– Clem, si se lo hubiera dado -Marten susurraba-, en estos momentos Nadine y yo estariamos en una carcel francesa, y es muy probable que tu estuvieras con nosotros.
– Nicholas, tal vez el inspector Lenard haya encontrado la agenda, tal vez no. Pero se que eres un hombre muy agudo y que la habras escondido bien. De modo que es mas seguro suponer que no la ha encontrado y hacer un ultimo intento por recuperarla antes de que lo haga. Tienes veinte segundos.
– Yo…
– Nicholas, levantate y baja del tren. Si el revisor o el de seguridad vienen les dire que estas en el bano. Cuando lleguemos a Londres le dire a la policia que sufres una terrible claustrofobia y eras incapaz de sobrevivir un trayecto de treinta millas por debajo de un tunel que va a cuarenta y cinco metros por debajo del Canal de la Mancha sin sufrir un ataque de ansiedad. No tuviste mas remedio que bajar del tren antes de que arrancara, prometiendome antes, y prometemelo, que cogerias el siguiente vuelo que saliera para Manchester y que informarias al inspector Lenard al instante que llegaras.
– ?Como quieres que vuele a Manchester? ?No tengo pasaporte!
– Nicholas, ?baja del puto tren!
53Peter Kitner observo el sedan Citroen negro que cruzaba las puertas y subia por el camino hasta su enorme residencia de cuatro plantas de la avenue Victor Hugo. En el debia de ir el doctor Geoffrey Higgs, su guardaespaldas personal y jefe de inteligencia. A estas alturas Higgs ya sabria si su mayor temor era cierto: que el hombre que le habia hablado desde la oscuridad, detras de los focos de la prensa en el hotel Crillon, era quien finalmente se habia confesado a si mismo que podia ser.
– ?Como podia saber lo de Davos? -le habia preguntado su hijo Michael en la limusina mientras abandonaban el Crillon. Y el le contesto: «No tengo ni idea».
El problema era que si lo sabia. Y ya entonces lo habia sabido, aunque se negara a reconocerlo incluso a si mismo. Pero finalmente lo hizo y le pidio a Higgs que averiguara todo lo que pudiera, y lo antes posible, en especial si el autor de la pregunta planeaba tambien asistir a Davos personalmente.
Alfred Neuss y Fabien Curtay estaban muertos, y la navaja espanola y la bobina de pelicula de 8 mm que Neuss habia protegido durante tanto tiempo habian desaparecido a manos del asesino de Curtay. Aparte de Neuss y del propio Curtay, solo dos personas mas conocian la existencia del arma y de la pelicula, las dos personas que el estaba convencido que ahora los tenian: la baronesa Marga de Vienne y el hombre del que habia tenido la custodia legal la mayor parte de su vida, Alexander Luis Cabrera. Y era Cabrera, estaba seguro, quien le hablo desde detras de los focos.
Las palabras de Michael volvieron a sonar en su cabeza: «?Como podia saber lo de Davos?».
Kitner se sentaba detras de su enorme mesa de despacho de cristal y acero inoxidable. Tal vez fuera una suposicion, penso. Tal vez Cabrera tan solo asumio que asistiria al Foro Economico Mundial en Suiza, algo que no habia hecho en muchos anos, y quiso jugar con el excitando a la prensa. Tenia que tratarse de esto, porque no tenia ninguna manera de saberlo. Ni siquiera la baronesa, con sus extensos contactos y antenas, era capaz de saberlo. Lo que iba a pasar realmente en Davos era demasiado secreto.
Se oyo un golpe seco a la puerta, que se abrio y Taylor Barrie, el secretario ejecutivo de Kitner, de cincuenta anos, entro en el despacho.
– El doctor Higgs, senor.
– Gracias.
Higgs entro y Barrie salio, cerrando la puerta detras de el.
– ?Que hay?
– Estaba usted preocupado por el hecho de que Alexander Cabrera fuera a asistir al Foro Economico de Davos -dijo Higgs a media voz.
– Si.
– No consta en ninguna lista de invitados, ni tampoco se ha inscrito para asistir a ninguno de los grupos de debate. Sin embargo, hay un
– Continue.
– Bertrand es un solteron de mediana edad que comparte un pequeno apartamento en Zurich con su anciana tia.
– ?Y…?
– El
– ?Como nos lleva esto hasta Cabrera?
– Helilink, una empresa privada de helicopteros con sede en Zurich…
– Ya se que es Helilink, ?que pasa con ellos?
– La empresa ha sido contratada para proporcionar un servicio de helicopteros bimotores desde Zurich hasta el
– Entiendo. -Kitner giro lentamente en su butaca, luego se levanto y anduvo hacia la ventana que tenia detras de el para contemplar su jardin, ahora desnudo en pleno enero.
De modo que sus temores no habian sido solo confirmados, sino que se habian vuelto mucho mas oscuros. Habia sido Cabrera quien le provoco en el Crillon sobre Davos, pero su objetivo habia sido mas que mofarse. Cabrera le estaba diciendo a Kitner que estaba al tanto de lo que iba a suceder. Ahora Higgs le confirmaba que estaria alli cuando lo hiciera.
Eso dejaba muy pocas dudas de que la baronesa tambien se encontraria alli.
Lo que originariamente habia sido concebido por un profesor suizo de gestion de empresas como una especie de reunion anual de expertos y lideres empresariales europeos para intercambiar ideas sobre comercio internacional, en la aislada localidad alpina de Davos, se habia convertido en una cumbre espectacular de lideres politicos y economicos internacionales en la que, basicamente, se decidia el futuro a escala mundial. Este ano no seria distinto, excepto por el hecho de que el presidente ruso, Pavel Gitinov, tenia previsto hacer un importante anuncio sobre el futuro de la nueva Rusia en un mundo cada vez mas electronico y global. Y Kitner, con su enorme experiencia y alcance en el mundo de las comunicaciones, iba a ser una pieza clave en lo que ese futuro deparaba.
Esto era lo que le preocupaba, y mucho.
Cabrera estaba al tanto del anuncio, y se trataba de una informacion que solo podia haber venido de la propia baronesa. Como se habia enterado ella era otro tema, porque se trataba de un asunto secreto, una decision tomada hacia tan solo unos dias antes en una reunion a la que asistieron Kitner, el presidente Gitinov y unos cuantos lideres rusos, celebrada en una mansion privada a orillas del mar Negro. Pero ese «como» no importaba demasiado. El hecho era que lo sabia, y Cabrera tambien, y que ambos estarian en Davos cuando el anuncio tuviera lugar.
De pronto, Kitner se volvio a mirar a Higgs:
– ?Donde esta Michael?
– En Munich, senor. Y manana en Roma. A ultima hora del dia se reunira con usted, su esposa y sus hijas en Davos.
– ?Llevan las medidas de seguridad habituales?
– Si, senor.
– Doblelas.
– Si, senor.
– Gracias, Higgs.
Higgs hizo un gesto vehemente de asentimiento antes de dar media vuelta y salir de la estancia.
Kitner lo observo marcharse y luego se acerco a su mesa y se sento, totalmente concentrado en la baronesa y Cabrera.
?Que se proponian, en el nombre de Dios? La baronesa tenia casi tanto dinero y tanta influencia como el. Cabrera se habia convertido en un hombre de negocios triunfador. El hecho de que Neuss y Curtay estuvieran