Marten asintio:

– Estoy de acuerdo en que esta aqui por algo mas que para investigar un asesinato, pero todavia tengo que ver a alguien mandando un jet privado para rescatar a un sicario. La idea puede cuadrar con los asesinatos de Chicago y con Neuss y con Fabien Curtay, pero metes a Raymond y algo chirria.

»Le he visto en demasiados escenarios. He observado su cara, le he escuchado hablar, he visto su manera de moverse. Es una persona con buena formacion y que habla fluidamente al menos tres idiomas, y tal vez un cuarto, que seria el ruso. Tal vez sea un asesino con mucho entrenamiento, pero tiene mas de aristocrata que de matarife.»

Marten se encogio levemente de hombros:

– Tal vez Halliday estuviera suponiendo lo de la mafia rusa, y tal vez Lenard y Kovalenko estan en lo mismo. Tal vez descubran algo en este sentido, pero lo dudo. Yo estuve alli con Raymond, Dan. -Marten hizo una pausa-. Y es algo distinto.

Eran pasadas las diez cuando Ford puso en marcha el Citroen aparcado cerca del hotel. El cielo raso de antes se habia tapado durante la cena y ahora caia una lluvia fina. A traves de la misma, Marten podia ver el magnifico espectaculo de la parte superior de la torre Eiffel ocultandose entre las nubes bajas. Luego siguieron avanzando y cruzaron el Sena por el Pont d'Iena hacia la Rive Droite, donde se encuentran el Arc de Triomphe, el Pare Monceau y L'Ecluse Madeleine. Al cabo de unos minutos pasaban por la avenue New York y volvian a circular junto al rio hacia el Quai des Tulleries y el Louvre. Durante todo este tiempo, ninguno de los dos dijo ni una palabra. Finalmente hablo Dan Ford.

– Tu eres el ultimo de ellos, ya lo sabes.

– ?El ultimo de quien?

– De la brigada. Halliday lo dijo esta tarde. Cien anos de historia y el y tu erais los unicos que quedaban. Y ahora solo continuas tu.

– No soy en absoluto el hombre al que querrian como representante, o que ni siquiera quieran recordar que formo parte de la misma. -Marten desvio la mirada y se quedo un rato en silencio-. Halliday era un buen tipo -dijo, finalmente.

– Por eso su asesinato es mucho peor. Creias que todo esto estaba muerto, pero los dos sabemos que no es asi. -Ford redujo la velocidad del Citroen, detras de un taxi, y se volvio a mirar a Marten. Su ojo de cristal, detras de la montura de pasta, no revelaba nada; el otro, el ojo bueno, delataba una profunda inquietud y mucha preocupacion-. ?Y si te digo que te alejes ahora mismo y vuelvas a Manchester, como ya te he pedido antes? ?Que yo me ocupare del asunto y ya te ire informando? -Ford volvio a mirar el trafico delante de el-. No lo harias, ?no?

– No.

– Ni por mi, ni por Rebecca, ni por lady Clem. Ni siquiera por ti mismo como Nick Marten, estudiante de arquitectura del paisaje, un hombre con una vida protegida y equilibrada y que finalmente ha podido hacer lo que siempre habia deseado.

– No.

– No, claro que no. En cambio, persigues este asunto con todo tu empeno el tiempo que haga falta, hasta que puedas con el o el pueda contigo. Y si el bueno de Raymond, de alguna manera, sigue vivo, no lo sabras hasta que sea demasiado tarde. Porque para entonces ya estaras en la cueva y… de pronto, ahi lo tienes.

Marten miro a Ford y luego desvio la mirada bruscamente. Delante de ellos se veian las luces de Notre Dame. A la derecha, la larga serpentina oscura del Sena. Al otro lado, a traves de la lluvia, estaban las luces de la Rive Gauche, adonde se dirigian y donde Dan vivia.

– Lo haras de todos modos. Asi que tal vez esto te ayude -dijo Ford, mientras sacaba algo de dentro de su chaqueta y se lo ofrecia a Marten.

– ?Que es esto? -Marten le dio la vuelta a un cuaderno viejo y repleto de papeles, y una agenda con tapas de piel y su contenido sujeto con goma elastica.

– La agenda de Halliday. La he cogido de la mesilla de noche mientras tu jugabas a detectives con Lenard. Halliday dijo que queria hablar contigo. Tal vez siga queriendolo.

Un levisimo rastro de sonrisa cruzo el rostro de Marten:

– Eres un ladron.

– Eso es lo que pasa cuando alguien conoce a otra persona mejor de lo que deberia.

30

El sonido de una puerta que se abria y se cerraba desperto a Nicholas Marten de un sueno profundo. Estaba oscuro y, por un momento, no tenia ni idea de donde se encontraba. ?Habia entrado o salido alguien? ?O lo habia sonado? Toco el boton de su despertador digital y por una decima de segundo se ilumino.

2:12 h

Se incorporo y escucho.

Nada.

La suave luz de una farola de la calle proporcionaba la iluminacion justa para permitirle recordar donde estaba: en el sofa del salon de Dan Ford. Volvio a escuchar, pero no oyo nada. Luego percibio el ruido distante de una puerta de coche que se cerraba y, unos segundos mas tarde, oyo arrancar un motor. Rapidamente salto de la cama y se acerco a la ventana. Diez metros mas abajo vio el Citroen de Dan Ford que salia del pequeno aparcamiento en el que se habian metido al volver del hotel Eiffel Cambronne.

Volvio a mirar su reloj.

2:16 h

No, no eran las 2:16; eran las 3:16. Su reloj seguia a la hora de Manchester; en Paris era una hora mas tarde.

Al cabo de unos segundos se puso el albornoz que Ford le habia prestado y se dirigio al dormitorio de Dan y Nadine.

– ?Nadine?

Hubo un largo silencio y luego la puerta se abrio y vio aparecer a una dormida Nadine Ford. Llevaba un camison blanco largo y su mano derecha descansaba sobre su muy prenada barriga.

– ?Ha salido Dan?

– No hay ningun problema, Nicholas -dijo a media voz y con un ingles torpe-. Lo han llamado por telefono y luego se ha vestido y se ha marchado.

– ?Era la policia?

– No, la policia no. Era una llamada que ha estado esperando, algo en lo que estaba trabajando, no me ha dicho que era.

– Asi que no sabes adonde ha ido.

– No. -Nadine sonrio-. Esta bien, no te preocupes.

– Estoy seguro -dijo Marten. En Los Angeles o en Paris, casado o no, nada habia cambiado. Era la manera de trabajar de Dan Ford y siempre lo habia sido. Una pista, un informador, el rastro de una noticia y salia disparado. Solia trabajar en una docena de articulos al mismo tiempo, y la hora del dia o el lugar adonde tuviera que ir para obtener informacion no tenia importancia. Por eso era Dan Ford y era tan bueno.

– Vuelve a la cama -dijo Nadine-. Ya hablaremos por la manana.

Le sonrio y cerro la puerta, y Marten volvio a recorrer el pasillo de vuelta al sofa. La idea de Ford saliendo solo no le gustaba. Todavia habia demasiadas cosas y demasiadas preguntas sin aclarar. Supuso que llamaria a

Вы читаете La huida
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату