La mirada de Marten corto al ruso por la mitad.
– Seras hijo de puta… -murmuro.
– Tu decides,
– ?Nicholas! -volvio a gritar Rebecca-. ?Vamos!
De pronto Marten alargo el brazo, cogio el Makarov con una mano y se lo metio dentro del cinturon, por debajo de la chaqueta. Luego se volvio, mirando primero a Rebecca y luego a Clem.
– ?Llevatela a Manchester, yo me reunire alli con vosotras! -Marten las miro unos segundos mas, tratando de grabar aquella imagen en su memoria. Luego se volvio y se empezo a alejar por el muelle.
– ?Nicholas! -oyo gritar a lady Clem detras de el-. ?Sube al maldito barco! -Pero ya era demasiado tarde. Ya estaba cruzando Dvortsovaya Naberezhnaya y se dirigia hacia el Ermitage.
45
Mi
El latido del metronomo retumbaba. Alexander se quedo helado, mirando fijamente aquella hoja de papel arrancada del libro de invitados con la caligrafia que tan bien conocia.
Los tres FSO asignados a Rebecca, mas el que lo habia llevado en el Volga hasta el museo, estaban apartados y en silencio, observando, temerosos por su propio futuro. Lo unico que sabian era que cuando habian llegado al Salon del Trono, lo habian encontrado vacio. Se hizo sonar una alarma general y el edificio fue registrado por el personal de seguridad. A los cuatro agentes del FSO se les ordeno que permanecieran junto al
– ?Fuera, todos fuera! -La voz de la baronesa irrumpio en el salon como un latigo.
Alexander levanto la vista y la vio frente a la puerta, con Murzin detras de ella.
– ?Fuera, he dicho! -repitio.
Murzin asintio y los FSO salieron rapidamente.
– ?Usted tambien! -espeto, y Murzin salio y cerro la puerta detras de el.
Tres escalinatas con alfombras rojas llevaban hasta el trono dorado de Pedro el Grande, y Alexander estaba arriba de ellas, observandola acercarse.
– Se ha ido. -Los ojos de Alexander estaban ausentes, como si no viera nada o no tuviera ni idea de donde estaba. Lo unico que habia, lo unico que existia, era el terrible
– La encontraran, por supuesto. -La voz de la baronesa era tranquila, incluso balsamica-. Y cuando la encuentren… -su voz se arrastro y ella sonrio levemente-. Ya sabes que la quiero como a una hija, pero si tuviera que morir, el pueblo te adoraria incluso mas.
– ?Que? -Alexander fue devuelto al presente de golpe.
La baronesa se le acerco un poco mas hasta quedarse, finalmente, al pie de las escaleras, con la mirada levantada hacia el.
– Ha sido secuestrada, por supuesto -afirmo-. Los ojos del mundo se concentraran en este hecho. El presidente Gitinov no puede decir nada, solo sumarse al horror nacional. Y luego, al final, encontraremos su cuerpo, ?Lo entiendes, mi amor? Los corazones del mundo estaran en tus manos. No habiamos podido tener mejor suerte.
Alexander la miraba incredulo. Tembloroso, incapaz de moverse,
– Todo esto forma parte de tu destino. Nosotros somos los ultimos Romanov. ?Sabes cuantos fueron destruidos despues de convertirse en zares? Cinco. -Subio un peldano, acercandose mas a el, con su voz tan suave de siempre-. Alejandro I, Nicolas I, Alejandro II, Alejandro III, y tu bisabuelo, Nicolas II. Pero a ti no te ocurrira. No lo permitire. Seras coronado zar y no seras destruido. Dimelo… -Subio el segundo peldano y sonrio delicada, calidamente.
Alexander la miraba fijamente.
– No -murmuro-, no lo hare.
– Dimelo, mi amor… dilo como lo has dicho desde que tienes el don de la palabra. Dimelo en ruso.
– Yo…
– ?Dimelo!
–
– Otra vez, mi amor.
–
– Otra vez -le susurro ella, mientras subia el ultimo peldano hasta quedarse frente a el.
–
De pronto tenia los ojos desorbitados y saco el cuchillo del bolsillo de su chaqueta, con su hoja afilada resplandeciendo en su mano. El primer corte le secciono la yugular. Luego vino otro corte. Y el tercero. Y el cuarto. ?Y el quinto! Su sangre estaba por todas partes, por el suelo, por las manos de el, por su chaqueta, por su cara, por sus pantalones. La sintio deslizarse por su cuerpo y caer al suelo, a sus pies, con un brazo sobre el reposapies del trono dorado.
De alguna manera alcanzo a cruzar el salon y abrio la puerta de un manotazo. Murzin estaba alli, a solas. Se miraron a los ojos. Alexander lo cogio por las solapas y lo metio en el salon.
Murzin miro horrorizado.
– Dios mio…
El cuchillo volvio a brillar. Murzin se llevo las manos a la garganta. La ultima mueca de su vida fue de asombro.
Con un gesto mecanico, Alexander se arrodillo y saco el rifle automatico Grach de 9 mm de la pistolera de Murzin. Luego se levanto, retrocedio y salio por la puerta, con el rifle embutido dentro de su cinturon y el cuchillo ensangrentado otra vez dentro de la chaqueta.
46
Marten avanzaba hacia el Salon del Trono, subiendo la escalinata principal del Ermitage en medio de una muchedumbre de visitantes del museo, cuando oyo el grito horrorizado de una mujer en el piso de arriba. Todo el mundo se quedo quieto, mirando hacia arriba.
– El
Alexander estaba de pie encima de la escalinata, mirando hacia abajo, aparentemente tan sobresaltado por el grito de la mujer como toda la gente alli aglomerada. Tenia las manos medio levantadas al aire, como si fuera un cirujano esperando a que le pusieran los guantes, y las tenia empapadas de sangre. Tenia tambien una mancha grande de sangre en la cara, y otra en la cazadora de piel.