– El nombre del revisor era James Lynch, de Flagstaff, Arizona.

– Ford se acabo el cafe que tenia en la taza-. Era empleado de Amtrak desde hacia diecisiete anos.

Barron asintio con la cabeza. Los detalles sobre lo que habia ocurrido en el tren Southwest Chief y los nombres de los implicados, que hasta entonces no habian trascendido a la prensa hasta que la investigacion estuviera mas avanzada y se hubiera notificado a las familias correspondientes, eran lo que le habia prometido a Ford cuando este lo llamo a casa un poco despues de las once. Barron estaba despierto, miraba la tele y se habia pasado las ultimas horas barruntando como dejar la brigada y marcharse de Los Angeles; preguntandose adonde ir y cual era la mejor manera de hacerlo para Rebecca. La llamada a su psiquiatra, la doctora Janet Flannery, todavia no le habia sido devuelta, y cuando el telefono sono penso que seria ella. Pero era Dan Ford, que lo llamaba para ver como estaba despues de su primera jornada real con el batallon, y luego preguntarle si podian hablar sobre lo ocurrido.

Queria preguntarle a Ford si habia hablado con Lee o Halliday o alguno de los otros, pero se reprimio. Dan Ford era su mejor amigo y en algun momento deberia hablar con el. Y si Ford estaba dispuesto a separarse un rato de Nadine, su coqueta esposa francesa a la cual despues de dos anos de matrimonio seguia llamando «novia» y tratando como tal, este era un momento tan bueno como cualquier otro. Ademas le ayudaria a no pensar mas en la cobertura periodistica del dia despues de los asesinatos en el tren y de la persecucion y muerte de Frank Donlan, que parecia estar en todos los canales de television. Habia visto el tren parado en medio de las vias y las bolsas con los cadaveres de Bill Woods y del revisor un monton de veces. Habia visto el garaje y el Ford con Halliday al volante, a el mismo sentado en el asiento de atras al lado de Raymond, saliendo por entre el ejercito de periodistas y fotografos; habia visto el furgon del forense con el cadaver de Donlan en el mismo escenario; a Red McClatchy en Parker Center junto al jefe de policia, Louis Harwood, mientras Valparaiso reiteraba el cuento del «suicidio» de Donlan frente a las camaras: la version de Marty que se convertiria de inmediato en la version oficial, como Barron sabia.

– El supuesto rehen se ha identificado como… -Ford volvio a consultar sus notas- Raymond Thorne, de Nueva York. Permanece bajo custodia hasta que se pueda verificar su identidad.

– Tiene una audiencia a las ocho y media de la manana -dijo Barron-. Saldra o no, depende de lo que puedan comprobar. -Estaba claro que la orden de Red de guardar silencio sobre el hallazgo del Ruger automatico en la bolsa de Raymond era acatada, porque si alguien fuera del departamento podia saber algo del arma, este era Dan Ford.

Barron miro la taza de cafe que tenia entre las manos. Hasta ahora habia hecho lo correcto, le habia dado a Ford la informacion que podia darle, sin dejar que sus emociones se apoderaran de el. Pero no sabia cuanto tiempo lo aguantaria. Se sentia como un drogadicto: si no recibia pronto una dosis se volveria loco. En este caso, la dosis consistiria en mirar a Ford a los ojos y contarselo todo.

Periodista o no, Dan Ford era la unica persona en el mundo para quien no tenia secretos, la persona que, desde que murieron sus padres, lo habia cuidado como un hermano, hasta cuando Ford se marcho a la otra mitad del pais, a la Universidad de Northwestern.

Incluso entonces, con tanta distancia de por medio, Ford lo siguio ayudando, investigando con Barron la marana inverosimil de instituciones estatales y locales, companias de seguros y organizaciones varias para que Rebecca pudiera quedarse en Saint Francis y para poder financiar su carisima y permanente psicoterapia.

Y lo hizo todo sin ningun resentimiento ni malicia hacia el amigo que le habia provocado la perdida de un ojo cuando eran pequenos, cuando a los diez anos convirtieron un trozo de tuberia en un lanzador de cohetes, llenandolo de clavos y usando dos potentes petardos ilegales como propulsion. Un excitado John Barron habia encendido los petardos antes de hora, lo cual hizo estallar la ventana de un vecino a dos manzanas e impulso uno de los clavos hacia atras, que se clavo directamente en la pupila derecha de Dan. El infierno que tuvieron que pagar por esta gamberrada fue pagado con la mitad de la vista de su mejor amigo.

Ahora, dieciseis anos despues de aquella tarde funesta, aqui estaban, reunidos en la mesa trasera de una cafeteria nocturna de Sunset Boulevard cerca de las dos de la madrugada. Y se suponia que a las ocho Barron debia presentarse en Parker Center para redactar el informe del supuesto suicidio de Frank Blanquito Donlan… Barron necesitaba el apoyo de Dan Ford, probablemente mas que nunca en su vida, y deseaba mas que nada en el mundo contarselo todo.

Pero no podia.

Lo supo desde el momento en que entro en la cafeteria y vio a Ford esperandolo. En aquel instante se dio cuenta de que, si compartia la informacion que albergaba en su interior, pondria a Ford en el mismo dilema en que estaba el. Una vez Dan Ford lo supiera, la amistad prevaleceria por encima de su profesionalidad y le guardaria el secreto. Pero con su silencio, el mismo se convertiria tambien en complice.

El hecho de que Barron tuviera la intencion de abandonar la brigada no importaba. En aquel momento seguia siendo policia y miembro de la misma, y debido a lo que representaban la brigada y el propio Red McClatchy, si la verdad de lo que habia ocurrido salia algun dia a la luz, el escandalo seria colosal y cualquiera, aunque estuviera remotamente implicado con el acusado, estaria bajo el foco del escrutinio publico. Periodistas, fiscales y legisladores removerian hasta la ultima piedra, y no habia ningun periodista en Los Angeles ni ningun detective de la Division Central que no estuviera al tanto de la amistad entre Barron y Ford. Hasta una television local habia hecho un pequeno reportaje sobre su amistad en las noticias de las seis. Fuera donde fuese que Barron estuviera despues, aquel dia formaba parte de la 5-2 y estaba en el garaje cuando Donlan fue ejecutado, y a Ford le preguntarian que le habia contado Donlan al respecto. Si Ford eludia la pregunta, su elipsis encenderia la luz de alarma y no cabria duda de que el fiscal lo llamaria a contestar a la misma pregunta bajo juramento. Barron conocia a su amigo lo bastante como para saber que, hasta en aquellas circunstancias, le guardaria el secreto. Al negar lo que sabia, Ford estaria cometiendo perjurio y, si se sometia a la Quinta Enmienda, seria lo mismo que declararse culpable. De cualquier forma significaria el final de su carrera, de su manera de vivir, de su futuro. De todo.

De modo que la unica via posible era no darle a Ford mas que la informacion que le habia prometido y luego decirle que estaba muerto de sueno y poner punto y final a aquella reunion, pidiendo la cuenta a la camarera.

– Hablame de Donlan.

– ?Como? -Barron levanto la vista bruscamente.

Ford habia dejado su libreta y lo miraba por encima de la montura de sus gafas:

– Que me hables de Donlan.

Barron sintio como si de pronto se le hundiera el suelo bajo los pies. Se esforzo por mantener la compostura.

– Te refieres a cuando estabamos en el tren.

– Me refiero a cuando estabais en el garaje. Por un lado, erais cuatro detectives y solo un Blanquito Donlan. Y no cuatro detectives cualquiera: McClatchy, Polchak, Valparaiso y tu. Los mejores. Me doy cuenta de que Donlan tenia mucha experiencia con pistolas y esposas, pero ?de pronto salio con un revolver escondido que estos cuatro detectives no habian sabido detectar?

– ?Adonde quieres ir a parar? -Barron lo miro, con la mente y las emociones totalmente trastornadas, igual que se sintio cuando Donlan recibio el tiro.

– Los detalles que me has dado estan disponibles para casi cualquiera en Parker Center. -Los ojos de Dan Ford, el de verdad y el de cristal, se encaramaron hasta clavarse en los de Barron-. Yo estaba alli cuando Halliday te ha sacado del parking en su coche. Ibas sentado en el asiento de atras con ese Raymond como-se-llame. Me has visto pero has desviado la mirada, ?por que?

– Si lo he hecho, no me he dado cuenta. Estaban pasando muchas cosas a la vez.

De pronto, Ford aparto la vista. La camarera se acercaba a ellos cafetera en mano. Ford movio la cabeza para que se marchara y luego volvio a mirar a Barron:

– ?Que estaba pasando, John? Cuentamelo.

Barron queria marcharse enseguida, levantarse y marcharse, pero no podia. De pronto se oyo a si mismo escupir las mismas palabras que Valparaiso habia pronunciado, casi palabra por palabra, las mismas que habian salido por television en boca del jefe de policia, Hardwood.

– Nadie lo sabe. De alguna manera, Donlan se las habia arreglado para llevar una pistola del 22 escondida en los pantalones. Cuando intentamos bajarlo a la calle se deshizo de una de sus esposas y grito «Yo llego hasta aqui», saco la pistola y… ?bang!

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