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A traves de los arboles, a medida que Marten se iba acercando, la Villa Enkratzen parecia, y era, enorme. Iluminada vivamente bajo el cielo nocturno, la vasta estructura de cinco plantas, de piedra y madera, parecia tanto una fortaleza como una esplendida mansion, o como en este caso, una embajada oculta en medio de los Alpes.

Las banderas de cincuenta naciones distintas ondeaban con el fuerte viento desde sus mastiles clavados en el centro de la entrada de vehiculos cuando el ML llego. Mientras Marten trataba de encontrar el lugar adecuado para dejar el vehiculo pudo ver seis limusinas negras estacionadas a la izquierda de la puerta principal, y ahora, con una mirada rapida por el retrovisor vio que habia mas que subian por el sendero, detras de ellos. Apenas parecia un sitio adecuado para las correrias de Raymond. Pero, en realidad, no era Raymond, ?no? El hombre que estaba aqui era Alexander Cabrera.

Por un lado era tan facil como esto. Un hombre de negocios internacional se presenta al hermano de la prometida. Pero a otro nivel, infinitamente mas peligroso, estaba la idea de que Cabrera y Raymond eran uno y el mismo. Y si esto era cierto, tanto el como Rebecca corrian un grave peligro, porque lo que acababa de hacer era meterse en una trampa cuidadosamente concebida.

Una docena de hombres ataviados con trajes oscuros y guantes blancos los esperaban a la entrada mientras Marten acercaba el coche. De inmediato, las puertas se abrieron y Kovalenko y el fueron recibidos como si pertenecieran a la realeza y guiados hasta el interior de la mansion, mientras detras de ellos se llevaban el ML.

Dentro, otro recepcionista de traje oscuro y guantes blancos les dio la bienvenida mientras entraban en el imponente vestibulo de dos plantas de altura de la mansion, con los suelos y las paredes de pizarra negra pulida. Frente a ellos, al fondo, unos enormes troncos crepitaban en una enorme chimenea de piedra, mientras que mas arriba colgaban las banderas de los veintitres cantones suizos de una hilera de solidas vigas de roble. A derecha e izquierda unos arcos goticos llevaban a largos pasadizos, cuyos accesos estaban protegidos a ambos lados por brillantes armaduras antiguas.

– Por aqui, senores -les dijo su ayudante, que los condujo por el pasillo de la izquierda. A medio camino los guio hacia la derecha y por otro pasillo, y luego otro, pasando frente a una serie de puertas que parecian ser habitaciones de invitados. Un poco mas alla se detuvo frente a una de las puertas y la abrio con una llave electronica-. Su habitacion, senores. Hay ropa de noche en los armarios. Disponen de un bano con ducha de vapor y todo tipo de productos de aseo. Hay un bar completo en este armario. La cena se servira a las ocho. Si necesitan cualquier cosa -les senalo un telefono de varias lineas colocado sobre un escritorio antiguo-, sencillamente llamen a la operadora. -Con esto les hizo una reverencia y se retiro, cerrando la puerta detras de el. Eran exactamente las cinco y cuarenta y dos minutos de la tarde.

– ?Ropa de noche? -Kovalenko se dirigio hasta las dos grandes camas de matrimonio sobre las cuales les habian preparado un esmoquin para cada uno, con sus correspondientes camisas, zapatos y pajaritas.

– Puede que Cabrera supiera que veniamos -dijo Kovalenko-. Pero no sabia nada de mi y, en cambio, tenemos ropa de noche preparada para los dos, y de la talla correcta.

– Quizas el comando del ejercito suizo que nos ha dejado entrar les haya pasado la informacion.

– Puede ser. -Kovalenko se acerco a la puerta y la cerro, luego se saco el rifle Makarov automatico del cinturon, comprobo el cargador y lo guardo-. Debe usted saber que cuando estabamos en Zurich puse el disquete y el billete de avion del detective Halliday en un sobre dirigido a mi esposa en Moscu. Le dije al inspector Beelr que con las prisas de la investigacion habia olvidado mandarle una nota de aniversario y le pedi que lo mandara de mi parte. Alli estaran mas seguros que aqui con nosotros.

Marten lo miro.

– Lo que quiere decir en realidad, Yuri, es que ahora tiene usted todas las cartas.

– Senor Marten, tenemos que confiar el uno con el otro. -Kovalenko miro la ropa de noche preparada-. Le sugiero que nos preparemos para la velada y, mientras tanto, decidamos que hacer con Cabrera y como…

Unos golpes repentinos a la puerta interrumpieron a Kovalenko y los dos hombres levantaron la vista.

– ?Cabrera? -dijo Kovalenko en voz baja.

– ?Un segundo! -dijo Marten, y luego miro a Kovalenko y bajo la voz-. He de encontrar a mi hermana y asegurarme de que esta bien. Lo que me gustaria que hiciera usted es conseguir las huellas de Cabrera sobre alguna superficie dura, un vaso, un boligrafo, hasta una postal, cualquier cosa pequena que podamos llevarnos sin levantar sospechas y en la que las huellas queden claras, no borrosas.

– Tal vez un menu de la cena -dijo Kovalenko con una sonrisa.

La persona que llamaba a la puerta volvio a insistir y Marten se acerco a la puerta y la abrio.

Un hombre delgado y muy en forma, con el pelo afeitado al cero, estaba ante la puerta. Iba vestido formalmente, igual que los otros miembros del servicio, pero ahi acababa la comparacion. Su manera de comportarse y la intensidad de su presencia llevaban una etiqueta: autoridad.

– Buenas tardes, caballeros -dijo, con acento ruso-. Soy el coronel Murzin, del Federalnaya Slijba Ohrani. Estoy al mando de los equipos de seguridad.

90

18:20 h

Nicholas Marten ignoraba adonde habia ido Kovalenko. Murzin habia dicho simplemente que deseaba cambiar impresiones a solas con Kovalenko y que Marten habia de prepararse para la velada con normalidad. El momento fue delicado e incomodo, pero luego Kovalenko accedio y acompano a Murzin, y Marten hizo lo que le indicaban.

Ducharse. Afeitarse. Mirarse al espejo. Y oir las palabras de Kovalenko, «decidamos que hacer con Cabrera y como»… el anadio «hacerlo». El resto de la frase de Kovalenko se habia perdido con la inesperada irrupcion de Murzin.

Rebecca estaba en alguna parte de aquel edificio. Donde, exactamente, seria dificil de determinar sin la ayuda de Cabrera. De pronto, Marten se dio cuenta de que no habia hablado con ella ni una sola vez, simplemente habia sabido por Cabrera que se encontraba alli. Y tal vez no fuera cierto.

Envuelto en la toalla de bano, Marten volvio a la habitacion y cogio el telefono.

– Oui, monsieur -respondio una voz masculina.

– Soy Nicholas Marten.

– Digame, senor.

– Mi hermana Rebecca esta aqui con los Rothfels. ?Podria ponerme, por favor, con su habitacion?

– Un momento, por favor.

Marten aguardo con la esperanza de hablar finalmente con ella, con la esperanza de que el telefono no sonara de la manera interminable en que lo hizo en el hotel Crillon de Paris, cuando al final tuvo que ir personalmente y convencer al recepcionista de quien era y de que accediera a llevarlo hasta su habitacion. De pronto se le ocurrio que por eso se habia retrasado, por eso Rebecca le aparecio en albornoz y con el pelo recogido y un poco bebida. No porque hubiera estado en la banera, sino porque habia estado con Cabrera. Puede que el tuviera una suite en el Ritz, pero habia estado todo el tiempo en el Crillon con ella.

– Buenas tardes, Nicholas. -La voz calida y con acento frances de Alexander Cabrera sono por el hilo telefonico-. Que contento estoy de que hayas venido a reunirte con nosotros. ?Quieres subir a la biblioteca, por favor? Mandare a alguien para que te acompane.

– ?Donde esta Rebecca?

– Estara aqui cuando llegues.

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