la cascabamos en su casa y en la mia y en las azoteas del edificio. Extendiamos revistas Playboy y las mirabamos mientras procediamos. Sabiamos que no eramos maricas. Nuestro limite quedaba claramente marcado en la masturbacion mutua.

Yo sabia que no era homosexual. Mis fantasias asi lo demostraban. Consulte el informe Kinsey para confirmarlo.

De acuerdo con el doctor Kinsey, la actividad homosexual juvenil era un hecho corriente. Pero no decia nada de mis verdaderos temores:

?Podian las pajas mutuas convertirlo a uno en invertido? El mero hecho de llevar a cabo tales practicas ?lo estigmatizaba a uno de alguna manera reconocible?

Yo era un pequeno cabron salido. Las pajas mutuas eran mejor que las pajas autopropulsadas. Mi amigo y yo

Вы читаете Mis rincones oscuros
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату