Barron llevo el Mustang mas alla de las enormes buganvillas que bordeaban la entrada de coches y se metio en su plaza de parking. Le dolia todo; hasta quitarse el cinturon y salir del coche le resultaba una agonia. Subio el largo tramo de escaleras traseras, peldano a peldano. Dormir, solo dormir, era lo unico que pedia.
Con la llave todavia en la puerta, entro en casa y se metio en la cocina. El simple gesto de tocar el interruptor de la luz le representaba un esfuerzo, al igual que el acto de volverse a cerrar la puerta detras de el. Respiro lenta y profundamente, una y otra vez. Tal vez las patadas de Polchak le hubieran roto alguna costilla, o tal vez solo tuviera contusiones, no lo sabia.
Miro a traves del rectangulo oscuro del recibidor que llevaba al resto de la casa. Le parecia que habian pasado dos anos desde la ultima vez que estuvo en casa; y todavia mas desde que habia hecho algo relativamente normal.
Se quito lentamente la chaqueta del traje y la echo por encima de una silla; luego se acerco al lavamanos para humedecer una toalla y limpiarse la sangre pegada de la boca y la nariz. Luego miro el contestador de su telefono: habia un 3 parpadeante. Toco el boton de MENSAJES, el numero cambio a 1 y oyo la voz de Pete Noonan, su amigo del FBI, a quien le habia pedido que buscara en los bancos de datos de terrorismo si habia informacion sobre Raymond.
«John, soy Pete Noonan. Lamento informarte de que no tenemos nada sobre tu amigo Raymond Thorne. Sus huellas no se encuentran en ninguno de nuestros archivos, ni nacionales ni internacionales. Y no hay ninguna informacion mas sobre el. Sea quien sea, todavia no es de los nuestros. Seguiremos buscando. Ya sabes donde encontrarme si necesitas algo mas, de dia o de noche. Siento mucho lo de Red.»
«John, soy Dan. Creo que tengo la nariz rota, pero estoy bien. Dentro de una hora estare en casa. Llamame.»
John se volvio para colgar la toalla.
«Soy Raymond, John.»
Barron giro la cabeza como una bala y se le erizaron los pelos de la nuca.
«Lastima que no estes en casa. -La voz de Raymond sonaba tranquila y muy practica, casi elegante-. Hay algo que deberiamos aclarar esta noche. Te llamare dentro de un rato.»
Barron se quedo mirando a la maquina. Su numero no estaba en las paginas amarillas. ?De donde lo habia sacado?
Cogio el telefono rapidamente y marco el numero del movil de Halliday. Sono cuatro veces antes de que la voz grabada de la operadora le anunciara que el numero marcado no estaba disponible. Barron colgo y llamo a Halliday a casa. El telefono sono pero no respondio nadie, ni le salio un contestador. Estaba a punto de colgar y probar con los otros, Lee o Valparaiso, cuando alguien respondio finalmente. Era una voz de nino:
– ?Diga?
– ?Esta tu papa?
– Esta con mi mama. Es que mi hermano esta vomitando.
– ?Le puedes decir que se ponga al telefono, por favor? Dile que es muy importante.
Se oyo un fuerte golpe cuando el nino dejo el telefono. Se oian voces a lo lejos. Al final Halliday cogio el auricular.
– Halliday.
– Soy John. Siento molestarte, pero me ha llamado Raymond.
– ?Como?
– Me ha dejado un mensaje en el con testador.
– ?Y que decia?
– Que queria volver a hablar conmigo esta noche. Que me llamara mas tarde.
– ?Como ha sabido tu numero?
– Ni idea.
– ?Estas solo?
– Si, ?por que?
– Porque si ha conseguido tu numero, tambien puede averiguar tu direccion.
Barron miro a su alrededor y otra vez al rectangulo oscuro delimitado por la puerta que llevaba de la cocina al resto de la casa. Toco distraidamente el Colt que llevaba en la funda del cinturon.
– Estoy bien.
– Te pincharemos el telefono. Si vuelve a llamar, intenta alargar la conversacion todo el tiempo que puedas. El mismo se metera en la trampa. Te mando ahora mismo una patrulla de vigilancia, para que tengas proteccion en caso de que decida hacerte una visita.
– De acuerdo.
– Es listo. Tal vez solo lo haya hecho para acojonarnos.
– ?Como esta tu hijo?
– La canguro le ha dado pizza. No se cuanta se ha comido, pero la esta sacando toda. Llevo diez minutos aguantandole la cabeza encima del retrete.
– Ve a cuidarle. Y gracias.
– ?Estas bien? -La voz de Halliday sonaba sinceramente preocupada.
– Bueno, un poco dolorido.
– Red era el mejor amigo de Polchak.
– Lo se.
– Veremos lo que nos depara esta noche. Dejare mi radio y mi movil encendidos. Intenta dormir un poco.
– Si. Gracias.
Barron colgo y miro el telefono; luego sus ojos se centraron otra vez en el contestador. Estaba a punto de apretar el boton, a punto de volver a escuchar el mensaje de Raymond, cuando lo oyo.
Un sonido, leve pero claro, habia sonado por detras del rectangulo oscuro que llevaba al resto de la casa. El edificio era antiguo, de la decada de 1920. Habia experimentado varias remodelaciones pero los suelos eran todavia del roble original y por algunos lugares crujian al pisar.
Volvio a oir el ruido de antes, ahora un poco mas fuerte, como si alguien viniera hacia la cocina desde las habitaciones. Barron saco el Cok de su funda. En medio segundo habia cruzado la sala y junto a la ventana, con la espalda apoyada a la pared.
Con el revolver levantado y listo para disparar, aguanto la respiracion y escucho. Silencio. Levanto la cabeza. Nada. Estaba cansado, hecho polvo por la paliza de Polchak y por el cumulo de emociones. Tenia los nervios de punta. Tal vez estuviera imaginando cosas. Tal vez…
?No! ?Alli habia alguien! Justo al fondo de la puerta. De pronto hubo un movimiento en el recibidor. Barron salto como una flecha. Su mano agarro una muneca y la retorcio hacia el para apuntar con su automatica en toda la cara de…
– ?Rebecca!
Con el corazon acelerado solto a la muchacha y ella se encogio horrorizada.
– ?Dios mio! ?Perdona, carino! Perdona.
Barron dejo el arma y se le acerco, abrazandola con ternura.
– No pasa nada -le susurro-. Todo va bien, todo va bien…
Se quedo en silencio mientras ella levantaba los ojos y le sonreia. A pesar del susto de muerte que le habia dado, con el pelo negro recogido detras de las orejas, vestida con su camiseta y sus vaqueros, parecia tan fragil y bella como siempre.
No podia oirle, pero el se lo pregunto de todos modos porque sabia que era capaz de leerle los labios, al menos lo suficiente para entender una pregunta sencilla.
– ?Estas bien?