Se oyeron unos golpes bruscos a la puerta y aparecio Svetlana.

– ?Que ocurre? -dijo Clem.

– Los del FSO suben a llevarse a la zarina. El zarevich la esta esperando.

De pronto Rebecca se recupero:

– Por favor, dejenos solos y digale al FSO que bajare en un instante -dijo, mirando a Svetlana, con aire majestuoso y sin demostrar ninguna emocion.

– Si, zarina. -Svetlana salio de inmediato y cerro la puerta detras de ella.

Rebecca miro a Marten.

– Por muy grave que sea lo que Alexander ha hecho, no puedo dejarle sin decirle nada. -Se volvio rapidamente y se acerco al trono. A su lado habia un libro de invitados abierto y ella arranco una pagina en blanco y cogio el boligrafo que habia al lado.

Marten miro a Kovalenko.

– Vigila la puerta -le dijo, y luego se acerco rapidamente a su hermana-. Rebecca, no nos queda tiempo.

Ella levanto la vista. Era una mujer fuerte y con voluntad propia. -No puedo marcharme sin hacerlo, Nicholas. Por favor.

44

Alexander corrio desde el Volga hasta la Puerta de los Invalidos del museo.

Dentro no habia nadie, ni siquiera el guardia que acostumbraba a vigilar la puerta. Corrio por un pasillo. Los visitantes del museo se paraban, boquiabiertos, a medida que lo iban reconociendo.

– El zarevich, el zarevich.

Alexander ignoraba las caras que lo miraban y el murmullo creciente de su nombre y seguia avanzando. ?Donde estaba el FSO? ?Donde estaba Rebecca? Justo enfrente vio a una mujer uniformada que salia de la tienda de recuerdos.

– ?Donde esta la zarina? -le pregunto, autoritario, con el rostro ruborizado de furia-. ?Donde esta el FSO?

No lo sabia, le balbucio la mujer, horrorizada de que el zarevich se estuviera dirigiendo a ella directamente y absolutamente paralizada.

– ?Olvidese! -Siguio corriendo. ?Donde estaban? ?Por que habian desobedecido sus ordenes? El metronomo palpitaba mas fuerte; algo horrible estaba pasando. Estaba a punto de perderla, ?lo sabia!

– ?Zarevich! -grito una voz fuerte desde detras de el. Se detuvo y se volvio.

– ?Todos los agentes del FSO han subido al Salon del Trono! -Su chofer del FSO corria hacia el, con el radio receptor en la mano que bullia con una tormenta de comunicaciones solapadas del FSO.

– ?Por que? ?Esta ella alli? ?Que ha pasado?

– No lo se, zarevich.

– ?Por aqui! -dijo Kovalenko tajante cuando salian por la puerta lateral del museo, la misma puerta por la que habia entrado lady Clem. El ruso iba delante, luego Clem, y luego Marten con Rebecca. Marten rodeaba a su hermana con un brazo, y la gabardina de Clem le servia para cubrirle los hombros y la cabeza, tanto para protegerla de las miradas publicas como para abrigarla del viento frio que procedia del rio.

A los pocos segundos, Kovalenko los habia hecho cruzar Dvortsovaya Naberezhnaya, el boulevard que habia entre el museo y el rio, y los llevaba apresuradamente hasta el muelle, donde el marinero del pelo gris los esperaba fumando junto a una lancha de rio amarrada.

– ?Ey! -le grito Kovalenko cuando se acercaban.

El marinero tiro el cigarrillo al agua y se dirigio rapidamente en la popa para destensar las amarras.

– ?No piensa usted llevar a la zarina por alta mar en este trasto, supongo? -Kovalenko estaba plantado ante el marinero, senalando la lancha con un dedo-. ?Donde cono esta el barco que habiamos pactado?

– Tenemos una barca pesquera anclada en el puerto, pero no podiamos amarrarla aqui arriba sin que todos los policias de San Petersburgo se preguntaran que demonios estabamos haciendo. Ya deberia usted saberlo, amigo -dijo el marinero, levantando una ceja-. ?Que pasa, no se fia de mi?

Una levisima sonrisa cruzo el rostro de Kovalenko; luego, bruscamente, se volvio hacia los otros:

– ?Abordo!

El marinero equilibro la lancha contra el muelle mientras Marten ayudaba a Rebecca y a lady Clem por la pasarela y las observaba desaparecer dentro de la cabina. Luego el marinero tiro del amarre y se encaramo por la pasarela delantera.

– ?Vamos! -le grito a Marten.

– Por la manana estaran en Helsinki. -Kovalenko estaba tan cerca de Marten que ninguno de los otros podia oirlo, ni ver el Makarov automatico que tenia en la mano, ofreciendoselo a Marten por el mango-. ?Y tu que piensas hacer?

– ?Yo que pienso…? -Marten se lo quedo mirando. Asi que esto era lo que habia planeado desde hacia tanto tiempo. Los tanteos sobre su pasado, la amistad cuidadosamente trabada, la rapidez y facilidad con la que Kovalenko le habia tramitado el pasaporte y el visado, la conversacion sobre el cancer terminal de Halliday y su extraordinaria dedicacion a la brigada. Alexander era Raymond, y sabia que Kovalenko lo habia sabido desde hacia mucho tiempo. Pero la unica manera de demostrarlo era probar que sus huellas digitales coincidian con las que habia en el disquete de Halliday, y ahora esto habia desaparecido, victima del protocolo y la politica. Sin embargo, todavia habia que hacer algo con Raymond como zarevich de Todas las Rusias. El como y el que debian de haber estado rondando por la cabeza de Kovalenko desde Paris. Este era el motivo por el cual habia tanteado tanto sobre el pasado de Marten. Sin tener mas remedio que contestar, Marten le habia dicho pequenas mentiras, informaciones que podian ser comprobadas. Y al final le habia dado a Kovalenko lo que necesitaba: un hombre que protegia su verdadera identidad, que sabia como matar y que tenia varias razones muy personales para ejecutar a Raymond.

– Tu sabes quien soy. -La voz de Marten era apenas un susurro.

Kovalenko asintio lentamente con la cabeza.

– Llame a la Universidad de California en Los Angeles. No habia ningun Nicholas Marten que hubiera asistido a la universidad en el periodo que tu dijiste haber estudiado. Sin embargo, si hubo un John Barron matriculado. Ademas, tovarich, la brigada tenia seis hombres. Se sabia que habia sucedido con solo cinco de ellos, de modo que, ?que habia sucedido con el sexto? Juntar las piezas no es muy dificil, en especial si estas donde yo estoy.

– ?Nicholas! -grito Rebecca detras de ellos. Al mismo tiempo, se oyo un ruido estridente del motor, mientras el marinero lo arrancaba.

Kovalenko ignoro a los dos.

– El Ermitage esta lleno de gente. El zarevich no sabra el aspecto que tienes, ni tampoco el FSO.

Los ojos de Marten se dirigieron hacia el arma automatica que Kovalenko tenia en la mano. Tenia la sensacion de que un giro enorme del destino lo habia transportado desde un garaje vacio de Los Angeles hasta el corazon de San Petersburgo.

Kovalenko podia estar exigiendo lo que Roosevelt Lee habia pedido. Podia haber dicho tranquilamente, «por Red», o «por Halliday», o «por Dan Ford». O, incluso, «por la brigada».

– ?Para quien demonios trabajas? -mascullo Marten.

Kovalenko no le contesto. En vez de hacerlo, miro hacia el Ermitage.

– Esta ahi, probablemente en el Salon del Trono en el que hemos estado, o al menos, cerca de el. Estara furioso por lo de la zarina y amonestando a los FSO asignados a su custodia. Ni el ni ellos prestaran demasiada atencion a lo que sucede a su alrededor. El museo esta lleno de gente. Luego no sera tan dificil escapar entre la muchedumbre, en especial si uno sabe exactamente adonde tiene que ir.

Tendre el coche esperandote en Dvortsovy Prospekt, en la puerta por la que acabamos de salir.

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