realmente vivo? Al reflexionar sobre la cuestion decidio sencillamente que era mejor no contar nada al respecto y olvidarse del tema.
Sin embargo, al mismo tiempo que tomaba esta decision, sabia que tenia que tener totalmente presentes las advertencias de su hermano y cuando llegara al hotel hacer exactamente lo que el le habia dicho.
40
Nicholas y Rebecca salieron del apartamento por la puerta principal, acompanados de Armand, el hermano de Nadine de veinticuatro anos, y otro hombre amigo de Armand y soldado del ejercito frances.
Armand era ciclista profesional, joven, tenaz y generoso. Tenia el coche aparcado enfrente de su casa. El Crillon, a esa hora de la noche, quedaba a diez minutos en coche y para el seria un placer acompanarla. La escolto rapidamente al otro lado de la calle hasta su Nissan verde y se puso tras el volante, mientras su amigo se instalaba en el asiento de atras.
Marten miro cautelosamente a su alrededor y le abrio la puerta del copiloto a Rebecca.
– ?Que habitacion tienes en el Crillon?
– ?Porque?
– Porque te llamare tan pronto como tenga la informacion de tu vuelo. Quiero que te marches de Paris a primera hora de la manana.
– Habitacion 412. -Lo miro y el percibio la preocupacion en su mirada. Trato de tranquilizarla.
– Ya te he dicho antes que no tengo ninguna prueba de que todo esto sea obra de Raymond. Lo mas probable es que este muerto y que lo que ha sucedido aqui sea, sencillamente, una casualidad, y que el asesino sea un loco que no tiene ni idea de quienes somos y que le importe un pito, ?vale?
– Vale. -Rebecca le sonrio y lo beso en la mejilla.
Marten miro rapidamente a Armand:
– Gracias, Armand; mil gracias.
– Esta en buenas manos,
– Y por cualquier dia. -Nicholas cerro la puerta y retrocedio para dejar que Armand pusiera el Nissan en marcha, diera media vuelta y se alejara. Al fondo de la calle giro hacia el boulevard Raspan y el coche desaparecio de su vista.
41
Raymond estaba sentado en el asiento trasero de un Mercedes negro de cristales ahumados, estacionado tres casas mas abajo. Los habia visto salir a los cuatro del inmueble y cruzar la calle hasta el Nissan verde, y luego vio como tres de ellos se metian en el coche y se marchaban. Ahora veia a Nicholas Marten salir de la acera en penumbra para cruzar bajo la luz de la farola y volver a entrar en el edificio del numero 27 de la rue Huysmans.
Habian pasado diez meses desde la ultima vez que se vieron y siete desde que lo localizo en Manchester o, mas bien, desde que la baronesa lo hizo. Durante aquel tiempo lo supo todo de el: su cambio de nombre, donde vivia, lo que estaba haciendo con su vida. Incluso sabia lo de lord Prestbury y lo de la relacion secreta de Marten con su hija, lady Clementine Simpson. Sabia tambien lo de Rebecca, lo de Suiza, donde vivia y para quien trabajaba.
Pero, por mucho que Raymond supiera de Marten, durante todos aquellos meses que habian pasado habia hecho un esfuerzo por apartarlo de su cabeza; habia hecho todo lo que habia podido por no pensar en el en absoluto.
Ahora, al verlo de carne y hueso cruzando la calle con su hermana, se acordo de lo peligroso que era.
Marten era inhumanamente astuto, tenia la determinacion de un
Parte de todo esto, y lo sabia, era cosa de el: sabiendo que Marten se encontraba a una hora o dos de alli, en Manchester, mato igualmente a Neuss. Pero con Neuss en Paris y con la apretada agenda que tenia delante, no le quedo mas remedio; ademas, la ironia de hacerlo en el Pare Monceau le resulto deliciosa, en especial cuando Neuss fue consciente de quien era y de que iba a morir.
De todos modos, ver a Marten cruzar delante de el, a tan pocos metros de distancia, lo atormento. Mas que nada en el mundo, Raymond tuvo ganas de salir del coche corriendo, seguir a Marten hasta el interior del edificio y cargarselo, cruel y salvajemente, del mismo modo que lo habia hecho con Neuss, Halliday, Dan Ford y Jean-Luc Vabres, pero sabia que no podia hacerlo, todavia no, y desde luego, no esta noche. Esta noche tenia otra mision, de modo que tuvo que dejar sus sentimientos a un lado y concentrar su mente y su energia en lo mas inmediato.
Acaricio ligeramente un paquete largo, rectangular, envuelto en papel de colores alegres, reflexiono unos segundos mas y luego miro a su chofer:
–
42
El Mercedes negro de Raymond llego a la Place de la Concorde y se detuvo delante del hotel. El Nissan verde estaba aparcado enfrente, en la zona de recogida de pasajeros.
Raymond se echo el pelo hacia atras, se paso la mano por la cuidada barba y aguardo.
Llego un taxi y de el descendieron varios adultos bien vestidos, que entraron en el hotel por la gran puerta giratoria.
Una pareja de mediana edad en traje de noche salio por la puerta. Un coche con chofer se acerco y un