excepto por la estela de los faros traseros del lejano Citroen. Kovalenko miro el reloj.

4:16 h

Eran las 6:16 de la manana en Moscu. Tatiana ya se habria levantado y estaria iniciando el lento proceso de preparar a sus tres hijos para el colegio. Tenian once, nueve y siete anos, y todos querian ser mas independientes que los demas. A menudo se preguntaba como era posible que fueran los hijos de dos empleados del Ministerio de Justicia y de la RTR, la cadena estatal de television, donde su esposa trabajaba como ayudante de produccion. Yuri y Tatiana Kovalenko vivian obedeciendo ordenes. Pero no era asi para sus hijos, en especial cuando las ordenes procedian de sus padres.

4:27 h

Volvio a ver como las luces de freno del Citroen se iluminaban. Acababan de pasar a traves de una zona boscosa a unos quince minutos al sur de Montgeron y Ford estaba reduciendo la velocidad.

Ahora giro por una rampa de salia de la N6.

Kovalenko redujo tambien la marcha y luego apago las luces y tomo la misma salida. Con la lluvia y la oscuridad resultaba dificil ver nada, y tenia miedo de salirse de la calzada y caer en una cuneta, pero su coche y el de Ford habian sido los unicos dos de la autopista y no queria que Ford sospechara que lo estaban siguiendo.

Forzando la vista, llego al pie de la rampa y se detuvo. Entonces vio el Citroen alejarse mientras Ford aceleraba en direccion oeste. Kovalenko volvio a encender rapidamente los faros del Opel y se apresuro a seguirlo. Al cabo de un kilometro y medio aminoro, aguantando la velocidad.

Paso un minuto, luego dos. De pronto Ford giro hacia una carretera secundaria, en direccion norte, siguiendo la orilla arbolada del Sena rural.

Kovalenko lo seguia, observando con la ayuda de los faros del Opel el denso boscaje, interrumpido de vez en cuando a la izquierda por lo que parecian accesos al rio. De pronto, los arboles de la derecha dieron paso a un campo de golf y a un desvio hacia el pueblo de Soisy-sur-Seine.

4:37 h

Las luces de freno del Citroen brillaban a lo lejos y Kovalenko volvio a reducir la velocidad. Ford aminoro todavia mas y luego, de repente, giro a la izquierda, en direccion contraria a la autopista y hacia el rio.

Kovalenko seguia a velocidad lenta. Al cabo de veinte minutos habia alcanzado el desvio de Ford y avanzo un poco mas alla. A traves de la oscuridad y de la lluvia pudo ver a Ford detener el Citroen junto a otro coche y, de pronto, apagar las luces.

Kovalenko siguio avanzando. A unos trescientos metros la carretera viraba bruscamente a la derecha a traves de una densa pared de coniferas. Volvio a apagar los faros, dio media vuelta y volvio hacia atras.

Lentamente, avanzo hasta quedarse a cincuenta metros de donde Ford habia girado y miro a traves de la oscuridad, tratando de distinguir los dos vehiculos aparcados. Le resultaba imposible. A tientas, abrio la guantera del Opel, saco unos prismaticos y miro la zona en la que se habia detenido el Citroen. No vio mas que la misma oscuridad insistente que habia a simple vista.

32

Kovalenko bajo los prismaticos y toco con la mano la Makarov automatica que llevaba enfundada en la cintura, maldiciendose por no haberse llevado un dispositivo de vision nocturna.

De nuevo, trato de ver con los prismaticos. Si habia algun movimiento cerca de los coches aparcados, no alcanzaba a verlo. Espero. Sesenta segundos, noventa, hasta tres minutos enteros. Finalmente dejo los prismaticos en el asiento, se subio el cuello de la cazadora y salio del coche, bajo la lluvia.

Por un momento se limito a escuchar, pero lo unico que oia era el sonido de la lluvia y del caudal del rio que corria a lo lejos. Lentamente, levanto la Makarov y avanzo.

Cuarenta pasos y el suelo debajo sus pies paso del barro de arcen a la gravilla molida del desvio. Se detuvo y miro a traves de la oscuridad, aguzando el oido. Lo mismo que antes, el repicar de la lluvia sobre el sordo rugido del rio al fondo. Avanzo veinte pasos mas y se detuvo. No lo entendia; estaba casi a la orilla del rio y todavia no habia visto nada.

Nervioso, se cambio el arma de mano y avanzo hasta el borde del rio. El agua oscura bajaba con fuerza quince metros mas abajo. Se volvio. ?Donde estaban los coches? ?Lo habia entendido mal; habian aparcado mas abajo de lo que pensaba? En aquel momento vio la luz de unos faros de un camion grande que trazaba la curva de la autopista. Por un instante, sus luces iluminaron la zona y luego paso hasta desaparecer a lo lejos.

– ?Shto? -?Como?, exclamo Kovalenko en ruso, y en voz alta. Por un instante fugaz aquellos faros habian iluminado toda la zona y alli no habia nada. El Citroen blanco de Ford y el otro coche habian desaparecido. Pero ?como? Habia tardado menos de treinta segundos en pasar de largo del desvio, dar media vuelta y volver atras. Aun a oscuras y bajo la lluvia, desde el lugar en el que se detuvo habia una buena vista de la zona en la que ahora se encontraba. Si los dos coches se habian marchado, o bien habrian pasado por delante de el, o bien habrian ido por el otro lado. En la direccion opuesta la carretera era recta durante, al menos, tres kilometros mas, y no habrian ido tan lejos, de noche y con aquel tiempo, con los faros apagados. ?Donde estaban? Los coches no desaparecian por arte de magia. No encontraba ninguna explicacion. Ninguna.

A menos que…

Kovalenko se volvio y miro hacia el rio.

33

Viry-Ch a tillon, Francia. Miercoles, 15 de enero.

Sol fuerte y frio despues de la lluvia. 11:30 h

La gente se agolpaba a lo largo de las dos orillas del rio, contemplando en silencio como el cable metalico de la grua se tensaba y un Citroen blanco de dos puertas, con las ventanillas abiertas, era arrastrado fuera del agua hasta el terraplen. No hacia falta preguntarse si habia alguien dentro. Los submarinistas de la policia ya lo habian confirmado.

Nicholas Marten se acerco un poco mas hasta quedarse justo detras de Lenard y Kovalenko mientras los submarinistas tiraban de la puerta del conductor. Al abrirla, el agua pantanosa salio a presion y luego un grito ahogado surgio cuando la gente que estaba mas cerca pudo ver lo que habia dentro.

– Oh, Dios mio -susurro Marten.

Lenard bajo solo hasta el terraplen y estudio la situacion; luego retrocedio e hizo un gesto hacia el equipo tecnico, y ellos y el jefe de la policia de Viry-Chatillon, cuya patrulla de agentes habian encontrado el coche colgado de una roca que sobresalia del rio mas abajo, bajaron hasta el Citroen. Lenard miro todavia un momento y luego volvio a subir, mirando a Marten:

– Lamento que haya tenido que verlo. Debia haberlo mantenido mas atras.

Вы читаете La huida
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату