– Una vez, brevemente.

– ?Como era?

– Alto y fuerte, como si supiera que esperar del mundo.

– Sin embargo, Raymond, o mas bien, nuestro zarevich, le mato.

Marten asintio con la cabeza.

Kovalenko lo observo un instante mas, y luego hablo:

– Bueno, en cualquier caso, es obvio que Halliday otorgaba una gran importancia a la 5-2. Incluso despues de que la brigada fuera desmantelada y el hubiera dejado de ser policia, le importaba lo bastante como para darle sus ultimas energias. Me pregunto si yo haria lo mismo, o si cualquier otro hombre lo haria. ?Que crees, tovarich?

– Soy un estudiante que esta aprendiendo a disenar jardines.

Los disenadores de jardines no suelen enfrentarse a pruebas de este tipo.

– A menos que esten intentando liberar a su hermana de un loco.

Marten tomo un sorbo de te y se apoyo en el respaldo. Ahora era el quien observaba a Kovalenko.

– ?Para quien trabajas? -le pregunto, finalmente.

– Para el Ministerio de Justicia, ?para quien te crees?

– No, tovarich, ?para quien trabajas realmente?

Kovalenko volvio a sonreir:

– Voy a trabajar, me pagan, trato de no hacer demasiadas preguntas. Eso solo me trae problemas.

Marten tomo otro sorbo de te y aparto la vista. Mas adelante podia ver los grandes motores Skoda hechos en la Republica Checa que arrastraban al enorme tren por una curva cerrada, el clic-clic regular de las ruedas que se oian mucho mejor por la escasa velocidad. Entonces las vias se hicieron rectas y pudo escuchar un chirrido por la aceleracion, a medida que el tren adquiria mayor velocidad. Eran las 6:45, quedaba una hora y quince minutos para llegar a San Petersburgo.

– Tovarich -Kovalenko se acaricio la barba aposta.

Marten lo miro, intrigado.

– ?Que?

– Una vez que el zarevich descubra que no estas en el hotel, empezara a buscar por otros lugares. El control de pasaportes le confirmara que has entrado en el pais. Mandara a gente a buscarte. Buscaran a alguien que se parezca al tipo de la foto de tu visado.

– Pero buscaran por Moscu.

– ?Tu crees? -Kovalenko volvio a mesarse la barba.

– Crees que deberia afeitarme.

– Y cortarte el pelo.

33

Moscu, Hotel Baltschug Kempinski, 7:20 h

?Donde estaba? ?Donde estaba Marten?

Alexander volvia a estar al telefono hablando con Murzin, ignorando el pitido de su propio movil. Por la cantidad de veces que habia sonado en las ultimas horas sabia que era la baronesa, que exigia saber el motivo por el cual ella y Rebecca habian sido enviadas apresuradamente a Tsarkoe Selo sin advertencia previa y sin una explicacion personal de el.

?Por que seguia sin haber noticias?, le pregunto a Murzin. ?Que problema habia? Era obvio que Marten habia llegado a Moscu; pensaba que su hermana estaba alli, de modo que no habia motivo para creer que habia ido a cualquier otro lugar. ?Tenia que estar en Moscu! ?En algun lugar! Los avtoritet eran unos inutiles. Y tambien el resto de criminales de la calle.

– No les hemos dado el tiempo suficiente, zarevich -dijo Murzin a media voz, para tratar de apaciguar la ansiedad de Alexander-. No fue hasta ultima hora de la noche de ayer que les repartimos la foto. Hoy todavia no ha salido el sol.

– Esto es una excusa, no una respuesta -lo corto Alexander bruscamente, a la manera que habria utilizado la baronesa.

– Os lo prometo, zarevich. Manana a esta misma hora lo habremos encontrado. No hay ninguna esquina en todo Moscu por la que pueda pasar sin ser visto.

Por un largo instante Alexander sostuvo el telefono en silencio, dudando sobre que hacer o decir a continuacion. Quedarse sentado esperando no era una buena solucion, pero ?que mas podia hacer? La mente le iba a toda velocidad. ?Y si, de alguna manera, Marten habia conseguido el numero de movil de Rebecca? Lo unico que tenia que hacer era llamarla. Pero eso era imposible. Le cambiaban el numero cada dia desde que los piratas informaticos la hubieran localizado un par de veces, tratando de conseguir hablar con la nueva zarina. Desde entonces se habia advertido a Rebecca que usara el movil solo para hacer llamadas, y las operadoras de Tsarkoe Selo, ademas de dos secretarios privados, controlaban todas las llamadas entrantes. De modo que no, Marten no podia haberla localizado por telefono. De pronto se le ocurrio otra idea, algo que le provoco un escalofrio por toda la espalda.

– ?Y si… -le dijo a Murzin, casi en un susurro-, no esta en Moscu? ?Y si, de alguna manera, se ha enterado y esta de camino a Tsarkoe Selo?

– Zarevich -trato de tranquilizarlo Murzin-, es imposible que se haya enterado del paradero de la zarina. Y aunque lo supiera, el palacio esta rodeado de FSO. Es imposible ni que consiga colarse en la propiedad, y todavia mas imposible que logre entrar en los apartamentos en los que se encuentra ella.

Los ojos de Alexander se llenaron de furia y empezo a sentir que tenia las palmas de las manos humedas.

– Coronel, no me diga usted lo que Marten es o no es capaz de hacer. Este hombre ha sobrevivido cuando todo el mundo lo juzgaba imposible. Es peligroso y muy astuto. Lo he visto con mis propios ojos. -Alexander sintio un nudo en el estomago y el metronomo que iniciaba de nuevo su compas. Trato de ignorarlo-. Quiero que la busqueda se extienda hasta San Petersburgo y todas las vias, carreteras y senderos que llevan hasta Tsarkoe Selo.

– Desde luego, zarevich -dijo Murzin con voz serena.

– Y quiero que me preparen tambien un helicoptero.

– ?Con que destino, zarevich?

– Tsarkoe Selo.

34

Estacion de Moscu, San Petersburgo, 8:35 h

Marten bajo del tren el cuarto despues de Kovalenko, como si fueran dos desconocidos, y lo siguio hasta el edificio de la estacion en medio del resto de pasajeros. Marten iba recien afeitado y llevaba el pelo mucho mas corto que antes, cortesia del provodnik, el mismo encargado del vagon que se habia asegurado que el samovar estuviera caliente y les habia ofrecido te, y que, por un punado de rublos que Kovalenko le habia puesto discretamente en la mano, les llevo unas hojas de afeitar, una pastilla de jabon, un par de tijeras y un espejo de mano hasta el compartimiento. El resto habia sido obra del propio Marten, hecha sobre el lavamanos de uno de los pequenos lavabos del vagon. Su peinado no era para ganar ningun premio, pero sin barba y con el pelo corto identificarlo a partir de su foto del visado resultaba practicamente imposible.

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