encontraba ahora en San Petersburgo, tal vez hasta de camino al palacio, lo mas evidente era sencillamente volver a sacarla del palacio y llevarla de vuelta a Moscu. El motivo, ademas, era tambien evidente: los habian invitado a tomar el te con el Presidente a las seis de la tarde, y que mejor manera de mostrarse humilde con el Presidente que hacerse acompanar por la bella y encantadora novia.
Era una idea que la baronesa captaria enseguida. Suavizaria su furia de inmediato y al mismo tiempo alejaria a Rebecca del alcance de su hermano. Ademas todo sucederia rapidamente porque tendrian que marcharse casi tan pronto como llegara, para estar de vuelta a Moscu a tiempo para vestirse y asistir al te presidencial.
Alexander miro a Murzin y luego al paisaje ruso que sobrevolaban; extensiones enormes de tierra todavia virgen interrumpida aqui y alla por rios, lagos o bosques, y alguna carretera o via de tren. Rusia era un pais enorme, y sobrevolarlo de aquella manera daba todavia mas la impresion de inmensidad. Pronto Rusia absorberia toda su energia y el iria modificandola poco a poco, a medida que se convertia en su soberano supremo.
Sin embargo, a pesar de todos sus planes, a pesar de todo lo que ya estaba en movimiento, quedaba todavia el problema de Marten. Alexander debio haberlo matado en Paris, cuando tuvo la oportunidad de hacerlo. O antes de Paris, deberia haber ido a su apartamento de Manchester a matarlo. Pero no lo hizo por Rebecca.
Aquella manana, cuando salio de la ducha que se habia dado aposta con agua fria, habia visto su propia imagen reflejada en el espejo y se habia quedado traspuesto. Era la primera vez que recordaba haberse permitido mirar su cuerpo y las feas cicatrices que lo cubrian. Algunas eran quirurgicas; otras, de la metralleta de Polchak, el policia de Los Angeles, unas balas que lo hubieran matado a no ser por su pirueta del ultimo segundo y por el chaleco de
En realidad deberia estar muerto, pero no lo estaba porque cada vez lo habia rescatado una combinacion de su propia ingenuidad, destreza y suerte. Y tambien Dios, que le habia dado la fuerza y lo habia llevado hasta su destino como zar de Todas las Rusias. Era gracias a su destino divino por lo que no habia muerto en Los Angeles, y por lo que no moriria durante este vuelo en un helicoptero del ejercito ruso a Tsarkoe Selo.
Pero Marten tampoco habia muerto. El tambien seguia aqui, a pesar de todo y casi en cada esquina. Como habia estado en Los Angeles y en Paris, y tambien en Zurich y en Davos, y luego en Moscu, y ahora en San Petersburgo. Siempre estaba alli. ?Por que? ?A que parte de la obra de Dios pertenecia? Era algo que Alexander no lograba entender.
37
Desde donde estaba, con el cuello levantado para protegerse del viento frio, mirando a traves de una ventana que hacia esquina, Marten podia ver a Kovalenko en la barra, vaso en mano, hablando con un lobo de mar alto y con una gran melena gris y rizada.
Hacia casi media hora que Kovalenko lo habia dejado esperando en el Ford beis de alquiler y le habia dicho que volvia en unos minutos. Pero alli estaba, hablando y bebiendo como si estuviera de vacaciones y no tratando de alquilar una embarcacion.
Marten se volvio y anduvo hacia el muelle, mirando hacia la hilera de islas y canales navegables que habia al otro lado. Lejos, a su izquierda, podia ver el enorme estadio Kirov y, mas alla, iluminado por el sol, el golfo de Finlandia. Estaban de suerte, le dijo Kovalenko, porque el puerto de San Petersburgo, a estas alturas del ano olia estar todavia medio helado, pero el invierno ruso habia sido suave y los rios y el puerto, y muy probablemente el propio mar de Finlandia, no tenian practicamente grandes trozos de hielo, lo cual significaba que los canales navegables, aunque todavia eran un poco peligrosos, estarian abiertos.
A Marten se le ocurrio la idea de utilizar una embarcacion como medio para sacar a Rebecca de Rusia cuando venian en tren desde Moscu, contemplando dormir a Kovalenko. Sacarla de Tsarkoe Selo era una cosa; sabia que si Clem llamaba a Rebecca, le decia tranquila y como cosa hecha que iria a San Petersburgo y le preguntaba si tenia alguna manera de escaparse de sus deberes cortesanos para pasar una hora o dos con ella, Rebecca lo haria encantada. Una vez fuera de palacio, las dos podrian librarse de los escoltas del FSO que acompanarian a Rebecca diciendo, sencillamente, que deseaban estar a solas. Si Rebecca no osaba hacerlo, estaba claro que lady Clem no tendria ningun problema y, si elegian el lugar indicado -una catedral, un restaurante exclusivo, un museo-, una vez a solas, tenian varias maneras de escapar sin ser vistas.
El problema era que hacer luego. Rebecca, como la enormemente popular futura zarina, era el bombon de
Las autoridades se preguntarian lo mismo e inmediatamente alertarian al FSO. Ademas, aunque llevara algun tipo de disfraz y lograra evitar ser reconocida, el billete y el pasaporte resultaban necesarios hasta para una zarina distinguida. Si a eso se le anadian horarios, meteorologia y retrasos de llegada y de salida, el transporte publico se convertia en algo demasiado complicado y largo como para lograr escapar con exito y rapidez. Por lo tanto, Marten tuvo que pensar en un medio de transporte alternativo que los sacara no solo de San Petersburgo, sino de Rusia, rapido, discreto y con el horario que a ellos les conviniera. Una posibilidad era un avion privado, pero resultaba demasiado caro; ademas, habria que proporcionar un plan de vuelo. Utilizar el coche alquilado por Kovalenko era otra posibilidad, pero era posible que se montaran rapidamente controles por carretera y que cada vehiculo tuviera que detenerse y someterse a un registro. Ademas, la frontera mas cercana quedaba muy lejos, Estonia al oeste o Finlandia al norte. Sin embargo, alquilar una embarcacion privada que pudiera salir de inmediato de San Petersburgo y salir rapidamente de las aguas rusas era tan interesante como atractivo. Cuando le menciono el asunto a Kovalenko les parecio a ambos la solucion ideal, todavia mejor por los contactos hechos a lo largo de su carrera profesional por Kovalenko entre los agentes de la ley. Y de ahi la negociacion entre el hombre del pelo gris del bar del club nautico y Kovalenko para obtener un barco y una tripulacion.
Podia parecer una locura, pero de momento estaba funcionando. Clem, que esperaba para cambiar de avion en Copenhague, habia llamado a Marten con el movil para decirle que ya habia hablado con Rebecca justo antes de desayunar. La habia localizado llamando sencillamente al Kremlin y diciendo quien era y, despues de haber facilitado al Kremlin la informacion suficiente para que pudieran comprobar su linaje aristocratico, su llamada fue transferida a la secretaria de Rebecca en Tsarkoe Selo. Al instante Rebecca accedio a encontrarse con ella a solas en el Ermitage, del que lord Prestbury habia sido patrono muchos anos y en el que lady Clem, como su hija, tenia acceso a los salones privados.
Era casi la una del mediodia. En un poco mas de noventa minutos Clem aterrizaria en el aeropuerto de Pulkovo y Marten y Kovalenko la recogerian con el coche alquilado y la llevarian a San Petersburgo. A las tres y media se encontraria con Rebecca en el Ermitage y empezaria a visitar el museo. A las cuatro, Clem y Rebecca entrarian en el salon del trono de Pedro el Grande, donde Marten y Kovalenko las estarian esperando. Si todo iba bien, a las cuatro y cuarto abandonarian el edificio por una puerta lateral e irian andando directamente hasta el muelle que habia frente al museo donde, suponiendo que Kovalenko hubiera triunfado con el marinero de la melena gris, el tipo del bar, una embarcacion fiable los estaria esperando. Marten, Clem y Rebecca subirian a bordo de inmediato y se meterian en la cabina para que nadie los viera. A los pocos minutos, el barco zarparia del muelle, descenderia por el rio Neva hasta el puerto de San Petersburgo y saldria al golfo de Finlandia, para hacer la travesia nocturna hasta Helsinki. Kovalenko se limitaria a devolver el coche de alquiler y a marcharse en el primer tren que saliera con destino Moscu.
Cuando el FSO se diera cuento de que Rebecca habia desaparecido y diera la senal de alarma ya seria demasiado tarde. Podrian poner en alerta a todos los aeropuertos, registrar todos los trenes y detener a todos los
