basta.

– Pero el de dentro no sera usted, sino yo, senor Kovalenko.

– Si le sirve de consuelo, si usted se estrella, sin duda yo morire congelado.

Con estas palabras, Kovalenko desengancho su cinturon y abrio la puerta del conductor. Una rafaga de viento se la volvio a cerrar pero el apoyo el hombro y la volvio a empujar.

– Vale, voy a salir. Avance conmigo.

Kovalenko empezo a deslizarse desde detras del volante. Mientras lo hacia, Marten se deslizo cuidadosamente por encima de la consola central, poniendo todo el peso corporal que podia en el lado del conductor. De pronto, el ML crujio y empezo a inclinarse hacia el barranco. Kovalenko volvio a meterse dentro rapidamente, colocando todo su peso al borde de la butaca. El coche se detuvo.

– Madre de Dios -suspiro.

– Quedese donde esta. Me acercare todo lo que pueda.

Con una mano sobre el asiento del conductor y luego bajando sobre su codo con todo el peso corporal que podia, Marten se levanto de la consola y se deslizo hasta el asiento, desplazando las piernas una a una debajo del volante.

Marten miro hacia arriba. Tenia la nariz de Kovalenko a centimetros de la suya. Una repentina rafaga de viento empujo la puerta y a Kovalenko por detras, echandolo encima de Marten. Sus narices chocaron con fuerza y el coche se inclino hacia el barranco.

Entonces Marten empujo a Kovalenko fuera del coche y se inclino todo lo que pudo hacia el. Este movimiento basto; el ML corrigio su inclinacion.

– Levantese y cierre la puerta -dijo Marten.

– ?Como?

– Levantese y cierre la puerta. Con cuidado.

Kovalenko se levanto de la nieve como un fantasma.

– ?Esta seguro?

– Si.

Marten observo a Kovalenko cerrar la puerta y luego apartarse. Lentamente, miro a traves del parabrisas, mas alla de las escobillas limpiadoras. Delante de el, los faros del coche iluminaban nada mas que superficie blanca. Resultaba imposible de saber si el terreno que habia delante subia, bajaba o era totalmente recto. Lo unico que sabia era que no debia girar a la derecha.

Respiro hondo y miro a Kovalenko, que lo miraba a su vez desde el exterior. Este tenia el cuello levantado, y el pelo y la barba cubiertos de nieve.

Marten volvio a concentrarse. Puso la mano sobre el cambio de marchas y lo puso en Drive, y luego, con el maximo cuidado, apreto el acelerador. Se oyo un suave gemido mientras el motor empezaba a revolucionarse y sintio como las ruedas empezaban a girar. Por un momento no ocurrio nada. Luego sintio un levisimo tiron, cuando las ruedas empezaron a agarrarse, y el ML avanzo un poco. Dos palmos, tres, y luego las ruedas empezaron a girar sobre la gruesa capa de nieve. Dejo de dar gas y el vehiculo se volvio hacia atras. Piso el freno. El coche patino y luego se detuvo.

– Calma -dijo-, calma.

De nuevo piso el acelerador, y de nuevo el vehiculo avanzo un poco. Las ruedas se agarraron levemente al suelo y volvieron a rodar sobre ellas mismas. Entonces Marten vio a Kovalenko avanzar y desaparecer detras del coche. Miro por el retrovisor y vio al ruso tirarse lateralmente contra la puerta trasera del ML.

En aquel instante Marten piso el acelerador y abrio un poco la ventana.

– ?Ahora! -grito, pisando el acelerador. Las ruedas giraron. Kovalenko empujaba con todas sus fuerzas. Finalmente Marten sintio que las ruedas se agarraban al suelo y el coche empezaba a avanzar. Esta vez no se detuvo. Ahora iba mas rapido, subiendo en linea recta por encima de un palmo de nieve. Volvio a mirar por el retrovisor. Kovalenko iba detras de el, corriendo por encima del camino surcado que dibujaba el vehiculo. Cinco segundos. Otros cinco mas. El coche estaba acelerando. Y entonces Marten vio la inmensa barrera de nieve con los faros. Desde su angulo, parecia al menos tan alta como el coche, tal vez mas. Determinar su solidez o si era una pila de nieve, o una roca grande cubierta de nieve, resultaba imposible, pero ahora no podia parar y arriesgarse a resbalar hacia atras. La unica alternativa que tenia era tirarse contra la pared todo lo rapido y fuerte que pudiera y esperar que el coche cruzara al otro lado de la misma.

Medio segundo y piso el gas hasta el fondo. El ML salio disparado hacia delante. Dos segundos, tres. La pared estaba justo delante y la golpeo con toda su energia. Por un instante quedo todo a oscuras. Luego traspaso y volvio a encontrarse en la carretera.

Respiro hondo y bajo la ventanilla del todo. Por el retrovisor exterior vio a Kovalenko remontar corriendo la pendiente y pasar a traves del boquete abierto en la pared de nieve que tenia detras. Con el pecho agitado, la humareda de su respiracion saliendole de las narices, todo el cubierto de nieve, gritaba victorioso y agitaba los punos al aire. Con la luz roja de los faros traseros parecia un enorme oso danzarin.

74

Paris. La misma hora, viernes, 17 de enero, 00:40 h

El zarevich Peter Kitner Romanov se cubrio los oidos para protegerse del ruido atronador del helicoptero ruso bimotor de ataque, un Kamov 32, que despegaba de una zona protegida del aeropuerto de Orly bajo un fuerte viento y una nieve cegadora.

Delante de el iba el coronel Stefan Murzin, del Federalnaya Slujba Ohrani, el FSO, su guardaespaldas personal y uno de los diez agentes de seguridad presidencial que se lo habian llevado desde la residencia del numero 151 de la avenida Georges V en la tercera de cuatro limusinas identicas que aguardaban frente a la entrada de servicio. Los coches habian partido de inmediato y se dirigieron bajo la fuerte ventisca de nieve, cruzando el cordon de policia francesa y en fila india, hasta el otro lado del Sena y a lo largo de catorce kilometros de calles desiertas y nevadas hasta llegar a una zona acordonada en el aeropuerto de Orly, en aquel momento cerrado por la tormenta.

Alli los esperaban dos Kamov 32, con los motores en marcha y los rotores rodando lentamente. Al instante en que la limusina de Kitner se detuvo, sus puertas se abrieron y el coronel Murzin guio al zarevich y a cuatro agentes del FSO armados hasta los dientes hasta el primer helicoptero. A los pocos segundos estaban a bordo, las puertas se cerraron y los rotores se aceleraron, con un Murzin de mandibula cuadrada y ojos negros que se ocupaba personalmente de colocar el arnes del zarevich. Luego Murzin se ato su propio arnes y, a los pocos segundos, los dos helicopteros estaban en el aire.

Murzin se reclino:

– ?Esta usted comodo, zarevich?

– Si, gracias -asintio Kitner, para mirar luego a las caras del resto de hombres que lo protegian. Hacia muchos anos que tenia guardaespaldas personales, pero nunca habian sido como estos. Eran todos antiguos miembros de las fuerzas de elite rusas de Operaciones Especiales, la spetsialnoe naznacheine, o Spetsnaz. Todos se parecian a Murzin: eran jovenes, musculosos y muy en forma, con el pelo cortado al cero. Desde el instante mismo que Kitner habia sido proclamado zarevich y habia hecho una reverencia a los demas a modo de aceptacion formal, se habia convertido en propiedad de ellos. En un santiamen, Higgs habia sido apartado al fondo y ahora su unica mision era informar a los altos ejecutivos de MediaCorp que habian de saber que su jefe habia tenido que ausentarse por «motivos personales» pero que estaba bien y regresaria al cabo de unos dias. Al mismo tiempo, el resto de miembros de la familia Romanov tuvo que jurar guardar el secreto. Pedir que hicieran lo mismo a todo el personal que habia servido la cena no fue necesario: eran todos agentes de la FSO.

Para la seguridad personal del zarevich y debido a la importante magnitud historica de lo que estaba a punto de ser revelado -que Alexei Romanov habia efectivamente sobrevivido a la masacre de

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