– Despreocupate del dinero -la tranquilizo el hombre-. Vine porque fui muy amigo de Tirso.

Aquel nombre no le dijo nada a Cecilia.

– Tirso era mi primo -dijo Lauro.

Por el tono de su voz, Cecilia intuyo que aquel primo habia muerto, pero no quiso averiguar como ni de que.

– ?Eres hipertensa? -pregunto el hombre, despues de observar los saltos de la aguja.

– No creo.

– Pues tienes la presion bastante alta -murmuro el, buscando algo en su maletin.

El hombre reviso las extremidades de Cecilia.

– No puedes permitir que tu tension suba. Mira esos moretones. Con esa fragilidad capilar, las paredes arteriales podrian estallar. No quiero asustarte, pero esa mezcla de presion alta y fragilidad vascular podria provocar un derrame cerebral.

– Mis dos abuelos murieron de eso -murmuro ella.

– ?Ay, Dios! -dijo Lauro, abanicandose con una mano-. Creo que me va a dar una fatiga. Esas cosas me dan mala impresion.

– Cono, Lauro -le regano Freddy-, deja las payasadas aunque sea por un dia.

– No estoy payaseando -protesto Lauro-. Soy una persona muy sensible.

– Quedate con esto -continuo el medico-. Cuando te repongas, me lo devuelves.

Era un equipo digital para tomar la presion. Las cifras aparecian en una pantalla.

– Ahora mismo te tomas dos pastillas -le recomendo, sacando un frasco de su maletin-. Y todas las mananas, una al levantarte. Pero te recomiendo que vayas a un especialista para un chequeo completo… ?Como esta tu colesterol?

– Normal.

– Es posible que tu hipertension sea emotiva.

– ?Claro que lo es! -se quejo Freddy-. Esta mujer reacciona para adentro. Cada vez que le pasa algo, se mete en un rincon a llorar como una Magdalena.

– Las emociones pueden matar mas rapido que el colesterol -le advirtio el medico antes de irse.

Pero las emociones no eran algo que Cecilia pudiera controlar y los medicamentos no lograron bajarla. Ademas, tenia aquella fiebre; una fiebre que su medico no sabia explicar. Se sometio a todo tipo de pruebas. Nada. Era una fiebre enigmatica y solitaria que no parecia asociada a otra cosa que no fuera su depresion. El medico le ordeno descanso absoluto. Dos dias despues, cuando alguien la llamo para decirle que habia visto a Roberto con una pelirroja en la playa, se sumio en un letargo casi misericordioso. Tuvo suenos y visiones. A veces le parecia hablar con Roberto, y al instante siguiente se encontraba sola. O se acercaba a besarlo y de pronto estaba con un desconocido.

Un aguacero interminable comenzo a caer sobre la ciudad. Llovio durante tres dias y tres noches para alarma de las autoridades. Se suspendieron las clases y casi todos los trabajos. Los noticieros anunciaron que se trataba de la mayor caida de agua en medio siglo. Fue un temporal extrano como una alucinacion. Y mientras Miami se convertia en una nueva Venecia, Cecilia deliraba a causa de la fiebre.

La ultima noche del diluvio sospecho que se estaba muriendo. Se habia tomado varias aspirinas, pero su fiebre continuaba muy alta. Pese a los envidiables resultados fisicos de sus analisis, se consumia como una anciana. De pronto supo por que la gente moria de amor en otras epocas: una profunda depresion, un sistema inmunologico virado al reves, las emociones que impulsan la presion hasta las nubes y… todo podia irse al demonio. La fragilidad del corazon no soporta las cargas del espiritu.

Durante la madrugada de la tercera noche desperto con la sospecha de que llegaba a su fin. Todavia con los ojos cerrados, percibio el roce de una mano sobre su piel calenturienta. Giro la cabeza, buscando el origen de la caricia. No habia nadie en el dormitorio. Por alguna razon, penso en su abuela Delfina. Su mirada se poso en un libro que no habia comenzado a leer. Siguiendo un impulso, lo abrio al azar: «En la mente llevamos el poder de la vida y el poder de la muerte». Y apenas leyo aquella linea, recordo las palabras de Melisa: «Tienes una sombra en el aura». Se estremecio. «Algo malo va a pasarte si no tomas medidas dentro de tu cabeza.»

Se tomo la presion: 165/104, y otra vez experimento aquel roce helado como si un ser invisible se mantuviera cerca. De pronto tuvo una inspiracion. Cerro los ojos y visualizo las cifras: 120/80. Mantuvo la imagen durante unos instantes hasta que pudo verla en su mente, sintiendo -mas que deseando- que estaria alli cuando volviera a mirar. Volvio a medirse: 132/95. Las cifras habian bajado. Se concentro una vez mas. De nuevo cerro los ojos durante varios minutos, manteniendo la imagen «120/80… 120/80» hasta que las cifras brillaron nitidamente en su cabeza. Una brisa recorrio la habitacion cerrada y refresco su piel. Pasaron tres, cuatro, diez minutos. Se relajo y volvio a inflar la banda para leer: 120/81. Apenas podia creerlo, pero sin duda lo habia logrado. De algun modo, habia conseguido que su presion bajara. Decidio hacer lo mismo con la fiebre. Tras varios intentos, su temperatura comenzo a ceder hasta que ella misma cayo en un profundo sueno.

Desperto a la manana siguiente con la luz que se filtraba por su ventana. Se asomo al balcon y diviso varios automoviles subidos en las aceras. Sus duenos los habian colocado encima de cualquier elevacion, temiendo que se inundaran. Decenas de personas circulaban por las calles, descalzas y en shorts. Por primera vez en muchas horas, el sol brillaba sobre sus cabezas. Desde los alambres aun mojados, las aves sacudian sus plumas y cantaban a pleno pulmon.

La vida regresaba para todos, incluso para Cecilia.

QUINTA PARTE. La estacion de los guerreros rojos

De los apuntes de Miguel

BUSCATE UN CHINO QUE TE PONGA UN CUARTO:

Formula popular que indica rechazo. Cuando un hombre se peleaba con una mujer, podia decirle: «… y buscate un chino que te ponga un cuarto», con lo cual indicaba que ella podia irse al infierno si queria, porque lo ultimo que podia hacer una mujer decente era convivir con un chino. La posterior mezcla de la poblacion asiatica con la negra y la blanca probo que, pese al tabu, muchas mujeres siguieron el consejo.

Mi unico amor

Todavia temblaba pensando como habia llegado hasta alli. Innumerables veces habia desafiado a sus padres, viendose a escondidas con Pablo en la universidad, incluso escapandose al cine con el. En realidad, habia estado esquivando la autoridad paterna durante los ultimos cuatro anos de su carrera. Pero ?esto…?

– Tienes que ayudarme -le habia rogado a Bertica- Yo siempre te he cubierto las espaldas con Joaquin.

– Esto es diferente, Amalia. Mis padres conocen a los tuyos.

– Me debes ese favor.

A reganadientes, su amiga la acompano a pedir permiso para un supuesto viaje a Varadero. Don Jose y don Loreto habian sido condiscipulos en la facultad de medicina, y todavia intercambiaban clientes y postales. Musicos que conocian a Jose iban a la consulta del doctor, y pacientes de don Loreto compraban discos en la tienda de Pepe.

Semejante relacion heria a Amalia porque no entendia como su padre podia ser tan amigo del medico cantones y, en cambio, se negaba en aceptar su relacion con Pablo. Por eso no sentia escrupulos en desobedecerlo y fraguar planes alocados como aquella fuga de tres dias.

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