del que era probablemente el salon mas imponente del Ermitage: una estancia de magnificas columnas de malaquita, tachonadas con figurillas de oro y malaquita, cuencos y urnas.
– Clem -sonrio Rebecca-. ?Que esta ocurriendo? Tenias una sorpresa, ?no? -Se mostraba coqueta, hasta boba, como si esperara que Clem le hubiera preparado algo muy frivolo y femenino.
– Ten paciencia -le dijo lady Clem con una sonrisa, y se acerco distraidamente a mirar por la ventana hacia el rio Neva. Ahora, el sol de antes se habia ocultado y el cielo aparecia gris y cubierto. Desde donde estaba tenia una buena vista del rio y del muelle que habia enfrente del Ermitage. Mientras miraba, una unica embarcacion se separo del trafico del rio y se acerco al muelle. Si ese era el barco que le habian dicho que esperara, desde luego no tenia que ver con la nave que Marten le habia descrito. Esta era una sencilla lancha de rio, con asientos descubiertos y una pequena cabina cubierta, y entonces miro mas alla, rio arriba, en busca de una embarcacion mas grande. Lo unico que vio fue la hilera de trafico fluvial y nada que se acercara al muelle, y entonces volvio a concentrarse en la lancha. A medida que se acercaba pudo ver a un hombre solo que estaba en popa. Era alto y tenia una melena de pelo gris y rizado. Era el hombre al que buscaba.
De pronto, Clem cruzo el salon y abrio la puerta principal.
– Svetlana, la zarina desea ver al Salon del Trono.
– Por supuesto.
El recorrido por el pasillo que llevaba del Salon Malaquita hasta el Salon del Trono era corto y no les llevo casi tiempo. Un cartel advertia que el salon se encontraba cerrado durante toda la tarde.
– Svetlana -dijo Clem, deteniendose frente a la puerta-. La zarina y yo deseamos estar un rato a solas.
Svetlana vacilo y miro a Rebecca, quien asintio con la cabeza.
– Las espero aqui-dijo Svetlana.
–
43
Alexander pudo ver la aguja dorada del enorme y extenso viejo edificio del Almirantazgo enfrente de ellos. En el extremo mas alejado del mismo estaba el rio Neva, y directamente en frente, la plaza del Palacio, con un acceso trasero al Ermitage dentro de su circulo de edificaciones.
– Mande un mensaje por radio a los FSO que custodian a la zarina -le dijo a su chofer-. Que la bajen a la Puerta de los Invalidos de inmediato.
– Si,
Nicholas Marten advirtio un aluvion de movimiento al entrar las dos mujeres; luego Clem cerro la puerta y ella y Rebecca los miraron, a el y a Kovalenko, que las estaban esperando.
Marten vio como a Rebecca se le cortaba la respiracion al verlo. El momento fue increible y, por un brevisimo instante, el tiempo parecio detenerse.
– ?Lo sabia! -grito Rebecca, antes de cruzar el salon apresuradamente. Y lo abrazaba, lo miraba, lloraba y se reia-. ?Nicholas! ?Como? ?Como, Nicholas?
De pronto, como si recordara ahora con quien habia venido, se dio la vuelta y miro a Clem:
– ?Como lo sabias? ?Cuando? ?Por que ha tenido que ser a escondidas del FSO?
– Tenemos que irnos. -Kovalenko se puso al lado de Marten. Entrar en el Salon del Trono era una cosa (lo unico que tuvo que hacer fue mostrar su documento del Ministerio de Justicia) pero salir de alli y llegar a la embarcacion seria muy distinto si no actuaban con rapidez.
Al verlo, el rostro de Rebecca se lleno de perplejidad.
– ?Quien es? -pregunto, mirando a su hermano.
– El inspector Kovalenko. Detective de homicidios para el Ministerio de Justicia ruso.
– Nicholas -intervino bruscamente Clem-. Alexander ha viajado de Moscu a Tsarkoe Selo hace poco rato. Sabe donde esta Rebecca. Viene de camino hacia aqui.
Rebecca miro preocupada de Marten a Clem. Advirtio el miedo y la aprension en ambos.
– ?Que ocurre?
Marten le tomo la mano con fuerza.
– En Paris te dije que Raymond podia estar todavia vivo.
– Si…
– Rebecca -Marten queria decirselo con cuidado, pero no habia tiempo-, Alexander es Raymond.
– ?Que? -Rebecca reacciono como si no lo hubiera oido bien.
– Es cierto.
– No puede ser -dijo, y dio un paso hacia atras, horrorizada.
– Rebecca, por favor, escuchame. Tenemos muy poco tiempo antes de que el FSO aparezca por esta puerta. Alexander llevaba un paquete envuelto para regalo cuando el y yo salimos a pasear en la finca de Davos, ?te acuerdas?
– Si -susurro Rebecca. Se acordaba. Hasta le habia preguntado a Alexander por aquel paquete. Entonces habia sido solamente una idea que le habia venido a la cabeza y la habia intrigado, pero el reacciono enojado a su pregunta, de modo que decidio no volver a hablarle del tema.
– Cuando estabamos lejos de todos y en aquel puente, de pronto lo desenvolvio. Dentro habia un cuchillo grande y muy afilado. -Subitamente, Marten se abrio la chaqueta de pana y se levanto el jersey-. Mira.
– No. -Rebecca se volvio de espaldas, espeluznada ante la vision de la cicatriz irregular y sinuosa encima de la cintura de Marten. Aquel era el motivo por el cual Alexander habia reaccionado de manera extrana cuando ella le menciono el paquete. Creyo que habia supuesto lo que habia dentro.
– Intento matarme, Rebecca. Del mismo modo que mato a Dan Ford y a Jimmy Halliday.
– Lo que le esta diciendo es la verdad -dijo Kovalenko, con cautela.
Rebecca temblaba. Trataba de luchar contra la realidad, hacia lo imposible por no creerselo. Miro a Clem, deseando que le dijera que se equivocaban.
– Lo siento, carino -le dijo Clem sincera, carinosamente-. Lo siento muchisimo.
La boca de Rebecca se retorcio y sus ojos se llenaron de dolor e incredulidad. Lo unico que podia ver era a Alexander, como la miraba, como siempre la habia mirado. Con toda su delicadeza, su respeto y su amor incondicional.
La estancia en la que se encontraba le daba vueltas. Aqui, en este salon, en este edificio esplendido, estaba la inmensa e imponente historia de la Rusia imperial. Detras de ella, tan cerca que casi podia tocarla, estaba el trono dorado de Pedro el Grande. Todo, todo aquello, pertenecia a Alexander por derecho dinastico. Formaba parte de el y ella tenia que compartirlo. Sin embargo, delante de ella estaba su amado hermano y, con el, su mejor amiga. Y con ambos, un policia ruso. Pero Rebecca seguia sin querer creerselo. Tenia que haber alguna respuesta, alguna explicacion distinta, pero ahora sabia que no la habia.
Marten vio la palida fragilidad, la horrible y agonica inquietud, la misma mirada de terror, de perdida y de horror que le habia visto en la masacre del almacen ferroviario, cuando Polchak la tenia como rehen mientras intentaba matar a su hermano. Si Rebecca tenia que hundirse en aquel estado traumatico por tercera vez en su vida, seria ahora, pero el no podia permitir que ocurriera.
Mirando a Clem rodeo a Rebecca con un brazo, guiandola hacia la puerta.
– Tenemos una embarcacion esperandonos -dijo, con voz autoritaria-. Nos va a sacar de aqui. A ti, a Clem y a mi. El inspector Kovalenko se asegurara de que asi sea y de que todos estamos a salvo.
– Puede que tengamos un barco, puede que no -dijo Clem en voz baja.
– ?Que quieres decir? -se sobresalto Marten.
– ?No esta en el muelle? -pregunto Kovalenko-Bueno, esta, eso si, y tu marinero de la melena gris esta dentro. Pero es una lancha de rio, y si crees que Rebecca y yo vamos a cruzar el golfo de Finlandia lleno de hielo en ella en medio de la noche, sera mejor que te lo replantees.