buscaban las huellas digitales y luego le tomaban las suyas, lo descubririan de inmediato. ?Que diria entonces?
– ?Cuando tiene previsto regresar a Inglaterra?
– No estoy seguro. Quiero estar aqui para el funeral de Dan.
– Si no le importa, me gustaria tener un telefono de Manchester en el que pueda localizarlo en caso de que surjan nuevas preguntas.
Marten vacilo y luego le dio su numero a Lenard. Hubiera sido absurdo no hacerlo. El detective podia obtenerlo en cualquier momento, si queria. Ademas, necesitaba toda su buena voluntad si llegaban a encontrar la agenda de Halliday y venian a interrogarlo.
Cuando ya estaba empujando la puerta, con la mente saltando ya hacia Nadine y al apartamento de su hermano y la montana de emocion que sabia que encontraria dentro, Lenard volvio a llamarlo.
– Una ultima cosa, monsieur Marten. Dos americanos a los que conocia personalmente han sido salvajemente asesinados en un periodo muy breve de tiempo. No sabemos quien lo hizo, ni por que, ni que esta ocurriendo, pero quisiera advertirle que tome muchas precauciones en todo lo que haga. No quisiera que fuera usted el proximo en tener que salir en grua del Sena.
– Ni yo tampoco.
Marten salio y cerro la puerta, quedandose un momento para ver como Lenard se alejaba en el coche. Luego se volvio hacia el apartamento, pero al hacerlo, se cruzo con un hombre que paseaba un doberman enorme. Solto un grito asustado y dio un torpe paso hacia atras. En el mismo instante, el perro puso las orejas planas y con un rugido horrible quiso saltar a la garganta de Marten. Esta volvio a gritar y levanto un brazo para protegerse. Rapidamente, el hombre tiro con fuerza de la correa del perro y lo atrajo hacia el.
– Disculpe -dijo, rapidamente, y llevo el perro calle abajo.
Con el corazon acelerado, Marten se quedo petrificado donde estaba, mirandolos. Se dio cuenta de que era la primera vez desde que se habia marchado de Los Angeles que se sentia genuinamente asustado. El doberman no habia hecho mas que empeorar las cosas, pero no habia sido culpa del perro. El animal, sencillamente, intuyo el miedo y su ataque fue instintivo.
El sentimiento en si habia empezado cuando, todavia en Manchester, vio el articulo sobre el cadaver hallado en el parque. Su primera reaccion entonces fue «?Raymond!». Pero sabia que Raymond estaba muerto y trato de alejar la idea de su cabeza, decirse que no era posible, que era otra persona quien habia cometido el crimen. Entonces Dan Ford lo llamo para decirle que la victima era Alfred Neuss, y de nuevo volvio a tener el horrible presentimiento de que Raymond estaba vivo. Era una sensacion agravada por la revelacion de Ford de que todos los expedientes medicos y policiales de Raymond habian sido suprimidos. Y ahora Ford, Jimmy Halliday y el hombre del Toyota habian sido, como Neuss, brutalmente asesinados. Y Lenard acababa de advertirle que el podia ser el siguiente.
Raymond.
La simple idea le helaba hasta los huesos. No tenia ninguna prueba, pero por dentro sabia que tampoco habia ninguna duda. Ya no eran solamente «las piezas», o intentar comprender lo que Raymond se proponia, o lo que habia puesto en marcha. Ahora eran todas esas cosas, mas el propio Raymond. No estaba muerto en absoluto, sino vivo y en algun lugar de Paris.
37
Kovalenko llevaba dos jerseis y se sentaba acurrucado sobre su ordenador portatil en su fria y pequena habitacion de la quinta planta del hotel Saint Orange, en la rue de Normandie, en el barrio del Marais. Era miercoles y habia llegado el lunes a Paris. Apenas tres dias y ya estaba convencido de que moriria de frio, en aquel hotelucho cutre y arcaico. La minima brisa hacia vibrar las ventanas. Los suelos estaban combados y las tablas del parquet crujian por cualquier lado por donde pisabas. Los cajones de la unica comoda jugaban a quedar abiertos o cerrados, puesto que, hicieras lo que hicieses quedaban trabados y convertian el simple acto de abrir o cerrar en una prueba de fuerza. El bano,
Las protestas a la direccion del hotel habian resultado esteriles, y con su superior en el Ministerio de Justicia no habia tenido mejor suerte cuando lo llamo a Moscu para pedirle permiso para cambiar de hotel: le dijo que aquel era el hotel seleccionado y que no habia nada que hacer. Ademas estaba en Paris, no en Moscu; ya se podia dar con un canto en los dientes y dejar de quejarse. Fin de la conversacion, fin de la llamada. Y, si, puede que estuviera en Paris, pero en Moscu, al menos, tenia calefaccion.
De modo que lo mejor que podia hacer era olvidarse de su entorno y ocuparse de los asuntos que debia resolver. Y eso fue lo que hizo desde el momento en que llego, con el portatil en una mano y una
Su primer tema a resolver era Nicholas Marten, quien seguia siendo un misterio y de quien no se fiaba. Tal vez hubiera sido amigo de Ford y hubiera conocido a Halliday brevemente, pero a Kovalenko no le gustaban sus respuestas aparentemente bruscas y a la vez preparadas. Eran definitivas pero al mismo tiempo vagas, todas excepto la de la chica a la que dijo haber conocido y seguido hasta Manchester, donde ahora vivia. Podia ser estudiante de posgrado, y podia no serlo, pero desde luego habia muchas cosas mas que escondia. Y tal vez tambien en su chica.
Kovalenko abrio su portatil y lo encendio. Tres
Una operadora de la central de la Greater Manchester Police le paso con el inspector Blackthorne. Despues de identificarse, le pidio ayuda para verificar que un tal Nicholas Marten de Vermont, Estados Unidos, era realmente estudiante de posgrado en la Universidad de Manchester, Inglaterra.
Blackthorne le cogio el numero y le dijo que veria lo que podia hacer. Al cabo de veinte minutos lo llamo con la confirmacion. Nicholas Marten era, en efecto, un estudiante de posgrado matriculado en la universidad desde abril.
Kovalenko le dio las gracias a Blackthorne y colgo, satisfecho pero no del todo. Apunto algo en su libreta: «Marten en un posgrado. ?Donde curso su licenciatura?». Y luego otra anotacion: «Averiguar quien es la chica y cual es su relacion actual con Marten».
Una vez hecho, comio un mordisco de su bocadillo, lo rego con un par de buenos tragos de vodka y volvio a concentrarse en el ordenador para redactar su informe del dia, con la esperanza de que al hacerlo llegaria a comprender lo ocurrido.
Aparte de la sensacion inquietante que Marten le seguia provocando, lo que mas le preocupaba era el asesinato de Dan Ford y del otro hombre del coche, y las preguntas perturbadoras que lo rodeaba. Dejando a un lado su todavia considerable sentimiento de culpa por no haber sido capaz de evitar al menos el asesinato de Dan Ford, habia una serie de cosas que permanecian en su cabeza: la absoluta carniceria de las victimas, el breve lapso de tiempo entre el momento en que vio a Ford desviarse por el camino y su asesinato, y la manera en que los coches habian sido lanzados al rio.
Estas dudas eran lo bastante preocupantes, pero planteaban otras. ?Habia sido uno solo el responsable, o tuvo complices? ?Con que medios habian llegado y habian huido de la escena del crimen?
De momento, Kovalenko estaba asumiendo que el criminal era un hombre; pocas mujeres tenian ni la fuerza ni la mentalidad para cometer este tipo de ataques horripilantes. Y luego estaba tambien el hombre llamado Jean-Luc, que ahora sabian que era la segunda victima, la del Toyota.
?Que era lo que habia dicho por telefono? «Soy Jean-Luc. Tengo el mapa. ?Puedes venir a las cuatro y media?»