La atencion de la baronesa Marga de Vienne estaba concentrada en el televisor, exquisitamente encajado en las estanterias de caoba del elegante despacho de Jacques Bertrand situado en un cuarto piso del Lindenhof, una tranquila plaza que daba al barrio antiguo y al rio Limmat.
Tan bella a sus cincuenta y dos anos como lo habia sido a los veinte, la baronesa -vestida con un traje oscuro de viaje, hecho a medida y de corte muy conservador, y con la larga melena recogida bajo un sombrero de lana virgen que le ocultaba casi todos los rasgos- se sentia claramente incomoda. Raras veces se encontraba cara a cara con su abogado. Sus asuntos solian despacharse a traves de una linea de telefono protegida y de un correo electronico codificado, y desde luego, cuando se encontraban no era ella quien iba a verle. Pero esto era distinto. Habia venido a Zurich porque las cosas habian cambiado radicalmente. Lo que hacia unos pocos dias habia sido una operacion cronometrada y programada con precision, pero basicamente sencilla, se habia convertido en una pesadilla provocada por una cadena de casualidades imprevisibles. La propia supervivencia de Raymond dependia ahora tanto de ellos como de el mismo. Lo que harian el viernes en Londres o el 7 de abril en Moscu ahora tenia que ser totalmente replanteado.
Tampoco tenian manera de saber si Neuss o Kitner sospechaban quien habia cometido los asesinatos en America. Ni siquiera si hubieran visto su cara en television, era dudoso que despues de todos aquellos anos lo reconocieran, en especial porque recordarian a alguien con el pelo y las cejas oscuras, y no al hombre rubio con cejas rubias y la cirugia plastica en la nariz que cambiaba radicalmente su aspecto facial. Sin embargo, estaba claro que Neuss se habia marchado a Londres de manera improvisada, y lo mas probable era que lo hubiera hecho porque temia que quien fuera que habia matado a los demas pudiera ir luego a por el. Ademas, una vez en Londres se encontraria con Kitner para decidir cual era el siguiente paso, lo cual era muy probable que supusiera trasladar las piezas de donde estuvieran ahora hasta otra caja fuerte en otro lugar, complicando asi las cosas todavia mas.
Sin embargo, por muy inquietante que esto resultara, no era ni la mitad de preocupante de lo que ahora estaban viendo por la pantalla del televisor de Bertrand: la foto de Raymond divulgada en una emision especial de la CNN y, con la imagen, escenas grabadas en video la noche anterior en el aeropuerto internacional de Los Angeles, posteriores a su tiroteo con la policia local y al asesinato de tres de ellos -entre los que se hallaba un detective muy conocido y querido- cuando intentaba subir a bordo del vuelo 453 de Lufthansa con destino a Frankfurt.
El repentino pitido del telefono de Bertrand interrumpio la noticia y el respondio. Cuando lo hizo, la mano enguantada de la baronesa apreto un boton del mando y la tele quedo en silencio.
– Si -dijo Bertrand en frances-. Si, por supuesto. Notifiquenmelo de inmediato. -Colgo y miro a la baronesa-: Ya esta. El avion esta en el aire. El resto esta en sus manos.
– Dios nos esta poniendo a todos a prueba.
La baronesa volvio a girarse hacia el televisor para ver un montaje editado a toda prisa sobre la operacion policial de busqueda de Raymond que reflejaba como los distintos departamentos policiales de California tomaban posiciones para capturarlo. Mientras lo miraba, sus pensamientos se fueron hacia su interior y se pregunto si Raymond era lo bastante fuerte para superar aquello.
O si tenia que haberlo presionado todavia mas.
Barron recorrio rapidamente un pasillo interno mientras hablaba por el movil con Jake Stemkowski en Chicago. A pesar de la orden del jefe Harwood, un grupo de periodistas habia intentado acorralarle a su llegada, justo cuando contestaba a la llamada de Stemkowski. Los agentes habian obligado a la prensa a retroceder y el se metio por una puerta lateral para subir por un ascensor de la parte trasera, donde saco el movil tan pronto como vio que tenia la cobertura suficiente.
– Hemos hecho una lista de los nombres y direcciones rusos que se encontraban en el archivo de los hermanos Azov asesinados -dijo Stemkowski-. Se lo mando todo por fax. Seguimos trabajando en ello y nos pondremos en contacto en caso de surgir cualquier novedad.
– Gracias -contesto Barron.
– Y siento mucho lo de su comandante.
– Gracias.
Barron corto la llamada y abrio la puerta de la sala de la brigada 5-2. Polchak estaba alli; tambien Lee. Estaban de pie junto a la ventana mas cercana a su mesa, como si lo esperaran. Noto que habian bebido, pero no estaban borrachos.
– ?Que ocurre? -dijo, mientras cerraba la puerta detras de el.
Ni Lee ni Polchak contestaron.
– ?Se han ido a casa Halliday y Valparaiso?
– Se han ido, sencillamente -dijo Polchak laconicamente. Llevaba el mismo traje que le habia visto en el aeropuerto; tenia la mirada endurecida e iba desafeitado-. Dejaste que ese hijo de puta te quitara la pistola. La has cagado bien cagada. Pero eso ya lo sabes.
Barron miro a Lee. Como Polchak, llevaba la misma ropa que la noche anterior y tenia la misma mirada dura, la misma barba sin afeitar. Ninguno de los dos habia pasado por casa despues de darle la noticia a la esposa de Red. Claramente, ninguno de ellos estaba en su mejor estado emocional, pero eso daba igual. Para ellos Red habia sido un dios y Barron era un capullo novato que tendria que haber matado a Raymond y no lo hizo, y luego lo habia empeorado todavia mas dejando que Raymond le quitara el arma y matara con ella a Red. Estos hechos juntos convertian en inequivoco lo que veia ahora en sus rostros. Lo culpaban de la muerte de Red.
– Lo siento -dijo, a media voz.
– ?Vas armado? -Los ojos de Polchak estaban llenos de un asco que bordeaba el odio.
– ?Por que? -De pronto Barron desconfio de ellos. ?Lo odiaban lo bastante como para matarle alli mismo?
– Raymond te quito el arma -dijo Lee-. Mato a Red con ella.
– Ya lo se. -Barron miro a los dos hombres y luego se abrio la cazadora lentamente. El Cok del 45 descansaba en la funda de su cintura-. La tenia en casa -dijo, antes de que la cazadora volviera a taparlo-. Lo que sintais por mi ahora no importa. Lo unico que importa es sacar a Raymond de la calle, ?no es asi?
Polchak se quedo inmovil, buscando la mirada de Barron. Finalmente gruno:
– Si.
Barron miro a Lee:
– ?Roosevelt?
Por un largo instante, Lee se quedo en silencio. Se limitaba a mirarlo como si intentara decidir que iba a hacer. Por primera vez, Barron se dio cuenta de lo alto que era. Enorme, como si pudiera aplastarlo con un dedo.
Un pitido del fax interrumpio el momento con la transmision del documento de Stemkowski desde la policia de Chicago. Fue suficiente y Lee hizo que si con la cabeza:
– Si -dijo-. Tienes razon.
– De acuerdo -dijo Barron, mirandolo a los ojos, antes de ir a recoger el fax que acababa de llegar.
Intento no prestarles atencion mientras examinaba la lista de telefonos que Stemkowski habia recopilado de la agenda de los hermanos asesinados. Azov, su apellido, era ruso, como lo eran la mayoria de nombres de la lista. La mayoria de direcciones estaban distribuidas por el sur de California, principalmente en Los Angeles y sus alrededores. Unas cuantas pertenecian a la zona norte, en la bahia de San Francisco.
Barron leyo la lista una vez y luego lo volvio a hacer. La primera vez se le paso por completo, y estuvo a punto de sucederle lo mismo la segunda. Estaba dispuesto a tirar el documento a la papelera cuando algo le llamo la atencion y volvio la vista atras. Habia un nombre a tres cuartos de la pagina que no era ruso, o al menos no lo parecia, pero la direccion a la que correspondia le sonaba demasiado. De pronto miro a Lee y Polchak:
– Las victimas del asesinato de Chicago tenian un amigo en Beverly Hills. Tiene un negocio a pocos pasos de la pizzeria en la que la chica dijo haber visto a Raymond, y solo a unas manzanas de donde la policia de Beverly Hills encontro el coche con el cadaver del disenador. La direccion es 9520 Brighton Way. Se llama Alfred Neuss.