dentro de su abrigo. El oficial asintio y Kovalenko hurgo cuidadosamente en el bolsillo del pecho para sacar el pase que el inspector Beelr, de la Policia Cantonal, les habia facilitado al salir de Zurich.
– Me temo que esta fuera con los ninos de los Rothfels, senor Marten -dijo Cabrera, con la maxima cortesia.
Inmediatamente, Marten concentro toda su atencion en la voz y la manera de hablar de Cabrera. Escuchaba cualquier cosa reconocible, pero no habia nada. Tenia que hacerlo hablar mas, decir mas cosas.
– Estoy de camino a Davos, ahora mismo. Me gustaria mucho ver a Rebecca cuando llegue. Tal vez podria usted…
– ?Puedo llamarle Nicholas, senor Marten?
– De acuerdo.
Alexander se volvio de la ventana y se dirigio hasta una mesa de despacho grande. En aquel momento la baronesa se encontraba en la planta baja, en un comedor privado, disfrutando de un almuerzo con el alcalde de Moscu, el ministro de Defensa de la Federacion Rusa y Gregorio II, el Gran Patriarca de la Iglesia rusa ortodoxa. Les contaba con todo detalle lo elegante que se habia mostrado Peter Kitner al firmar su abdicacion por el bien de Rusia, y las ganas que tenia de reunirse mas tarde con ellos aquella noche, cuando Pavel Gitinov, el presidente de Rusia, llegaria para cenar.
– Creo que lady Clementine Simpson… ?como lo diria?, ha levantado la liebre, y usted ya sabe que Rebecca y yo planeamos casarnos.
– Si.
– No pretendia crear un escandalo, Nicholas, ni parecer descortes al guardar el secreto, pero nuestra relacion ha sido mantenida al margen de casi todo el mundo por razones mas bien complicadas.
Marten no detectaba nada que le resultara familiar en la manera de hablar de Cabrera. Tal vez fuera el quien estaba loco. Tal vez Kovalenko tuviera razon y Cabrera no tuviera nada que ver con Raymond.
– ?Por que no vienes a la finca, Nicholas? No solo podras ver a Rebecca sino que asi nos conoceremos. Ven a cenar y quedate a pasar la noche, por favor. Tenemos unos invitados muy interesantes.
Marten vio a Kovalenko haciendo gestos de asentimiento al comandante suizo y luego los dos se dieron la mano, los comandos bajaron las armas y Kovalenko se dirigio de nuevo hacia el coche.
– El
– Yo tambien.
– Estupendo. Nos vemos esta noche, pues.
Se oyo un clic al colgar Cabrera. Eso fue todo. Ni adios, nada mas. Sencillamente, una invitacion cortes a cenar y a pasar la noche. Era lo ultimo que Marten se hubiera esperado.
86
Las sombras alargadas de la tarde cruzaban el valle de Davos a medida que Marten dirigia el ML por la Promenade, la calle principal de Davos, y se detenia detras de una larga cola de taxis y limusinas. Hombres y mujeres con trajes de oficina y abrigos llenaban las aceras, hablando entre ellos o por sus telefonos moviles y aparentemente inalterados por la nieve que cubria el suelo, por la abundancia de patrullas de policia o por los soldados con boina y con rifles semiautomaticos. Ningun rincon parecia ya del todo seguro, ni siquiera para la gente mas rica y poderosa del mundo, secuestrados en una ciudad fortificada en medio de los Alpes suizos. Sin embargo, ellos habian aceptado vivir rodeados de patrullas armadas como normalidad, y si aqui habia peligro habian elegido ignorarlo.
– Siete kilometros pasado el nucleo urbano y luego giren a la derecha cuando lleguen a una escultura de piedra en forma de piramide en la que hay grabado el nombre Enkratzer -les dijo un policia-. No tiene perdida, la piedra tiene treinta metros de altura. Ademas, hay dos coches blindados llenos de comandos apostados a la entrada.
– ?Como piensa justificar mi presencia? -pregunto Kovalenko, mientras Marten sorteaba el trafico urbano. El ruso podia haber recibido la orden de regresar a Moscu, pero ni el ni Marten habian vuelto a mencionar el asunto.
– Soy el invitado de Cabrera y.usted es mi companero de viaje. Seria descortes no admitirnos a los dos.
Kovalenko sonrio levemente y desvio la vista. A los pocos minutos habian salido del animado centro urbano y se encontraban a la sombra de un bosque de coniferas, para aparecer rapidamente en medio de la belleza de postal de la extension rural que formaba el valle de Davos. Lo bordeaban mucho mas arriba, a ambos lados, los picos cubiertos de nieve de los Alpes, con cumbres llamadas Pischa, Jakobshorn, Parsenn y Schatzalp/Strela.
La nieve derretida empezaba a endurecerse sobre el asfalto. Pronto se congelaria hasta formar una capa solida que la convertiria en una traidora y casi invisible pista de hielo negro.
Marten solto un poco el acelerador y sintio que los neumaticos se agarraban mejor al asfalto. Luego miro a Kovalenko. Estaba en silencio y seguia mirando por la ventana, y Marten sabia que estaba preocupado. Al elegir deliberadamente desobedecer la orden de volver a Moscu se habia colocado en una situacion dificil, mas dificil a medida que avanzaba el tiempo. La pregunta era, ?por que lo hacia? En su corazon, ?creia realmente que Cabrera era Raymond y no lo contrario, como le habia dicho antes? O, quiza, sencillamente no estaba seguro y se negaba a estar tan cerca y no comprobarlo. O… ?tenia algo que ver con su propia agenda? De ser asi, ?trabajaba para, o con alguien mas? Alguien lo bastante importante como para arriesgarse a desobedecer ordenes de su propio departamento, tal vez.
De pronto le vino a la cabeza otra cosa. No sabia por que no lo habia pensado antes.
– Londres -le dijo, de pronto, a Kovalenko-. El anuncio de quien era Kitner y la noticia de que era el futuro zar de Rusia, ?debia tener lugar en Londres el mismo dia, o al dia siguiente, de su investidura como caballero?
– No. Era algo demasiado importante como para hacerlo a la estela de lo otro. El anuncio debia producirse varias semanas mas tarde.
– ?Varias semanas?
– Si.
Marten lo miro.
– El 7 de abril.
– Si.
– En Moscu.
– Esta informacion era altamente privilegiada. ?Como lo sabia usted? -Kovalenko estaba estupefacto.
– Por la agenda de Halliday -mintio Marten, protegiendose rapidamente-. Tenia anotadas la fecha y el lugar, pero con un gran signo de interrogacion al lado, como si no supiera que significaba o a que hacia referencia.
– ?Y como es posible que Halliday la supiera?
– No tengo ni idea -volvio a mentir Marten, antes de volverse para buscar con la mirada el desvio hacia la Villa Enkratzer. Luego se le ocurrio otra cosa. Cabrera habia alquilado la finca de Davos justo antes del anuncio. ?Habia planeado lo mismo para Londres? Pero no una finca, sino una elegante residencia privada… en el numero 21 de Uxbridge Street y cerca de la embajada rusa. Ademas, Raymond habia anotado en su agenda, justo debajo del apunte
De pronto Marten volvio a dirigirse a Kovalenko. Y de nuevo para mentirle.