– Si, senor -le contesto la voz de Barrie, y Kitner lo oyo marcar un codigo rapido en su teclado. En cuestion de segundos su jefe de seguridad se puso al telefono:
– Higgs, senor.
– Quiero saber donde estan ahora mismo Alexander Cabrera y la baronesa. Cuando los encuentre, pongalos bajo vigilancia de inmediato. Utilice todos los hombres que considere necesarios. Quiero saber donde van, con quien se encuentran y lo que hacen. Hasta nueva orden, quiero saber exactamente donde estan las veinticuatro horas del dia.
– Llevara un poco de tiempo, senor.
– Pues entonces no lo malgaste. -Kitner colgo. Por primera vez desde el asesinato de su hijo Paul, se sentia presa del panico y vulnerable. Si se estaba comportando con locura o paranoia, no importaba: se enfrentaba a una loca.
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– Hableme de Kitner. -Nick Marten se inclinaba sobre el pequeno escritorio de Kovalenko, con toda su atencion concentrada en el ruso-. Es un Romanov pero no utiliza el nombre. Y tiene un hijo que vive en Argentina y que utiliza un apellido espanol.
Kovalenko se sirvio un dedo mas de vodka en el vaso y lo dejo reposar.
– Kitner se divorcio de la madre de Cabrera antes de que este naciera, y en el mismo ano se caso con su actual esposa, Luisa, prima del rey Juan Carlos de Espana. Catorce meses mas tarde, la madre de Cabrera se ahogo en un accidente naval en Italia y…
– ?Su madre? ?Quien era?
– Cuando Kitner la conocio estudiaba en la universidad. En cualquier caso, a su muerte, su hermana se convirtio en su tutora legal. Poco despues, la hermana se caso con un filantropo frances, aristocrata y muy rico. Mas tarde, cuando Cabrera entraba justo en la adolescencia, se lo llevo a vivir en una hacienda que tenia en Argentina. El mismo adopto el apellido Cabrera, supuestamente en honor al fundador de la ciudad de Cordoba.
– ?Por que Argentina?
– No lo se.
– ?Sabe Cabrera que Kitner es su padre?
– Eso tampoco lo se.
– ?Sabe que es un Romanov?
– Lo mismo le digo.
Marten miro a Kovalenko unos instantes y luego senalo el ordenador portatil del ruso.
– Tiene un buen disco duro; ?mucha memoria?
– ?Que quiere decir?
– Si, como ha dicho, era a Kitner a quien Raymond pretendia matar, probablemente tenga usted un archivo sobre el en su base de datos, ?no es cierto?
– Si.
– Y probablemente contenga todo tipo de informacion, tal vez hasta fotos de Kitner y su familia. Y puesto que Cabrera pertenece a esa familia, puede que ademas tenga una foto de el. Si nos creemos las notas de Halliday, podemos suponer que se ha sometido a una operacion de cirugia plastica. Tal vez severa, tal vez no. Se que tenemos una foto de Raymond; si usted tiene una de Cabrera -Marten sonrio solo un poco- las comparamos y vemos si cuadran.
– Parece usted convencido de que Raymond Thorne y Alexander Cabrera son la misma persona-Y usted parece convencido de lo contrario. Hasta si fueran tan distintos como el dia y la noche, al menos me podria hacer una idea del aspecto de Cabrera. Es una pregunta sencilla, inspector. ?Tiene usted una foto de Alexander Cabrera o no?
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Las calles de Paris estaban casi desiertas y casi intransitables por la fuerte nevada cuando Octavio giro con el Alfa Romeo por la avenida Georges V y se puso a buscar la casa del numero 55.
Sentada detras de el, la gran duquesa Catalina miro a su hijo, y luego a su madre, sentada en medio de ellos. Su mirada se perdio luego por las calles cubiertas de nieve. Esta seria la ultima vez que viajaban de esa manera -anonimos, en un coche anodino, casi como si fueran fugitivos.
Al cabo de dos horas, tres como mucho -si los miembros de la familia que apoyaban al principe Dimitri levantaban una voz demasiado alta sobre los seguidores de su hijo y la obligaban a presentar las cartas de apoyo que llevaba del presidente de Rusia, del alcalde de San Petersburgo y del alcalde de Moscu, la carta con sus paginas anexas con las firmas de los trescientos miembros de la Duma del Estado y, el golpe de gracia, la carta personal de Su Santidad Gregorio II, el patriarca sagrado de la Iglesia ortodoxa rusa- triunfaria y el gran duque Sergei se convertiria en el
– Ya casi hemos llegado, Alteza. -Octavio redujo la velocidad. Delante, a traves de la nieve, podian divisar las luces brillantes y las barreras y los policias que vigilaban.
Con expresion distraida, la gran duquesa Catalina se toco el cuello y luego se miro las manos. Deseo haberse sentido lo bastante segura como para llevar los anillos de diamantes, el collar y los pendientes de rubies y esmeraldas, los brazaletes de oro y brillantes que debian llevarse en una ocasion como aquella. Deseo, tambien, haber llevado un abrigo de elegantes pieles en vez del abrigo de lana de viaje que se vio obligada a vestir bajo las actuales circunstancias… vison, marta cibelina o armino, el tipo de abrigo adecuado para los miembros reales de la familia imperial Romanov. Un abrigo y unas joyas apropiados para el personaje en el que estaba a punto de convertirse y cuyo nombre la llamarian a partir de entonces. Nunca mas la gran duquesa, sino la
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Nick Marten se inclino sobre Kovalenko mientras el ruso ponia la foto de la ficha de la detencion de Raymond tomada por la policia de Los Angeles en la pantalla de su ordenador.
– Ahora ponga la de Cabrera -lo apremio.
Con un clic del raton, la cara de Raymond desaparecio y el detective ruso puso en su lugar una foto digital. Mostraba a un hombre joven, alto, delgado, con una barba cuidada y de pelo oscuro, vestido con traje y corbata y subiendo a una limusina frente a un edificio moderno de oficinas.
– Alexander Cabrera. Es una imagen tomada en la sede de su empresa en Buenos Aires, hace tres