– Han fundado una orquesta que se llama Tokyo Cuban Boys.
– ?Es verdad que alli se suicidan abriendose la barriga de un tajo? -comento Mercedes, que no imaginaba nada peor que morir bajo el filo de un cuchillo.
– Algo de eso he oido -recordo Loreto.
– No me extrana -suspiro Rita-, con esa musica tan triste que tocan en unas mandolinas sin cuerdas, deben de andar muy deprimidos.
– Pues ahora se moriran de bailar guaracha -dijo El Zorro con muy buen humor.
La silla de Amalia dio un salto. Sus padres y su abuela la miraron con alarma, aunque los invitados solo creyeron que la muchacha se habia movido con brusquedad.
– ?Pasa algo? -susurro Angela, notando su palidez.
– No me siento bien -contesto la joven, sintiendo que un sudor frio le cubria el cuerpo-. ?Puedo ir…?
Pero no termino de hablar. Tuvo que cubrirse la boca y echar a correr hacia el bano. Su abuela y su madre fueron tras ella.
– A esa edad, me sucedia lo mismo -dijo Rita-. Cuando hacia calor, no podia comer mucho porque terminaba con el estomago vacio.
– Si, las senoritas son mas delicadas que los varones -comento Loreto-. Y Amalita se ha convertido en una joven muy linda. ?Quien iba a decirlo? La ultima vez que la vi, andaba con aquella muneca enorme que hablaba…
Jose se atraganto con el agua. Loreto tuvo que darle unas palmaditas en la espalda.
– Mira que mi unica practica con ahogados fue en la facultad -bromeo el doctor-. No te garantizo nada.
Jose termino de recuperarse.
– No recuerdo que Amalita tuviera una muneca que hablara -comento su padre, aparentando una gran calma.
– Bueno, fue hace algunos anos. Le comprabas juguetes de toda clase… No creo que te acuerdes.
– Pues yo si me acuerdo -intervino Irene, la esposa de Loreto- porque Bertica estuvo meses detras de nosotros para que le compraramos otra igual.
Algo ocurria. Rita observo discretamente a Pepe, mientras pedia que le sirviera mas limonada. ?Que relacion tendria esa muneca con tanto acaloro? Escucho un ruido apagado y supo que Amalia estaba vomitando… ?San Judas Tadeo! Eso no. Cualquier cosa, menos eso.
Los pasos de Mercedes atrajeron las miradas de los comensales.
– Parece que ya esta mejor -comento con toda inocencia, pero cuando alzo la vista y encontro la mirada de su marido, su corazon se detuvo.
Treinta anos viviendo al lado de una persona son muchos anos, y Mercedes llevaba algo mas de ese tiempo junto a Jose. Por un instante quedo con el tenedor a medio camino entre el plato y su boca, pero un gesto de su marido le indico que debia disimular.
– A quien quisiera escuchar en persona es a Benny More -dijo don Loreto-. Solo he oido algunas grabaciones que hizo en Mexico con Perez Prado.
– Ese mulato canta como los dioses -comento Pepe, haciendo un esfuerzo-. Mercedes y yo fuimos a verlo hace un mes.
– Pues pongamonos de acuerdo para ir todos… incluyendo a dona Rita, si se anima a acompanarnos.
La actriz se habia bebido de golpe toda la limonada en un intento por librarse del sofoco.
– Me encantaria -contesto, poniendo en su sonrisa la mejor actuacion de su vida, porque el susto que sentia por Amalia era peor que verse frente a las llamas del infierno.
– Pues no hay mas que hablar -exclamo Jose, sin que nadie sospechara que aquel tono ocultaba otra decision.
Pero cuando Angela volvio a su asiento, resolvio posponer la discusion hasta el dia siguiente. No deseaba alterar a su madre, cuya rara quietud lo preocupaba cada vez mas.
La anciana no habia notado la ansiedad de su hijo, como tampoco noto el panico de su nieta ni el temor de Mercedes. En su pecho palpitaba un regocijo nuevo. Sin sospechar la desazon que la rodeaba, termino su cena y recogio los platos. Como siempre, no quiso que Mercedes la ayudara, y se quedo en la cocina limpiando.
A sus espaldas, el tintineo de una cacerola le anuncio la llegada del Martinico. Desde hacia varias semanas se le aparecia noche tras noche. Era como si deseara brindarle una compania que no le habia pedido. No se volvio a mirarlo. Aquel rumor de pajarillo a sus espaldas le recordaba el susurro de la cordillera durante las tardes de verano, cuando ella y Juanco salian a caminar por sus faldas y regresaban a la fuente donde la mora de agua le diera aquel consejo que la unio al amor de su vida.
Extranaba a Juanco; no pasaba un dia en que no lo recordara. Al principio habia intentado ocuparse de cosas mundanas para olvidar su ausencia, pero ultimamente habia vuelto a sentirlo cerca.
Apago la luz de la cocina y fue hasta su cuarto arrastrando los pies, tiritando como si aun resbalara sobre los hierbazales humedos de la sierra. Se desvistio sin encender la lampara. Sus huesos crujieron cuando el colchon se hundio para recibirla. En la oscuridad, lo vio. A su lado yacia Juanco, con su rostro joven y bello de siempre. Cerro los ojos para verlo mejor. ?Como se reia su marido! ?Como le tomaba el rostro entre las manos para besarla! Y ella bailaba con su falda de listones que caracoleaba en cada vuelta…
El duende se acerco al lecho y contemplo el rostro de la anciana, sus parpados temblorosos bajo aquel sueno. Pacientemente velo junto a su cabecera hasta la madrugada, y con ella brinco y bailo por las colinas al ritmo de la zampona en la tarde llena de magia, y vio como se abrazaba al joven que habia amado con locura.
Angelita, la doncella visionaria de la sierra, sonrio en la oscuridad de su sueno, tan inocente como cuando jugaba entre las vasijas del horno paterno. Y cuando por fin su respiracion se detuvo del todo y su espiritu floto hacia la luz donde la aguardaba Juanco, el duende se inclino sobre ella y, por primera y ultima vez desde que se conocieran, la beso en la frente.
Cuando Pablo avisto a sus amigos sin que ellos se dieran cuenta, se detuvo junto a la vitrola que lanzaba al viento su quejumbroso bolero. Era un contratiempo. Por un instante penso en vigilar la casa desde la barberia de enfrente, pero los muchachos no tardaron en descubrirlo.
– ?Tigre!
No le quedo mas remedio que acercarse.
– ?A buena hora! -lo saludo Joaquin-. Ibamos a ordenar otra ronda de cafe.
– ?Conoces a Lorenzo? -pregunto Luis, senalando a un gordito de lentes gruesos.
– Encantado.
– ?Pupo! -grito Joaquin al mulato que se afanaba detras del mostrador-. Otro cafe.
– Eso del asesinato de Manolo siempre me dio mala espina -dijo Lorenzo, que parecia llevar la batuta de una discusion-. Me parece que el gangsterismo campea en la universidad, y la culpa fue de Grau. Si no hubiera nombrado comandantes de la policia a esos pandilleros, otro gallo cantaria.
– Estas como Chibas: acusar se ha vuelto tu deporte favorito.
– Chibas tiene buenas intenciones.
– Pero su obsesion lo esta volviendo loco. Yo te digo que el mal de este pais no es economico, sino social… y quizas psicologico.
– Yo pienso lo mismo -dijo Pablo-. Aqui lo que hay es mucha corrupcion politica y violencia gratuita. El cambio de gobierno no ha servido para nada. Se fue Grau, llego Prio, y todo sigue igual.
– Eso es mas o menos lo que dice Chibas.
– Si, pero el apunta al culpable equivocado y crea una confusion que aprovechan los…
– ?Jablando de la novias?
Los muchachos se volvieron. Pablo dio un respingo, pero mantuvo su compostura.
– ?Que haces aqui, papa?
– Senor Manuel -pregunto Luis, sin darle tiempo a nada-, ?no cree usted que deberian sustituir a los jefes en los cuarteles donde ha habido irregularidades?
La sonrisa de Manuel se esfumo. Aquellos muchachos, lejos de estar conversando sobre su futuro sentimental, andaban llenandose la cabeza de problemas.
– Yo no cleo que deban discutil eso -repuso muy serio, en su defectuoso castellano-. Un estudiante debe telminal calela y pensal en familia.