absorbido como una esponja. De nuevo, el espectro del cuchillo lo perseguia. ?Por que habia empezado a usarlo de nuevo? De no haberlo hecho, la baronesa seguiria viva, y tambien Murzin estaria alli para protegerlo.
Se apresuro, paso frente a la columna de Alejandro, con los ojos clavados en el arco de triunfo del fondo. Lo unico que oia eran los aullidos de las sirenas. A la izquierda veia a la policia, que estaba acordonando la zona de aparcamiento del personal del museo. Al menos cincuenta personas lo habian visto encima de las escaleras, manchado de sangre. Con todo el caos y la conmocion no habia manera de saber cuanto tiempo tardarian la policia y el FSO en encontrar al muerto en el lavabo de hombres junto a su cazadora y sus pantalones. Pero cuando lo hicieran, la confusion seria mucho mayor. Nadie sabria bien lo que habia ocurrido, por que estaban alli las prendas del
De pronto penso en Marten. Lo habia visto alli, al pie de la escalinata, en medio de la muchedumbre, subiendo hacia el. Iba bien afeitado y estaba muy flaco, con el pelo corto y un traje barato de pana marron. Podia haberse tratado de otro hombre, pero no lo era, era Marten sin ninguna duda, alli, de nuevo, como, de alguna manera, siempre habia estado. No sabia por que habia pensado que no lo reconoceria. Ahora se daba cuenta de que seria capaz de reconocerlo en cualquier lugar. La razon era simple: sus ojos. Marten lo miraria siempre de frente, como si fuera el alma y la sombra de Alexander al mismo tiempo.
– ?Basta! -se dijo a si mismo-. Has de pensar con claridad. Basta ya de esta obsesion con Marten.
Levanto la vista. Estaba muy cerca del arco de triunfo. Seguia sin haber policia, al menos no en aquella zona. Al otro lado del arco estaba San Petersburgo, y sabia que una vez se metiera en el centro urbano, podia confundirse con la gente del mismo modo que lo hizo antano en Los Angeles. Volvio a mirar hacia la Puerta de los Invalidos. Nadie, nada. Ahora ya estaba en el arco. Se volvio para echar una ultima mirada. Justo entonces, la Puerta de los Invalidos se abrio y un hombre solo salio al exterior. Estaba a cierta distancia pero no habia ninguna duda sobre su identidad.
Nicholas Marten.
49
Marten vio el leve rastro de sangre del zapato justo delante de la puerta. Y entonces, en la plaza, lejos de el, un hombre con traje de cuadros que de pronto se giraba y miraba hacia el antes de salir disparado para refugiarse en las sombras de debajo de un gran arco que unia dos edificios.
Marten echo a correr mientras con una mano buscaba su telefono movil.
– ?Esta solo y esta huyendo! -salto la voz de Marten en el telefono de Kovalenko.
– ?Donde esta? ?Y tu, donde estas? -Kovalenko, estacionado frente a la entrada secundaria del museo, estaba ya arrancando el motor del Ford.
– Cruza la plaza de detras del museo. Acaba de pasar por debajo de un arco, al fondo.
– No lo pierdas de vista, voy para alla.
Alexander ya habia pasado bajo el arco y caminaba hacia el bullicioso Nevsky Prospekt. Miro atras por encima de un hombro y no vio a nadie. Entonces llego a Nevsky Prospekt y bajo por el, en direccion opuesta al museo y al rio.
Marten paso por debajo del arco a la carrera. Delante de el vio a tres muchachas que caminaban y charlaban animadamente entre ellas. Rapidamente se les acerco.
– Por favor, ?han visto a un hombre con traje de cuadros? -pregunto.
–
– Gracias, disculpen. -Marten siguio corriendo hacia el fondo de la calle. Al cabo de treinta segundos llego a Nevsky Prospekt, justo cuando el Ford beige de Kovalenko se detenia.
– Le he perdido. -Marten subio al lado de Kovalenko y cerro la puerta de un golpe-. Lleva un traje ocre a cuadros.
– Muy bien -dijo Kovalenko, arrancando el Ford de nuevo-. Esta es la calle mas importante de San Petersburgo,
De pronto se oyo el crujido de la radio del coche y el parloteo policial sono por el radio receptor que Kovalenko habia dejado en el salpicadero del coche.
– ?Que ocurre? -pregunto Marren.
– El Ermitage. Han encontrado otro muerto en el lavabo de la primera planta.
– ?Que quieres decir, otro…?
– Habia dos muertos arriba, el coronel Murzin, el comandante de la guardia personal del
– ?La baronesa?
–
50
Alexander se abria paso por entre la muchedumbre lenta que abarrotaba las aceras de Nevsky Prospekt. De momento, con las gafas de sol y el traje del hombre asesinado, nadie lo habia reconocido; ni siquiera nadie se habia girado a mirarlo con curiosidad. Miro hacia atras, vigilando ambas aceras con atencion. Lo unico que veia era una masa de gente sin rostro y la calle en medio, llena de trafico. Ni rastro de Marten. Siguio andando.
En el suelo delante de el habia cartones pisoteados de envoltorios del McDonald's. Al lado, una botella de Coca-cola pisoteada. Doce pasos mas alla paso por delante de un Pizza Hut; media manzana mas adelante, una tienda en la que vendian calzado deportivo Nike y Adidas, y luego otro escaparate lleno de gorros de beisbol de equipos americanos. Podia estar en Londres, Paris o Manhattan, daba igual. Las tiendas, la gente, nada importaba. Aparte de Marten, lo unico que tenia en la cabeza era el helicoptero Kamov repostado en el aerodromo de Rzhevka, y el piloto que aguardaba su regreso. Adonde iria en el no importaba. Tal vez hacia el sur, a Moscu, y llamaria al presidente Gitinov desde el aire para decirle que la zarina habia sido secuestrada y que el habia logrado huir de la masacre del Ermitage e iba de camino a Moscu, a refugiarse en el Kremlin. O al oeste, a la mansion del siglo xvn de la baronesa en el Macizo Central de Francia. O quiza -su cabeza erraba mientras pensaba en las posibilidades- iria hacia el este, cruzando Rusia hasta Vladivostok, luego Japon, hacia el sur, utilizando las Filipinas, Nueva Guinea y la Polinesia francesa para parar a repostar, cruzando el Pacifico del sur de camino a su rancho en Argentina.
Miro hacia atras. Seguia sin ver ni rastro de Marten. Tenia que llegar al aerodromo. ?Que podia hacer? ?Parar un coche, obligar al conductor a bajar y conducir el mismo? No, el trafico era demasiado denso. Podia avanzar una manzana, dos como mucho, antes de que lo atraparan. Levanto la vista.
Enfrente habia una estacion de metro. Era perfecto. No solo como refugio, sino como medio de transporte hasta el aerodromo. Usar el metro como lo habia hecho en Los Angeles cuando, como Josef Speer, habia tomado el autobus para llegar a LAX. De pronto se dio cuenta de que para coger el metro necesitaba dinero. Metio las manos en los bolsillos de la chaqueta. Nada.
Busco en los bolsillos de los pantalones, delante y detras. Nada. ?Que habia hecho con los efectos personales del muerto, cuando lo desnudo en el lavabo? No tenia ni idea.