San Petersburgo. Se esperara que tu hermana asista al acto y, sin duda, tu tambien.

– Eso no responde…

– ?A por que lo he matado? Era un loco, y Rusia no se merece tener a un zar loco.

Marten seguia enojado.

– Lo que estas diciendo es que si ese loco estuviera vivo y detenido, deberiais someterlo a un juicio y, al final, tendriais la obligacion de meterlo en la carcel de por vida o de ejecutarlo. Y eso no es lo que mas convenia al gobierno ruso. De modo que tu te has ocupado de liquidar el asunto.

Kovalenko sonrio un poco.

– Eso es una parte de la verdad.

– ?Cual es el resto?

– Como ya he apuntado, cabia siempre la posibilidad de que llevara la navaja u otro revolver. ?Que habria pasado si, cuando te le acercaras, hubiera intentado matarte? Conocemos demasiado bien sus acciones. Habria actuado con rapidez, y no habrias tenido mas remedio que matarle o ser victima, ?no es cierto?

– Es posible.

Kovalenko apreto los ojos y miro a Marten.

– No, tovarich, no es posible, es seguro. -Lo miro un rato mas, dejando que Marten quedara convencido, y luego volvio a mirar a la carretera-. Primero te dire que es cierto, que te tenia fichado cuando nos fuimos de Paris, y que tambien es cierto que te he mandado al museo a matar a Alexander porque sabia que eras capaz de hacerlo y tenias un motivo para hacerlo, y ademas porque asi no tenia que involucrar a nadie mas.

»Pero cuando te estaba esperando fuera he recordado lo que ocurrio cuando tu y tu hermana os reencontrasteis, y como ha reaccionado al verte y ante lo que le has dicho. Me di cuenta de que habia tomado la decision equivocada. Si hubieras sido tu el responsable de matar al zarevich, nunca mas podrias mirarla a la cara sin temer que ella viera la verdad de lo que habias hecho en tus ojos y habrias tenido que vivir el resto de tus dias asi, consciente de que habias matado al hombre al que ella habia amado mas que a la propia vida, aunque fuera lo que sabemos que era.

»Y luego, tovarich, hay otra cosa, y es una verdad basica. Algunos hombres, por muy preparados que esten tecnicamente y por muy sacrificados que sean, no tienen madera de policias. La crueldad que a veces es necesaria, el hecho de matar sin remordimientos y pasando por encima de la ley que han jurado respetar cuando las circunstancias lo requieren, no forma parte de ellos. -Kovalenko lo miro y le sonrio con calidez-. Tu eres uno de esos hombres, tovarich. Vuelve a tus jardines ingleses. Es una vida mucho mejor.

EPILOGO

Kauai, Hawaii. Cuatro meses mas tarde

El mar era turquesa brillante y la arena blanca resplandecia caliente bajo el sol. Mas alla de la arena y bajo la superficie del oceano habia colores inimaginables. Blancos sobrenaturales, franjas de corales radiantes y espectaculares magentas, naranjas nunca vistos en la tierra, matices de negro que no aparecen en ninguna carta de colores, todos en la magia de los peces tropicales que subian a picotear las migas de pan que Marten sacaba de una bolsita de plastico para darles de comer mientras se banaba, contemplando aquel mundo desde sus gafas de buceo, al tiempo que respiraba con el tubo.

Mas tarde, hacia el atardecer, guardo el material de buceo en el maletero del coche alquilado y paseo por la playa desierta de Kekaha.

La venta de un breve articulo sobre el uso de pizarras en el diseno de jardines privados a una revista internacional de interiorismo y paisajismo le habia proporcionado un primer contrato para la entrega de una serie de articulos similares de frecuencia mensual. El dinero del anticipo, aunque no era mucho, le permitio pagar el cargo de su tarjeta de credito por el alquiler del barco pesquero y le dejo lo bastante para cuidar un poco de su salud mental, o la poca que le quedaba, sin mermar sus ahorros. Habia venido aqui a Kauai siete dias atras, a unos once mil kilometros de Inglaterra, con su tan atrasado trabajo de la universidad, como sus estudios del semestre, finalmente entregado, y sus examenes superados con resultados brillantes.

Delgado y moreno, con una barba de cinco dias y vestido tan solo con unas bermudas descoloridas y una camiseta de la Universidad de Manchester igualmente destenida, podia pasar perfectamente por un trotamundos playero.

Kekaha era la playa a la que Rebecca y el solian ir de vez en cuando de ninos, con sus padres. Era un lugar que conocia bien y del que guardaba muy buenos recuerdos. Por eso habia venido aqui ahora, solo, a pasear y pensar y a intentar obtener cierta perspectiva razonable de lo que habia ocurrido. Y tal vez, finalmente, recuperar ni que fuera una pequena parcela de tranquilidad mental. Pero era una meta que se presentaba dificil, hasta escurridiza. Su contexto era crudo y obsceno como siempre, y su realidad no era el material del que estan hechos los suenos, sino las pesadillas.

Alexander Nikolaevich Romanov, zarevich de Todas las Rusias, habia sido enterrado cinco dias despues de su muerte, como lo habia predicho Kovalenko, con los honores de un heroe nacional. Rebecca y Clem habian ido a San Petersburgo; tambien el lo hizo -invitado oficialmente como familiar de Rebecca-, para darle apoyo emocional. Estuvo en la esplendida cripta de la catedral de Pedro y Pablo, junto a los padres biologicos de Rebecca y los presidentes de Rusia y de Estados Unidos, y los primeros ministros de una docena de paises.

La presencia masiva de dignatarios extranjeros y la cobertura mediatica que la acompano estuvo solo superada por la enorme afluencia de notas de pesame de gente de todo el mundo. El Kremlin solo recibio decenas de miles de tarjetas de pesame y el doble de e-mails. Aunque la boda entre Alexander y Rebecca no habia llegado a celebrarse, veinte mil notas manuscritas fueron entregadas en la oficina de correos central del Kremlin, dirigidas a la zarina. Cientos de ramos de flores fueron depositados al pie del puente sobre el canal Ekaterininski en el que Alexander fue asesinado. La gente, con lagrimas en los ojos, encendia velas y dejaba flores y fotos de el frente a las embajadas rusas de todos los continentes.

Todo esto consiguio corroer el alma de Marten, que se retorcia de rabia ante la terrible ironia. ?Como podia el mundo saber, ni llegar a imaginar, que la dolorosa y solemne pompa de Estado en honor de la figura romantica y carismatica que habria sido el primer zar de Rusia de los tiempos modernos era en realidad poco mas que un esplendido funeral por el atroz asesino en serie Raymond Oliver Thorne?

Un pequeno paquete que llego a Manchester unas cinco semanas despues del funeral en San Petersburgo ayudo a Marten a comprender que, con todo lo disgustado que estaba, no se encontraba solo en sus sentimientos.

El paquete, entremezclado entre su correo regular, no tenia remitente pero estaba sellado en Moscu. Dentro encontro una sola hoja de papel, mecanografiada a un solo espacio y doblada en cuatro trozos. Junto a ella habia dos fotos en blanco y negro de 12 X 17 cm. Una llevaba un codigo de fecha y hora del LAPD; la otra tenia una anotacion manuscrita: Deposito de cadaveres estatal, Moscu. Eran reproducciones digitales de unas huellas dactilares. La primera, lo sabia, correspondia a las huellas de la ficha del arresto de Raymond por el LAPD. La segunda, no lo sabia pero lo supuso, habia sido tomada durante la autopsia de Alexander. Las huellas, como las que hicieron coincidir las del asesino de Dan Ford con la de Raymond, eran identicas.

La hoja mecanografiada decia lo siguiente:

FSO Coronel Murzin: Antiguo soldado de la Spetsnaz. Dos anos antes de la mision en Moscu pasa ocho meses de baja por enfermedad recuperandose de las heridas sufridas en un ejercicio de entrenamiento especial. Siete de esos ocho meses los pasa fuera del pais. Pais de destino: Argentina.

FSO Coronel Murzin: Cuenta personal en el banco Credit Suisse, Luxemburgo. 10.000 dolares

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