mientras miraba la tele y se quedaba dormida en el sofa, sino que tienes fotos suyas y de Dan Ford en la cocina. He leido los articulos del senor Ford sobre mi en el periodico. Le he visto en tu presencia un par de veces. Una en el aeropuerto de Los Angeles y otra fuera del garaje, despues de la ejecucion de Frank Donlan.

Asi que este era el motivo de la visita de Raymond. Habia visto a Barron como una via de escape a partir del momento en que subio al coche despues del asesinato de Donlan. Por eso lo empujo hasta el limite de sus nervios, para hacerle revelar la verdad en el Parker Center, despues de que lo ficharan. Ahora intentaba de nuevo utilizarlo contra el como medio para intentar escapar.

– Frank Donlan se disparo a si mismo -dijo Barron rotundamente.

Raymond le ofrecio una sonrisa gatuna:

– Para ser policia, haces que la verdad sea demasiado obvia. Ya existia antes. Y sigue existiendo. Y siempre existira.

El reloj marco las 3:20. Hubo un silencio y luego el telefono de Barron empezo a sonar. Raymond volvio a sonreir:

– ?Por que no le preguntamos al senor Ford que cree el que le ocurrio al senor Donlan?

El telefono volvio a sonar.

– Cojelo y dile que espere un momento -dijo Raymond-. Luego me lo pasas.

Barron vacilo y Raymond levanto el arma.

– El revolver no es para amenazarte, John. Es para evitar que me ataques tu a mi. Para ti, el autentico peligro es tu conciencia.

El telefono volvio a sonar por tercera vez. Raymond le hizo un gesto hacia el y Barron lo cogio.

– Danny -dijo Barron, con calma-. Gracias por llamar. Ya se que es tarde. ?Rebecca? Estaba preocupada por mi. Se las ha arreglado para coger un autobus y venir hasta aqui. Si, se encuentra bien. La he vuelto a acompanar a Saint Francis. Si, si, estoy bien. ?Y tu?… Bueno. Espera un segundo, ?eh?

Barron le paso el telefono a Raymond, que se lo apoyo contra el pecho para que Dan Ford no pudiera oirle.

– El plan es el siguiente, John: iremos a buscar tu coche. Yo ireen el asiento de atras, para que no me vean por si fuera hubiera policia haciendo guardia, lo cual estoy seguro de que es asi, asignada para protegerte por si se me ocurria completar mi llamada telefonica con una visita. Te pararas junto a ellos y les diras que no podias dormir y que te vas al despacho. Les daras las gracias y te iras. -Raymond hizo una pausa-. El senor Ford es mi seguro de que me obedeceras.

– ?Seguro para que?

– Para la verdad sobre Frank Donlan. -Raymond volvio a sonreir-. No querras poner al senor Ford en la posicion de tener que investigarte personalmente, ?no? Dile que quieres que se encuentre contigo dentro de media hora. Tienes una informacion muy importante que solo le puedes dar en persona.

– ?Donde? -Barron se sintio atrapado. Raymond lo controlaba absolutamente todo.

– En el Mercury Air Center del aeropuerto Bob Hope, en Burbank. Hay un jet fletado que vendra a buscarme. No es tan increible como parece. Diselo. -Raymond le entrego el telefono bruscamente.

Barron vacilo un instante y luego hablo por el telefono.

– Danny… hay algo de lo que tenemos que hablar y solo puedo decirtelo personalmente. En el aeropuerto Bob Hope, en el Mercury Air Center, dentro de treinta minutos. ?Puedes estar alli? -Barron hizo un gesto afirmativo con la cabeza al escuchar la respuesta de Ford-. Gracias, Danny.

Barron cerro el telefono y miro a Raymond.

– En el aeropuerto habra policia.

– Lo se. Tu y el senor Ford os ocupareis de hacerme pasar sin problema por delante de ellos.

Al cabo de dos minutos salieron por la puerta de atras y bajaron las escaleras hasta el parking abierto, donde estaba aparcado el Mustang. Antes de salir Raymond le habia hecho una ultima peticion, que ahora llevaba puesta. Un complemento debajo de la camisa almidonada y del traje de lino que habia cogido en el apartamento de Neuss: el chaleco antibalas de kevlar de John Barron.

67

3:33 h

Barron dio marcha atras con el Mustang para salir del parking, luego bajo por la rampa para detenerse ante la pared de buganvillas que daba a la calle. Raymond iba en el suelo del asiento de atras, directamente detras de el, y Barron estaba convencido de que llevaba el Cok, o el Beretta, o ambos, en las manos.

Mas arriba de su calle, a la izquierda, vio el coche de Grimsley y VerMeer. Ya debian de haber visto sus faros y debian de estar preguntandose que ocurria.

Acelero hacia ellos y luego redujo la marcha y se detuvo.

– No podia dormir -dijo, siguiendo las instrucciones de Raymond al pie de la letra-. Tengo demasiadas cosas en la cabeza, prefiero ir a trabajar. ?Por que no lo dejais y os vais a casa?

– Lo que tu digas -bostezo Grimsley.

– Gracias de nuevo -dijo Barron, mientras ponia el Mustang en marcha y se alejaba.

– Bien -dijo Raymond desde atras-, de momento.

Al cabo de un momento Barron se metio por Los Feliz Boulevard y luego en la autovia del Golden State, direccion norte, rumbo al aeropuerto de Burbank.

Raymond le habia dicho que su verdadera amenaza no era un arma sino su propia conciencia. Luego Raymond se habia protegido todavia mas, o al menos dijo haberlo hecho. Su salvavidas estaba en forma de e- mails programados para que se enviaran automaticamente a una hora determinada al fiscal del distrito de Los Angeles, al Los Angeles Times, al Organizacion por las Libertades Civiles del sur de California, a la oficina de Los Angeles del FBI, a la sede de la CNN en Atlanta y al gobernador de California.

En los e-mails se explicaba quien era y se decia lo que creia que le habia ocurrido a Frank Donlan mientras se encontraba bajo custodia policial. Anadia que el estuvo con Donlan como rehen durante un tiempo y decia que la unica arma que habia visto en aquel periodo fue la que habia utilizado para matar a las victimas del tren: un arma que al final Donlan habia lanzado a la policia en el garaje, antes de salir desnudo a rendirse para demostrarles que no iba armado. Estos e-mails programados, prometio Raymond, los retiraria mas tarde -sin enviar, como dijo el-, cuando se encontrara en el avion y a salvo lejos de alli.

Segun Raymond, lo que estaba haciendo era sencillamente evitarle a Barron la molestia de ser llamado ante un tribunal para tratar de determinar si habia pruebas suficientes para juzgarlo a el y a sus companeros detectives por el asesinato de Frank Donlan. Y en eso tenia razon, porque fuera lo que fuese que los otros dijeran o hicieran para protegerse ellos mismos y la brigada, a el le resultaria imposible mentir bajo juramento. Lo sabia el y lo sabia Raymond.

Por otro lado, si Raymond escapaba realmente, ?que? El hombre que habia matado a Red McClatchy, a cinco policias mas, a un disenador de Nueva Jersey y a un joven aleman a sangre fria quedaria libre para continuar su racha asesina por cualquier razon retorcida que lo hubiera empujado a hacerlo la primera vez. ?Cuantos inocentes mas tendrian que morir antes de que acabara? ?Y seria Alfred Neuss uno de ellos?

Asi pues, Raymond estaba en lo cierto. Era un problema de conciencia. Y este era el motivo por el que, unos minutos antes, cuando hablaba por telefono con Dan Ford, le habia llamado Danny. La ultima vez que lo hizo tenian nueve anos y Ford le dijo claramente que odiaba que lo llamaran asi y que queria que lo llamara Dan. Barron se rio y le dijo que era un creido y le volvio a llamar Danny. Como respuesta, Dan le dio un punetazo en la nariz y lo mando corriendo a casa, llorando, a buscar a su mama. Desde entonces le llamo siempre Dan. Dan… hasta hacia unos momentos, cuando volvio a llamarlo Danny con la esperanza de que Ford se diese cuenta de que estaba en apuros y se lo estaba intentando transmitir.

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