– Dios del Cielo -mascullo Marten, antes de empezar a moverse, lenta, cuidadosamente, subiendo la escalinata, usando a la gente que miraba a Alexander para ocultar su avance. De pronto, Alexander giro la cabeza y sus ojos se clavaron en los de Marten. Por un instante se quedaron quietos y luego, rapidamente, Alexander dio media vuelta y desaparecio.
Alexander empujo una puerta y corrio hacia una escalera interior. Con el corazon acelerado, la mente ofuscada, apenas sentia los peldanos debajo de los pies mientras los bajaba a la carrera. Al pie habia otra puerta. Por un instante brevisimo vacilo, luego tiro de ella y salio a un pasillo central de la primera planta. En una direccion estaba la Puerta de los Invalidos, por la que habia entrado. En la otra, la escalinata principal en la que el hombre que estaba convencido que era Marten habia estado en medio de la muchedumbre, mirandolo. En medio estaban los lavabos.
Alexander abrio la puerta del cubiculo y se metio dentro. La cerro detras de el y paso el candado. Luego, abatido, apoyo una rodilla sobre el retrete y vomito. Estuvo alli arrodillado, sintiendo las nauseas y vomitando, vaciando todo el contenido de su estomago, durante dos minutos enteros. Finalmente, con la garganta irritada, logro levantarse y tiro de la cadena, antes de enjugarse la boca y la nariz con papel higienico. Luego trato de tirar el papel al retrete pero no pudo; lo tenia pegado a las manos y, por primera vez, se dio cuenta de la sangre que tenia en ellas.
De pronto se oyo una oleada de agitacion y oyo a varias personas entrando en el bano desde el pasillo. El
Lentamente, Alexander se inclino hacia el retrete y metio las manos en el agua fria. Rapida, freneticamente, se las froto, tratando de limpiarse la sangre. De alguna manera hasta le parecia divertido, porque no sabia de quien era aquella sangre, si de Murzin o de la baronesa, o de ambos. Se froto con mas fuerza. La sangre se deshizo con la humedad, o al menos gran parte de ella. Era suficiente. Luego vio que tenia mas sangre en los pantalones y en su chaqueta de aviador. Oyo que se abria la puerta de los lavabos y una persona, y luego otra, salieron.
Alexander entreabrio la puerta del cubiculo un poco. Habia un solo hombre, peinandose ante el espejo. Debia de tener treinta anos, una altura y una complexion medias, e iba elegantemente vestido con un traje de cuadros de color crudo y una bufanda grande, azul marino, envuelta elegantemente en el cuello. Curiosamente, hasta en la escasa luz del lavabo, llevaba puestas unas gafas de sol tipo mosca.
– Disculpe -dijo Alexander en ingles, al salir del retrete.
– ?Si? -respondio el hombre. Seria la ultima palabra que pronunciaria en su vida.
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Marten habia intentado subir la escalinata detras de Alexander, pero una retahila de agentes del FSO y de seguridad uniformados acordono de pronto la segunda planta y estaba mandando a todo el mundo hacia abajo. Al cabo de unos minutos, una voz masculina sono por los altavoces, primero en ruso, luego en ingles, frances y aleman, que el museo estaba a punto de cerrar por motivos de seguridad y que no se dejaria salir a nadie del edificio hasta que hubiera sido identificado por la policia.
Marten habia retrocedido rapidamente escaleras abajo con el resto de la gente y se dirigio apresuradamente por una gran sala con columnas hasta la entrada principal. Sabia que con el grito, fuera lo que fuese que habia pasado en el piso de arriba, y con la rapidez de la huida de Alexander, las cosas estaban avanzando con demasiada rapidez como para que el dispositivo de seguridad estuviera totalmente organizado. Si se quedaba atrapado dentro con la gente, podia estar horas haciendo cola antes de que lo autorizaran a salir -o no, puesto que llevaba el arma automatica de Kovalenko y un pasaporte que lo identificaba como Nicholas Marten- y para entonces Alexander ya se habria marchado.
Delante de el podia ver la entrada principal.
Siete metros mas y… de pronto se quedo parado. La policia ya estaba alli. La entrada estaba precintada y empezaban a organizar su protocolo de control.
A su izquierda estaban las taquillas de venta de entradas y, detras de las mismas, bajando por un pasadizo corto, estaba la Oficina de Visitas, en la que Clem se habia encontrado con Rebecca. Nervioso, avanzo por el vestibulo, abriendose paso por entre los visitantes del museo, confundidos y asustados. En unos instantes habia alcanzado la Oficina de Visitas. Justo detras habia una puerta de emergencia que daba al exterior. Tenia una barra para empujar y tal vez estuviera conectada a una alarma, pero valia la pena intentarlo. La alcanzo y estaba a punto de empujarla con el hombro cuando advirtio a dos agentes del FSO que corrian por el pasillo en direccion a el. Entonces se volvio y retrocedio, forzando el paso por entre la marabunta de gente, pasando mas alla de las taquillas y de la entrada principal. Ahora volvia a oirse la advertencia por megafonia.
Ahora volvia a encontrarse en la sala de las columnas, dirigiendose hacia la escalinata principal. Luego vio un pasillo largo que doblaba a la derecha. Se metio rapidamente por el, buscando con la mirada a un lado y a otro una puerta de salida. Paso frente a una libreria y a una tienda de arte. Habia mas gente, mayor confusion. Siguio avanzando, pasando por delante de los lavabos. Una docena de pasos mas y algo le hizo bajar la vista. Se quedo petrificado: en el tablero blanco y negro del suelo habia una huella ensangrentada de un zapato. Mas adelante vio otra huella. Instintivamente, la mano se le fue al Makarov que llevaba en el cinturon. Lo saco cuidadosamente y dejo caer el brazo a un costado. Siguio andando, con el rifle automatico lo mas oculto que pudo.
Otra huella ensangrentada, y otra. Era el pie derecho, y quien fuera que estuviera dejandolas caminaba rapidamente. Los pasos eran alargados y la huella era cada vez mas debil, a medida que la sangre se iba secando.
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Un cielo gris y tapado cubria la ciudad mientras un hombre vestido con un elegante traje de cuadros, una bufanda azul marino y unas gafas de sol tipo mosca salia cautelosamente por la Puerta de los Invalidos a la plaza del Palacio, por la parte trasera del edificio, con una mano en el arma automatica de Murzin que llevaba bajo la americana, dispuesto a ser desafiado por la policia. Pero no habia ningun agente a la vista. Por la direccion de las sirenas, parecian concentrados, al menos de momento, en la muchedumbre que abarrotaba la entrada principal. Alexander vacilo unos instantes y luego se ajusto las gafas de sol y siguio andando.
Delante de el estaba el Volga negro. No tenia ni idea de donde estaba su chofer del FSO, ni los otros agentes. La ultima vez que los habia visto fue en el salon del trono, despues de que la baronesa les ordenara salir.
Se volvio apresuradamente y miro a traves de la extensa plaza. En el centro se levantaba la columna de Alejandro, que conmemoraba la derrota de Napoleon, al fondo, el Edificio General de Personal, unido a la casa de los Guardas por un magnifico arco de triunfo, encima del cual habia una solida escultura de seis toneladas de la Victoria conduciendo un carro tirado por seis caballos. Todos eran recordatorios de la victoria de Rusia en la guerra de 1812. Debian haberle infundido la esperanza y el coraje del alma rusa, y podian haberlo hecho si no fuera porque, al volverse, vio las leves pero visibles huellas de sangre que le hicieron darse cuenta de que estaba dejando rastro.
Horrorizado, avanzo cruzando la plaza, andando rapidamente, evitando echarse a correr para no llamar demasiado la atencion. Al caminar, frotaba la suela de su zapato derecho contra el suelo, tratando desesperadamente de borrar la poca sangre que todavia llevaba pegada, mientras intentaba de comprender lo que habia sucedido exactamente en el retrete de los