– ?Tan dificil te resulta decir algo?
– Yo… -Rebecca temblaba y tenia los ojos llenos de lagrimas.
Raymond se le acerco un poco mas. Vacilo y luego la toco. Sintio como se estremecia cuando le acaricio la mejilla con el dorso de la mano, y luego la nuca hasta la garganta.
– Has empezado a decir algo… -le susurro- ?Que ibas a decir?
– Yo… -De pronto se aparto de el y se incorporo en la butaca. Rapidamente, su mirada se clavo en la de el-. Si. Si. Si. Mil veces si. Te quiero, siempre te he querido y siempre te querre. Si, me casare contigo, mi maravilloso senor, mi maravilloso Alexander Luis Cabrera.
Raymond la miro en silencio. Era el momento mas magnifico de su vida y un momento que supo que llegaria desde el primer momento en que la habia visto dormida delante del televisor, la noche que el se colo en casa de John Barron en Los Angeles. Era obra de Dios. Era su
Con su larga melena oscura y sus ojos penetrantes, la majestuosa longitud de su cuello y sus pomulos altos y delicados, la simple imagen de ella lo embrujaba. Rebecca era la viva imagen de la princesa Isabella Maria Josepha Zenaide, sobrina nieta del rey Luis III de Baviera que, a la edad de veinticuatro anos, fue asesinada por unos revolucionarios comunistas en Munich, en noviembre de 1918. Su retrato estaba colgado, entre otros, en la biblioteca privada de la casa solariega de la baronesa en el Macizo Central frances, y Raymond estaba cautivado por el desde que era nino. Y aquella fascinacion no habia hecho mas que crecer a medida que se fue convirtiendo en un hombre. Regia, bellisima, inolvidable, tenia la edad de Rebecca cuando murio. Y ahora, en su mente y en sus fantasias, volvia a vivir, reencarnada en la hermana de John Barron.
Se la describio, casi sin aliento, a la baronesa cuando esta fue a verlo junto a su cama, en su rancho de Argentina despues de sus primeras operaciones. Rebecca era realmente su
Fue la manera en que hablaba de ella -una y otra vez, durante meses, mientras la baronesa supervisaba su larga recuperacion y la laboriosa rehabilitacion de sus operaciones medicas y cosmeticas- lo que hizo abrir los ojos a la baronesa del efecto que Rebecca habia causado sobre aquel hombre del que era la guardiana legal. En sus ojos habia una luz que no le habia visto nunca, y sabia que si Rebecca era realmente como el la describia y, en funcion de su estado mental, podia sanarse y ser moldeada de la manera adecuada, podria representar un papel clave que faltaba en el futuro de ambos.
En poco tiempo siguio el rastro de Rebecca hasta el santuario de Saint Francis en Los Angeles y se entero de que su cuidado estaba al cargo de la doctora Flannery. A las pocas horas el ordenador personal de la doctora fue pirateado y el expediente de Rebecca copiado. La baronesa supo asi adonde habia ido Rebecca y el nombre del terapeuta al que habia sido transferida. En muy poco tiempo, los archivos del ordenador en la Balmore de la doctora Maxwell-Scot fueron espiados y la baronesa se entero de la enfermedad que afectaba a Rebecca y de su excelente prognosis. Tambien se entero de quien era el garante de los honorarios clinicos de Rebecca: su hermano, Nicholas Marten, que primero residia en Londres, en el hotel Hampstead Holiday Inn y mas tarde, en el numero 221 de Water Street, en Manchester, Inglaterra.
El hecho de que Rebecca ya se encontrara en Europa simplificaba bastante las cosas. Lausana, Suiza, era la sede europea de la corporacion que Alexander presidia, y Suiza era un escenario ideal para que le presentaran a Rebecca e iniciar su relacion.
La experiencia de maitre Jacques Bertrand, el abogado residente en Zurich de la baronesa, entro en juego de inmediato. A los pocos meses los agentes inmobiliarios encontraron un elegante balneario privado en Neuchatel, a poca distancia por carretera de Lausana. Se hizo una oferta para su adquisicion, pero sus duenos dijeron que no estaba en venta. Se hizo una segunda oferta, que tambien fue rechazada. Pero la tercera no lo fue. El precio era fabuloso.
En cuarenta y ocho horas se saldo la venta. Joseph Cumberland, un prominente abogado de Londres, convoco una reunion con Eugenia Applegate, presidenta de la Fundacion Balmore. En la misma, le hablo de un cliente que era un gran admirador del trabajo que se hacia en la clinica y que habia adquirido recientemente un balneario a orillas del lago Neuchatel, en Suiza. Dicho cliente, que deseaba permanecer en el anonimato, estaba dispuesto a donar la finca y sus terrenos a la fundacion. Ademas se establecia un sistema de becas privadas para hacer posible el funcionamiento de la institucion y para cubrir los gastos de los pacientes. La esperanza era que aquel lugar, alejado del bullicio, el ruido y las distracciones de Londres, permitiria a los terapeutas desarrollar un programa concentrado que, con acceso inmediato al aire libre y, por lo tanto, a las actividades fisicas como el remo y el senderismo, pudiera acelerar el proceso de curacion de sus pacientes y, asi, reducir considerablemente el periodo de terapia.
El numero de pacientes iba a limitarse a las habitaciones privadas disponibles, que eran veinte, y serian supervisados por personal elegido por la fundacion. Acto seguido, puesto que el donante habia hecho las diligencias pertinentes y habia estudiado cuidadosamente la operativa de la clinica durante los meses recientes, se sugeria firmemente que el equipo medico inicial incluyera a algunos de los psicoterapeutas actuales de la Balmore, los doctores Alistair James, Marcella Turnbull y Anne Maxwell-Scot, que se llevarian, por supuesto, a sus pacientes mas habituales.
Y entonces venia lo ultimo. Debido a la situacion con Hacienda del donante, la transmision del titulo de propiedad y el inicio de operacion de las instalaciones debia tener lugar en un periodo no superior a treinta dias. Si esto era o no factible debia decidirlo la propia fundacion.
Para la Balmore, para la fundacion, el regalo era enorme. Al cabo de treinta y seis horas, un grupo de miembros del consejo de la fundacion habia visitado el lugar, los abogados de la Balmore habian sido consultados y la propuesta fue aceptada. Dos dias mas tarde se intercambiaron la documentacion. El domingo 19 de mayo, con dos dias de ventaja sobre la fecha limite, las instalaciones fueron equipadas, repintadas y bautizadas con el nombre Jura, por las cercanas montanas de Jura, y se inauguraron. El martes 21 de mayo, el centro estaba en pleno funcionamiento con los doctores James, Turnbull y Maxwell-Scot y sus pacientes principales instalados, Rebecca la primera de todas.
Fue una hazana hecha realidad solo gracias a una fortuna extraordinaria y a una
Y un poco mas de siete meses despues de su primer encuentro en Jura, y por voluntad propia, Rebecca accedia a convertirse en su esposa.
– Que hijos tan hermosos tendremos -le susurro el, atrayendola hacia el-. Que hijos tan hermosos.
– Si. -Rebecca se rio y lloro y trato de enjugarse las lagrimas, todo al mismo tiempo-. Tendremos unos hijos muy, muy hermosos.
Todo aquello era increible. Y Alexander lo sabia.
45
Rebecca observo a Alexander levantarse del sofa y cruzar la estancia para atender la llamada en su movil.
Con una copa de champan en la mano y un poco borracha por primera vez en su vida, se pregunto cuantas veces lo habia visto hacer aquel gesto. Estaban profundamente enamorados y acababan de comprometerse en matrimonio. Aquel debia haber sido un interludio tranquilo y muy personal en sus vidas, pero el, de todos modos, contesto al telefono. Siempre estaba ocupado, siempre trabajando. Le llegaban llamadas de cualquier rincon del mundo practicamente a cualquier hora, y el contestaba siempre. Todo lo hacia rapida e intensamente, pero, al mismo tiempo, mostraba siempre una delicadeza extrema, en especial hacia ella. Eran caracteristicas muy