contrato con el prestamo deseado y su propia firma como garantia.
Fue asi como abrieron la tienda, cerca de la transitada esquina de Galiano y Neptuno. Desde entonces Pablo se levantaba todos los dias a las seis de la manana, pasaba por un almacen donde recogia la mercancia encargada de antemano y, cuando llegaba al negocio, avisaba por telefono a los clientes interesados. El resto de la jornada se la pasaba vendiendo y apuntando pedidos especiales, y regresaba a casa a las siete de la noche, despues de haberlo dejado todo en orden.
– Amor, me voy -dijo Pablo desde el pasillo.
La advertencia de Pablo la saco de su modorra. Debia vestirse para ocupar el lugar de su marido que hoy iria al puerto a recoger un cargamento importante. Cuando salto de la cama, el Martinico se esfumo del escaparate para reaparecer a su lado tendiendole las sandalias que buscaba. La mujer no dejaba de sorprenderse ante aquellos gestos del duende que comenzaran desde su embarazo. Se vistio a toda prisa y desayuno. Poco despues caminaba hacia la esquina.
Luyano era un barrio humilde, habitado por obreros, maestros y profesionales que comenzaban sus carreras o sus negocios, en espera de que el tiempo -o un golpe de suerte- les permitiera mudarse. Amalia disfrutaba de esas callejuelas soleadas y tranquilas. No le importaba viajar media hora hasta Centro Habana, donde se hallaba su tienda. Era feliz: se habia casado con Pablo, esperaba su primer hijo y tenia un negocio con el que siempre sono.
Abordo la guagua que la dejaria cerca del malecon y, media hora mas tarde, zafo el candado de la hoja metalica, abrio la puerta de cristal y encendio el aire acondicionado. Las guitarras y los bongoes colgaban de las paredes. En los mostradores forrados de saten negro, las partituras exhibian sus cubiertas de cartulina y cuero. Dos pianos de cola -uno blanco y otro negro- ocupaban el espacio disponible a la izquierda. A lo largo de los estantes se agrupaban instrumentos de cuerda y de metal dentro de sus estuches. Una vitrola se arrinconaba a la derecha. Apreto una tecla y la voz de Benny More lleno la manana de pasion: «Hoy como ayer, yo te sigo queriendo, mi bien…». Amalia suspiro. El hombre cantaba como un angel borracho de melancolia.
La campanilla de la puerta anuncio la llegada del primer cliente; mas bien, dos: una pareja que buscaba partituras de villancicos. Amalia les mostro media docena. Tras mucho discutir y regatear, compraron tres. Casi enseguida entro un jovencito que probo varios clarinetes y al final se llevo el mas barato. La campanilla sono de nuevo.
– ?Dona Rita!
– Vine a darte una vueltecita, m'hija. Me acorde que hoy es el dia de buscar mercancia en el puerto y me imagine que estarias sola. Ademas, anoche tuve un sueno y por eso quiero ver algunas partituras.
– A ver, cuente.
– Sone que estabamos en casa de Dinorah…
– ?La cartomantica?
– Si, pero era yo quien leia las cartas y conocia el futuro. ?Lo veia tan clarito! Y estoy segura de que todo se va a cumplir… Tu tambien estabas en el sueno.
– ?Y que vio?
– Eso es lo malo, no me acuerdo de nada. Pero yo era como una pitonisa. Miraba las cartas y todo pasaba por mi cabeza. De pronto senti una mano que me agarraba por el cuello y no me dejaba respirar. Cuando ya estaba a punto de ahogarme, me desperte.
– ?Y que tiene que ver ese sueno con las partituras?
– Es que hace poco lei algo sobre una opera nueva de Menotti. Creo que se llamaba
– Tengo un indice de compositores y otro de los titulos mas recientes…
– Mejor buscamos por titulo.
Y entre los jadeos de la cancion «Locas por el mambo» y el doloroso «Oh, vida» del Sonero Mayor, repasaron los titulos del inventario.
– ?Esta es! -exclamo Rita-. La medium, de Gian Cario Menotti. ?Cuanto cuesta?
– Para usted es gratis.
– De eso nada. Si empiezas a hacer caridad con tu negocio pronto tendras que pedir, y no fue para eso que di mi firma al banco.
– No puedo cobrarle despues que…
– Si no me cobras, no me la llevo y tendre que ir a otro sitio a comprarla.
Amalia dijo el precio y busco un papel para envolver.
– No estoy segura para que quiero esto -confeso Rita mientras pagaba-. Hace tiempo que ni siquiera canto una zarzuela, pero en fin… A lo mejor el sueno tiene que ver con esta bronquitis que no me deja respirar por las noches.
La actriz se marcho con su partitura bajo el brazo y Amalia decidio ordenar los catalogos. El ruido de un sonajero le aviso que Pablo entraba por la puerta del fondo, pero ya ella atendia a otro cliente. Cuando este se marcho, Amalia fue a la trastienda.
– Pablo.
Su marido dio un salto y dejo caer los folletos.
– ?Que es eso?
– Joaquin me pidio que los guardara por una semana -se apresuro a meterlos en una caja.
– Son proclamas, ?verdad?
Pablo guardo silencio mientras terminaba de guardar los folletos.
– Si nos cogen con esas cosas, nos meteremos en un problema.
– Nadie va a imaginarse que en una tienda de musica…
– Pablo, vamos a tener un hijo. No quiero enredos con la policia.
– Te aseguro que no es nada peligroso; solo una convocatoria a huelga.
Amalia lo observo en silencio.
– Si no hacemos algo contra Prio -dijo el-, la situacion empeorara para todos.
La abrazo, pero ella no le devolvio el gesto.
– No me gusta que andes metido en politica -insistio Amalia-. Eso es para gente que quiere vivir del cuento en fugar de trabajar como Dios manda.
– No puedo dejar solo a Joaquin. Para algo son los amigos…
– Si es tan amigo tuyo, pidele que se lleve esas cosas.
El se la quedo mirando sin saber que mas anadir. Amalia conocia de las desapariciones y los encarcelamientos que cada dia llenaban las paginas de la prensa. No necesitaba convencerla de que las cosas andaban mal. Era precisamente la conciencia del peligro lo que la hacia apartarse de aquella realidad.
– Este pais es un desastre -porfio el-. No puedo quedarme con los brazos cruzados.
– ?Quieres que tu hijo nazca huerfano?
La campanilla volvio a sonar.
– Por favor -susurro Amalia.
– Esta bien -suspiro el-, los llevare a otro sitio.
Le dio un beso y trato de tranquilizarla. -?Como te ha ido esta manana?
– Rita paso por aqui -respondio ella, aliviada por el cambio de tema.
– Alguien me dijo que estaba enferma. -Tiene un poco de bronquitis.
– Pues deberia estar en cama -comento el hombre, dirigiendose a la puerta del fondo-. Voy un momento hasta la sociedad.
– ?Adonde?
– A la sociedad de Zanja y Campanario, ?no te acuerdas? Quiero averiguar lo del
– Bueno, pero no te demores -convino ella y salio al salon.
Un hombre alto y desgarbado, con un traje gris que colgaba de el como una sabana de un clavo, examinaba una batuta de marfil: una de las rarezas que Pablo habia encargado para darle un toque mas distinguido al lugar. Ella preparo su mejor sonrisa, pero se quedo de una pieza cuando el visitante se volvio a saludarla. Instintivamente miro en direccion a la trastienda. Ojala Pablo hubiera olvidado algo. El visitante era Benny More.