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McClatchy esperaba debajo de Lee y Polchak, vigilando como la actividad en el anden y alrededor de ellos empezaba a animarse. En esos momentos, la cantidad de gente que esperaba la llegada del
Miro hacia las vias y luego empezo a volverse para buscar con la mirada los coches patrulla que se escondian mas alla de la valla de cadena; de pronto, apreto la mandibula. Una tropa de ninas excursionistas empezaba a subir la rampa desde la estacion hasta el anden.
Habia al menos una docena, ninas de diez u once anos con sus uniformes de excursionistas recien planchados. Dos mujeres, tambien vestidas de uniforme, las acompanaban. La situacion ya era lo bastante tensa de por si, pero si se juntaba un grupo de chicas excursionistas con un asesino inestable saliendo de un tren y que podia ser presa de los nervios y empezar a disparar, entonces ?que?
– Las ocho y veintinueve. -Lee se le acerco a recordarle la hora, pero su atencion estaba centrada en el grupo de ninas, preocupado como Red-. Tenemos once minutos escasos.
Polchak se les acerco, mirando a las chicas y luego a Red:
– ?Que hacemos?
– Sacadlas de aqui ahora mismo.
– Dentro de diez minutos llegaremos a Union Station. El
El sistema de megafonia del tren emitio un mensaje grabado y el
De pronto se levanto e iba a coger su bolsa cuando Miller lo detuvo:
– No lo haga -le susurro, y luego se inclino hacia los Woods, en voz baja y tono apremiante-: He oido hablar a los del ferrocarril. Creen que hay una bomba a bordo. No saben en que vagon. Van a detener el tren antes de que lleguemos a la estacion.
– ?Como? -Raymond se quedo atonito.
– Cundira el panico entre los pasajeros -dijo Miller, con el mismo tono dramatico-. Tenemos que alcanzar la puerta ahora mismo para poder ser los primeros en bajar. Dejen su equipaje, dejenlo todo.
Cuando se levanto, la cara de Bill Woods estaba blanca como la cera.
– Corre, Vivy, vamonos. -Su voz estaba empanada de miedo y ansiedad.
– Vamos, Raymond, rapido -lo apremio Miller mientras los Woods salian al pasillo delante de ellos. Raymond lo miro y luego levanto la vista hacia su maleta. Lo ultimo que queria era dejarla atras.
– Mi bolsa.
– Olvidela -dijo Miller rapidamente, al tiempo que lo agarraba del brazo y le forzaba a seguir a los Woods-. Esto no es ninguna broma, Raymond. Si eso explota, saltamos todos en pedazos.
Valparaiso y el revisor vieron acercarse a los jugadores de cartas. Detras de ellos, Halliday y Barron se habian levantado de pronto, sorprendidos de verlos avanzar a los cuatro.
– ?Que cono…? -exclamo Barron abiertamente, dirigiendose a Valparaiso.
– ?Que estan haciendo? -El revisor miraba al grupo de jugadores que se abria paso entre la gente, avanzando hasta la parte delantera del vagon, hacia ellos.
– No te muevas, no hagas nada -le advirtio Valparaiso.
Barron se puso en el pasillo y empezo a avanzar hacia ellos con la mano en la Beretta. A los tres pasos sintio la mano de Halliday en el hombro.
– No le des motivos para que haga algo -le dijo Halliday, mientras lo contenia.
– ?Que cojones esta pasando?
– No lo se, pero no puede ir a ninguna parte. Vuelve a sentarte. Estamos a pocos minutos del objetivo.
Valparaiso vio a Halliday llevarse a Barron hacia los asientos que los jugadores habian dejado libres. Mientras tanto, el cuarteto seguia avanzando. Iban muy juntos, escurriendose por entre los demas pasajeros. Oyo suspirar al revisor. Unas pocas hileras mas y estarian junto a el. El tren todavia se movia. ?Adonde demonios se creia que iba? ?Al otro vagon? Si, claro. Pero luego estaba la locomotora, de modo que el vagon siguiente era lo mas lejos que podia ir, y eso lo podrian controlar si tenian que hacerlo. Tan pronto como entraran se pondria en contacto por radio con McClatchy y… de pronto, el revisor empezo a avanzar hacia los jugadores de cartas, bloqueando el pasillo.
– Ha habido un problema con los billetes -dijo, con voz autoritaria-. ?Quieren tener la amabilidad de regresar a sus butacas hasta que podamos solventarlo?
– Dios mio -mascullo Valparaiso.
Barron miraba al revisor, con la Beretta escondida debajo de la mesa.
– Dejalo solo, gilipollas -susurro, demasiado alto.
– Tranquilo -le dijo Halliday a media voz-; no te pongas nervioso.
El revisor estaba justo delante de ellos. Bill y Vivian Woods miraron a Miller suplicando ayuda. Estaban asustados y no tenian ni idea de que hacer. Raymond miro hacia atras, a su bolsa. Los policias estaban justo alli, en su sitio, con la bolsa en el portaequipajes de encima de ellos.
– Les he pedido que vuelvan a sus sitios y se sienten. Por favor, haganlo y quedense sentados hasta que lleguemos a la estacion. -El revisor siguio empujandolos. Con bomba o sin ella, penso Raymond, este era un hombre que creia realmente que este era su tren y que mandaba. Nadie se dirigiria a las puertas hasta que el lo autorizara, y desde luego, no un criminal buscado. De pronto le quedo medianamente claro quien habia avisado a la policia.
No solo habia sido una estupidez, sino una temeridad. Y Miller lo habia llevado a hacerlo. Por segunda vez en lo que parecian unos segundos hizo algo enteramente inesperado.
– Pare el tren -dijo, severamente-. ?Parelo ahora mismo!
El revisor se puso furioso:
– No es posible.
– Si, si lo es. -De pronto, Miller saco un enorme Colt automatico de dentro de la americana y apunto con fuerza a la cabeza del revisor-. Tiene usted una llave de emergencia. ?Utilicela!
– ?Dios mio! -Barron se levanto rapidamente. Y Halliday hizo lo mismo.
Raymond estaba estupefacto. Permanecia quieto, incredulo. Bill Woods tiro de Vivian con fuerza hacia el, estrechandola. La gente miraba, atonita. Entonces Raymond vio que Valparaiso levantaba un brazo. Tenia una