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– ?No!
Su propio grito le arranco del sueno mas profundo de toda su vida. Estaba empapado en sudor y miraba a la oscuridad. Habia visto a Raymond en suenos. Alli mismo, en su habitacion, observandolo dormir.
Respiro profundamente, una vez y dos. Y se dio cuenta de que no pasaba nada. Por instinto busco a tientas su revolver en la mesilla de noche. Lo unico que encontro fue la suavidad de la madera lacada. Volvio a mover la mano por la superficie. Nada. Se incorporo. Sabia que habia dejado el Cok alli encima. ?Donde estaba?
– Ahora tengo tus dos armas.
Barron se sobresalto y volvio a gritar.
– Quedate exactamente donde estas. No te muevas para nada. -Raymond estaba de pie en medio de la penumbra, a los pies de la cama. Tenia el Colt de Barron en la mano y le apuntaba directamente con el-. Estabas muy cansado, asi que te he dejado dormir. Dos horas y media no es mucho, pero ya es algo. Deberias agradecermelo.
Raymond hablaba a media voz, tranquilamente.
– ?Como has entrado?
Barron lo veia apenas entre tinieblas mientras cruzaba del pie de la cama hasta colocarse de espaldas a la pared que habia junto a la ventana.
– Tu hermana ha dejado la puerta abierta.
– ?Mi hermana?
– Si.
De pronto, Barron se dio cuenta:
– Has estado aqui todo el tiempo.
– Bueno, llevo un rato, si.
– ?Y la llamada?
– Me invitaste a llamarte y lo he hecho. Pero no estabas en casa. Entonces decidi que, si al fin y al cabo teniamos que acabar encontrandonos, por que no venir directamente a tu casa. -Raymond se movio de nuevo, solo un par de palmos pero lo suficiente para que Barron viera que habia salido de la alfombra en la que estaba antes y que ahora se ponia encima del parquet. No estaba dispuesto a perder el equilibrio ante un movimiento rapido del policia.
– ?Que quieres?
– Tu ayuda.
– ?Por que deberia ayudarte?
– Vistete, por favor. Ponte el tipo de ropa que llevarias al trabajo. Lo que llevabas antes ya esta bien -le dijo, acompanando la frase de un gesto con la cabeza hacia la silla de madera en la que Barron habia dejado el traje, la camisa y la corbata que llevo para ir a casa de Red.
– ?Te importa que encienda una luz?
– La lampara de la mesita, ninguna mas.
Barron encendio la lampara y salio lentamente de la cama. Bajo la luz tan palida pudo ver a Raymond sujetando el Cok con seguridad. Llevaba un traje caro de lino tostado, con unos pantalones que le quedaban cortos y anchos de cintura, una camisa blanca que tampoco era de su talla y una corbata a rayas rojas y verdes. La Beretta de Barron, el arma que Raymond le habia quitado en LAX y usado para matar a Red, le hacia bulto en la cintura, con la funda que tapaba la culata y el gatillo sobresaliendo detras de la hebilla del cinturon.
– ?Este traje que llevas no sera de Alfred Neuss, por casualidad?
– Por favor, acaba de vestirte. -Raymond apunto a los zapatos de Barron en el suelo con el Cok.
Barron vacilo, luego volvio a sentarse en la cama para ponerse un calcetin y luego el otro. Un zapato y el otro.
– ?Como me has encontrado? -Se lo estaba tomando con calma, tratando de buscar la manera de derribar a Raymond fisicamente. Pero el pistolero mantenia la distancia conscientemente, de espalda a la pared y con los pies solidamente en el suelo de parquet, apuntando con el Cok al pecho de Raymond.
– En America parece haber tiendas de fotocopias casi en cada esquina. Son tiendas en las que uno puede alquilar ordenadores y acceder a Internet por minutos. Por muy poco dinero uno puede recibir y mandar mensajes electronicos y, con pocos conocimientos, puede acceder a bancos de datos de practicamente cualquier institucion, incluidas las policiales. En cuanto a como llegue hasta aqui, a los taxistas de la ciudad parece importarles muy poco el aspecto de su pasaje.
– Lo tendre en cuenta. -Barron termino de atarse los cordones de los zapatos y luego se levanto-. Dime otra cosa. Los asesinatos de Los Angeles los puedo entender, puesto que tratabas de evitar que te detuvieran. Pero ?que hay de los hombres de Chicago, los hermanos Azov?
– No se de que me hablas.
– ?Y Alfred Neuss? -prosiguio Barron, sin inmutarse-. Tambien ibas a matarle. Fuiste a su joyeria pero no estaba. Eso debio de ser una sorpresa.
Raymond miro el reloj.
Volvio a mirar a Barron. La policia habia inferido lo que suponia posible y habia relacionado su arma con el doble asesinato de Chicago. Lo que le sorprendia era que hubieran descubierto lo de Neuss. Y puesto que habian estado en su establecimiento y habian hablado con la encargada, ahora tambien debian de saber que Neuss se habia ido a Londres. Por tanto, se habrian puesto en contacto con la policia metropolitana de Londres, que intentaria interrogar al joyero directamente. Ya era bastante desgracia que Neuss se hubiera ido a Londres, pero que encima hablara con la policia complicaba mucho mas las cosas.
De nuevo, volvio a mirar el reloj.
– Estas a punto de recibir una llamada en el movil.
– ?En mi movil?
– Tu telefono fijo esta pinchado. Con la esperanza de localizarme cuando volviera a llamarte, claro.
Barron lo miro detenidamente. La idea de que Raymond hubiera evitado todas las trampas y, de alguna manera, hubiera llegado hasta su casa, le provocaba estupefaccion. Y ahora sabia incluso lo del pinchazo. Iba siempre un paso por delante de ellos y se mantenia alli.
– ?Quien me llamara?
– Un buen amigo tuyo, un tal senor Dan Ford, del
– ?Que te hace pensar que somos amigos?
– Lo mismo que me hizo pensar que la joven es tu hermana y que su nombre es Rebecca. No solo la he visto