– De compras. Al menos, eso es lo que me ha dicho.
Alexander se volvio hacia la puerta bruscamente.
– El coronel Murzin se pondra en contacto por radio con los agentes del FSO que estan con ella y ordenara que la vuelvan a llevar al palacio.
– No lo creo.
– ?Que?
– Ya tienes muchas posibilidades de llegar tarde a tu «te» con el presidente tal y como vas ahora; no voy a permitir que arriesgues todo lo que hemos planeado durante tantos anos esperando a que te devuelvan a tu «zarina».
– ?Esta de compras! -Alexander estaba indignado-. ?Atraera a la muchedumbre! La gente sabra que esta en la calle. ?Y si…?
– ?Su hermano la encuentra? -Con frialdad, con serenidad, la baronesa le completo la frase.
– Si.
– Entonces el coronel Murzin tendria que hacer algo, ?no? -dijo ella, directamente, con la mirada todavia clavada en su hijo-. ?Sabes lo que significa? -pregunto, con una voz que de pronto era amable, hasta distante, y que tenia la textura de la seda-. ?Sabes lo que significa ser zar? -Sus ojos mantenian la mirada clavada en el hasta que dio media vuelta y se acerco a la ventana, para mirar a lo lejos-. Saber que tienes poder absoluto. Saber que la tierra y todo lo que hay en ella, sus ciudades, sus gentes, sus ejercitos, sus rios y sus bosques, te pertenece.
La baronesa dejo que sus palabras quedaran suspendidas en el aire. Luego, poco a poco, se volvio a mirarlo:
– Una vez coronado, querido, este poder sera tuyo para siempre, para que jamas pueda arrebatartelo nadie, porque has tenido la formacion y has vivido la orgia de sangre, y tendras la fuerza y los medios para garantizarlo.
»Para mi, haberte dado la vida, haberte concebido con la semilla mas noble de Rusia, ha sido la voluntad de Dios. Con el tiempo tendras tus propios hijos y, a su vez, ellos tendran los suyos. Ellos seran nuestros descendientes, todos ellos, querido, tuyos y mios. Hemos resucitado una dinastia. Una dinastia que sera temida y adorada, y obedecida sin rechistar. Una dinastia que un dia convertira Rusia en la nacion mas poderosa de la Tierra. -Los labios de la baronesa dibujaron una sonrisa discreta. Luego, bruscamente, apreto los ojos y su voz se agudizo-. Pero, por todo esto, todavia no eres el zar. Dios todavia te esta poniendo a prueba. Y Gitinov es su sable.
Lenta, casi imperceptiblemente, la baronesa se puso a cruzar el salon hacia Alexander, sin dejar de mirarlo ni un segundo.
– Un zar es un rey, y un rey ha de ser lo bastante sabio para conocer a sus enemigos. Para comprender que no puede arriesgar su futuro y el futuro de sus hijos por la desconfianza o la ambicion de un simple politico. Para darse cuenta de que hasta que el trato este hecho y la corona repose totalmente sobre su cabeza, el futuro rey esta todavia a la merced del politico.
»El presidente Gitinov es poderoso y astuto y muy peligroso. Se debe jugar con el como el instrumento cruel que es. Ha de ser mimado y acariciado, hay que darle vueltas como si fuera una marioneta hasta que confie totalmente en que no eres ninguna amenaza para el, en que no seras nunca mas que una figura simbolica contento con permanecer a su sombra.
La baronesa llego hasta Alexander y se detuvo delante de el, con los ojos todavia clavados en los suyos, poderosa e inquebrantable:
– Una vez esto superado, la corona sera nuestra -susurro-. ?Lo entiendes, mi amor?
Alexander queria dar media vuelta y alejarse de ella, pero no podia hacerlo; la fuerza de la baronesa era demasiado potente.
– Si, baronesa -sintio que decian sus labios, y su voz, como amortiguada-. Lo entiendo.
– Pues entonces deja a Murzin aqui conmigo y regresa de inmediato a Moscu -le dijo, tajante.
Durante un rato largo Alexander no hizo nada mas que quedarse alli de pie, mirandola envuelto de un silencio adormecido, con todo su ser superado por dos pensamientos, uno tal vil como el otro. ?Quien acabaria llevando la corona, en realidad? ?El o ella? ?Y quien era realmente la marioneta: Gitinov o el mismo?
– ?Me has oido, carino? -el tono enfadado de su voz lo sacudio.
– Yo… -empezo a decir, a reaccionar.
Alexander la miro un instante mas, deseando ser claro con ella de una vez, decirle de una vez por todas que estaba harto de sus manipulaciones y todo lo que las acompanaba. Pero sabia, por su experiencia de toda la vida, que una reaccion tal no haria mas que desencadenar una nueva tormenta. Aqui, como siempre, frente a ella no habia ninguna posibilidad de ganar.
– Nada, baronesa -dijo, finalmente, antes de girar sobre sus talones y marcharse.
39
El Ford beis cruzo en puente de Anichkov y prosiguio por la concurrida Nevsky Prospekt, los Campos Eliseos de San Petersburgo, su Quinta Avenida. El coche no tenia nada de especial, era uno de los miles de vehiculos que circulaban por la ciudad. Dentro de unos minutos apareceria la aguja dorada del edificio del Almirantazgo a orillas del rio Neva. Y entonces, directamente enfrente del mismo, el inmenso edificio barroco del Ermitage.
– Dejeme en Dvortsovy Prospekt, justo delante del rio. -Lady Clem miro a Kovalenko, tras el volante, desde el asiento del copiloto-. Hay una entrada lateral en la que le he pedido a Rebecca que me esperara. Alli habra un guia personal que nos hara una visita privada por el museo. Eso deberia bastar para deshacernos del FSO, al menos durante un buen rato.
– Eso suponiendo que llegue hasta aqui. -Marten se inclino nerviosamente hacia delante, desde el asiento de atras.
–
– Si -dijo Marten, antes de reclinarse otra vez. Clem tambien se reclino, y Kovalenko permanecio atento a la conduccion.
Clem estaba todavia mas guapa de lo que Marten recordaba. Se le corto la respiracion cuando la vio acercarse desde la cola de los pasaportes en el aeropuerto de Pulkovo, andando hacia ellos con las gafas de sol, un jersey de cuello alto de
La reaccion de Clem ante el, al verlo esperando, o mas bien, al ver a Kovalenko esperando junto a un hombre extremadamente flaco, con la cara afeitada y el pelo mal cortado, fue bastante distinta.
– Por Dios, Nicholas, estas hecho un adefesio -le dijo, francamente preocupada, pero eso fue lo unico que fue capaz de decir porque Kovalenko los aparto rapidamente de la puerta sin ni siquiera darles la oportunidad de abrazarse. Lo que ambos sintieron al verse de nuevo despues de tanto tiempo y despues de todo lo ocurrido deberia esperar a comentarse mas tarde. Lo que Clem tambien tuvo que aparcar fue su recuerdo no tan carinoso de Kovalenko, quien la habia interrogado de manera infernal, junto a Lenard, en Paris.
Lo que ahora importaba mas, y todos lo sabian, mientras seguia la cuenta atras y se acercaban al Ermitage, era Rebecca, como reaccionaria cuando viera a su hermano y luego fuera informada sobre Alexander, y lo que haria a partir de ahi. No se volvio a hablar en absoluto de la preocupacion previa de Marten, de que la suerte pudiera cambiar y ella no pudiera llegar.
40
