– Entonces la hipotesis no sirve.

– Quizas se trata de algo que no aparece aqui.

Cecilia se sentia molesta. Su descubrimiento de las fechas patrias la habia fascinado porque le daba un punto de partida. Ahora el parametro se habia roto: una sola fecha habia bastado para echarlo todo abajo.

– Voy a seguir buscando -dijo Gaia, antes de colgar-. Si encuentro algo, te llamare.

Cecilia fue al bano para darse una ducha. Lisa le habia sugerido que hiciera un mapa con las apariciones para ver si hallaba otro patron, pero lo habia olvidado. La hipotesis de los eventos fatidicos parecia tan solida… Aunque ?y si Gaia estaba en lo cierto y se trataba de un aniversario menor que no siempre aparecia en los calendarios? ?Donde podria hallar mas informacion? Por lo general, los viejos atesoraban esas curiosidades. Su tia abuela tenia un closet lleno de revistas y periodicos amarillentos.

Se seco la cabeza y se vistio a toda prisa. Llamo por telefono, pero solo respondio la maquina de mensajes. Quizas habia ido al mercado. Eran las diez de la manana. Para hacer tiempo, encendio el televisor y paso varios canales. Vio unos horribles dibujos animados llenos de monstruos, varios programas de deportes, dos o tres noticieros, filmes anodinos, y cosas asi. Apago el televisor. ?Que haria?

Se levanto a buscar un mapa de la ciudad que guardaba entre sus folletos de viaje, lo desplego sobre la mesa y comenzo a revisar sus notas. Con un crayon rojo fue marcando los sitios de las apariciones; y al lado de cada uno, la fecha en letra pequenita. Media hora despues, el mapa estaba salpicado de puntos rojos. Le dio vueltas, estudiandolo desde todos los angulos posibles, pero no vio ningun patron ni nada que permitiera suponer una secuencia logica. De pronto recordo algo: las constelaciones. Intento trazar figuras de cualquier tipo, pero no consiguio gran cosa. Alli no habia cuadrados, ni estrellas, ni triangulos; tampoco criaturas de ningun tipo. Intento cruzar las lineas, pero el resultado fue igualmente nulo.

Agotada, se asomo al balcon. Desde su puesto observo el solar yermo de la esquina donde habia aparecido la casa. Pensar que estuvo tan cerca… lo cual no significaba mucho, pues quizas no la habria visto aunque hubiera surgido delante de sus narices. Tal vez para verla se necesitaran dotes de medium. Vagamente recordo a Delfina, su abuela vidente, con aquel delantal polvoriento de harina, rodeada de abejas que parecian seguir el rastro oloroso de sus dulces. Ella hubiera resuelto el misterio en un abrir y cerrar de ojos.

Regreso al comedor y se quedo contemplando el mapa con pecas; tuvo la sensacion de que algo se le escapaba. Una idea vaga flotaba en su mente, pero no llego a tomar forma. El presentimiento se hizo mas fuerte cuando observo nuevamente las fechas. La respuesta estaba alli, delante de sus ojos, pero no podia verla… todavia.

Estaba sola, como un oasis en medio del desierto. Y en una ciudad donde abundaban las criaturas jovenes y hermosas. Ese era otro problema. Nunca antes se habia preocupado por su apariencia, pero ultimamente el entorno parecia exigirle que se mirara en el espejo. «Estoy involucionando», se decia cada vez que se sorprendia en esas incursiones de vanidad femenina. «Me estoy volviendo superficial.» Y abandonaba el dormitorio a toda prisa, llenaba un caldero con agua y se iba al balcon a regar sus matas.

Ahora se hallaba en uno de esos momentos. Descalza y con el cabello sudado, extirpaba unas plantas parasitas que habian crecido al pie de sus claveles. Despues de pasar dos horas con el mapa, habia decidido sacarse las cejas y examinar arrugas imaginarias alrededor de sus ojos hasta sentirse lo suficientemente horrorizada como para acordarse de sus flores… El telefono sono. Metio las manos en el cubo con agua, se las seco y tomo el auricular. Era Freddy.

– ?Ya estas levantada?

– Desde las ocho.

– ?Pero si hoy es domingo! ?Que haces?

– Riego las matas.

– Pasare por ahi un momento.

Apenas tuvo tiempo de cambiarse de blusa, cuando ya el muchacho tocaba a la puerta.

– Me muero de sed -se quejo el, despojandose de una mochila inmensa.

Cecilia le sirvio agua.

– ?De donde vienes?

– Mejor pregunta adonde voy.

– ?Adonde vas?

– Tengo que visitar a varios amigos.

Ya iba a preguntarle la razon de aquel periplo, cuando el timbre de la puerta volvio a sonar.

– Que raro -murmuro ella y se asomo por la mirilla.

– ?Gaia! -exclamo, abriendo la puerta-. ?Que haces aqui?

– Me imagine que todavia estarias pensando en las fechas y se me ocurrio… ?Ah! No sabia que tuvieras visita.

Tras las presentaciones de rigor, Cecilia sugirio:

– Tengo hambre. ?Por que no pedimos algo de comer?

Mientras Gaia llamaba a una pizzeria y ella ponia a enfriar varios refrescos, Freddy se dedico a registrar el estante de los discos compactos.

– En quince minutos estaran aqui -anuncio Gaia, sentandose en el sofa.

Cecilia busco un frasco de pastillas.

– ?Y eso? -pregunto Freddy.

– Antidepresivos. Olvide tomarlos esta manana.

El muchacho hizo un gesto de contrariedad.

– Es temporal -se justifico ella.

Freddy hubiera seguido discutiendo, pero Gaia lo interrumpio:

– ?Ya pensaste en algo?

– Hice un mapa con los sitios de las apariciones, pero no he conseguido nada.

– ?Probaste a ver si los puntos formaban figuras? -No hay ninguna.

– ?De que hablan, si se puede saber?

Cecilia le explico a su amigo los pormenores de la casa y sus apariciones. Cuando trajeron las pizzas aun estaban discutiendo sobre el significado de las fechas, especialmente la ultima. Sin duda era la mas enigmatica porque rompia con la regla de oro que parecia haber regido hasta ese momento. Terminaron de comer sin llegar a ninguna conclusion. Freddy miro el reloj y dijo que se le habia hecho tarde. Ya casi estaba en la puerta cuando exclamo:

– ?Se me olvidaba lo principal! -Abrio su mochila y saco varios videocasetes-. Vine a traerte esto. Son las grabaciones con la visita del Papa. No te las puedes perder.

– Te lo agradezco, pero estoy harta de todo lo que tenga que ver con ese pais.

«No es cierto», penso Freddy. Sin embargo, en voz alta dijo:

– Yo tambien, pero uno aprende a amar el lugar donde ha sufrido.

– No es cierto -rectifico Cecilia-, uno aprende a amar el lugar donde ha amado. Quizas por eso empieza a gustarme Miami.

– Si lo que dices es verdad, entonces tendrias que amar a esa maldita isla. Hemos amado demasiadas cosas alli. Cosas que lo merecian y cosas que no se lo merecian…

Cecilia sintio que algo se derretia en su interior -como si una fortaleza se derrumbara-, pero se nego a ceder.

– No quiero recordar nada. Quiero olvidar. Quiero pensar que soy otra persona. Quiero imaginar que he nacido en un sitio oscuro y tranquilo, donde lo unico cambiante son las estaciones, donde una piedra que coloque en mi patio seguira alli mil anos despues. No quiero tener que adaptarme a nada nuevo. Estoy cansada de apegarme a alguien para perderlo al doblar de cualquier esquina. No soporto mas perdidas. Me duele el alma y la memoria. No quiero amar para no tener que morir de dolor despues…

Freddy comprendia su angustia, pero se nego a apoyar aquel deseo de soledad. No podia permitir que se aislara de nuevo. La incomunicacion es el peor enemigo de la cordura.

– Pues yo extrano a mis amigos, los paseos, mis aventuras -insistio el-, y no me importa admitirlo.

– Ausencia quiere decir olvido… -canturreo Gala. Freddy la miro casi con odio.

– Cuando la gente se aleja de un lugar, lo mitifica -sentencio Gaia.

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