Pablo trato de atajar el discurso de su padre.

– Nos vemos manana -dijo, poniendose de pie.

Se despidieron del grupo.

– No sabia que Shu Li y Kei estuvieran metidos en politica -le recrimino su padre en cantones apenas salieron del lugar.

– Solo estabamos charlando un poco.

– De asuntos que no les conciernen y de los cuales no saben nada.

Pablo no replico. Era inutil discutir con su padre de esas cuestiones. Ademas, tenia algo mas importante en que pensar.

– Se me olvido darle un recado a Joaquin.

– Llamalo cuando llegues a casa.

– Es que no se si regresara a la suya, y era importante. Mejor voy ahora.

– No te demores.

Pero el muchacho no regreso a la fonda. Doblo la esquina y busco un telefono publico. Aun no habia terminado de discar, cuando un auto se detuvo junto a el.

– Pablo -lo llamo una voz femenina.

Creyendo que seria Amalia, se acerco al auto, pero se detuvo sorprendido. Era dona Rita. Algo habia pasado.

– Acaba de subir, hijo, que no tengo todo el dia.

El muchacho entro al auto y el chofer acelero un poco para alejarse de la esquina.

– ?Y Amalia?

– No puede venir -dijo la mujer, secandose los ojos con un panuelo-. Dona Angelita murio anoche y Jose lo sabe todo.

Pablo sintio que sus rodillas se derretian como azucar puesta al fuego.

– ?Como? -tartamudeo-. ?Como…?

– Estabamos comiendo en su casa y Amalita tuvo que ir al bano a vomitar… Y hoy por la manana encontraron muerta a dona Angela.

– Oh, Dios.

La mujer retrocedio en su asiento. Siempre le habia inquietado un poco el joven, pero ahora casi experimento pavor ante el abismo que se asomaba en sus ojos.

– Amalia me rogo que te buscara -continuo ella-. Su padre se la llevara a Santiago en unos dias. Alli planea embarcarla para Gijon con unos parientes.

– Amalia nunca me dijo…

– Ella tampoco lo supo hasta hace dos dias.

– ?Que le dire a mis padres?

– Eso tendras que decidirlo mas adelante -dijo la mujer-. Pero si quieres volver a verla es mejor que vayas a buscarla a la medianoche.

– Dona Rita, no me entienda mal. Amo a Amalia mas que a mi vida y por supuesto que ire con ella hasta el fin del mundo. El problema es que no tengo un lugar donde podamos quedarnos. Tengo dinero para alquilar una habitacion por unos dias, pero despues no se que hariamos. Con mis padres no puedo contar. Seria mejor que nos suicidaramos…

– ?Que sandeces dices? -chillo Rita con tanta furia que el muchacho se golpeo la cabeza con el techo-. La muerte no resuelve nada. Solo sirve para darle molestias a los vivos.

– ?Que me aconseja?

– Ve a buscarla hoy por la noche… No, hoy no, estaran en el velorio. Manana sera mejor, de madrugada. Vengan directo para mi casa. Ella conoce la direccion.

– Gracias, dona Rita. -Le tomo una mano para besarsela.

– No tan aprisa -dijo ella, retirandola con enfado-. Amalia podra quedarse alli, pero tu te iras a casa de tus padres y seguiras como si nada, para que no se den cuenta. Y te advierto que si no consigues un trabajo y te casas con ella cuanto antes, hablare con sus padres para que vengan a buscarla.

– Le juro, senora Rita, le prometo…

– No me jures ni me prometas, que no soy santa ni virgen de altar. Haz lo que tienes que hacer y ya veremos.

– Manana entonces -murmuro el en un sofoco, mientras se bajaba del auto.

Y solo cuando lo vio perderse entre el gentio, con el traje arrugado y corriendo como quien ha visto al diablo, dona Rita suspiro con alivio.

Ausencia

La noche anterior habia olvidado bajar las cortinas y ahora el sol le daba en pleno rostro. Avanzo hacia la ventana, buscando a tientas el toldo que desenrollo con un suave tiron. Luego fue a colar cafe. Vagamente recordo el mensaje que Gaia le habia dejado. Lo habia oido desde su cama, cuando se sentia demasiado debil para interesarse por el resto del mundo. Ahora, sin embargo, se acerco a la maquina para escucharlo de nuevo. La muchacha habia vuelto a ver la casa. No daba muchos detalles, pero se la notaba excitada.

Con una tostada a medio comer, comenzo a marcar su numero. Ni siquiera se pregunto si la otra estaria despierta un domingo a las ocho de la manana; pero Gaia contesto enseguida, como si hubiera estado junto al telefono esperando su llamada. En efecto, casi no habia dormido. ?A que no adivinaba donde habia visto la casa? Pues en el terreno vacio de Douglas Road y… Cecilia dejo de masticar. Eso quedaba en la esquina de su casa. Desde su balcon, se veia el lote. Corrio a asomarse con el telefono pegado a la oreja. No, ya no estaba, por supuesto. Esa casa solo aparece de noche. ?A que hora la habia visto? Bueno, era muy tarde, casi la una de la manana. Pasaba en su auto y pego un frenazo que debio de oirse en todo el vecindario. No habia un alma en la calle, quizas por el frio.

– ?Como supiste que era la casa, desde un auto y con la calle oscura? -pregunto Cecilia.

– Ya la he visto dos veces antes; no es el tipo de casa que abunde en la zona. Ademas, era imposible dejar de notarla: tenia todas las luces encendidas. Asi es que me baje del auto y me acerque.

– Pense que no te gustaban las casas fantasmas.

– No me gustan, pero era la primera vez que la veia tan cerca de otras. Pense que si pasaba algo podria gritar. Ademas, solo iba a espiar desde la acera. Estaba como a diez pasos cuando la puerta se abrio y vi salir a la anciana con el vestido de flores y a otra pareja mas joven. El rostro de la mujer me resulto familiar, pero no tengo idea donde puedo haberla visto. El hombre era alto, con un traje oscuro y una corbata de lunares claros muy anticuada. Ellos ni me miraron; solo la anciana me sonrio. Por un momento crei que iba a bajar los escalones del portal y me dio un miedo tan horrible que di media vuelta y me meti en el carro.

Con el telefono prensado entre la oreja y el hombro, Cecilia comenzo a recoger los restos del desayuno.

– ?Cuando fue eso? -pregunto.

– ?Que importancia tiene…?

– ?Recuerdas lo de las fechas patrias?

– Ah, si. Fue el viernes 13… No, ya era pasada la medianoche. Sabado 14.

– ?Que ocurrio ese dia?

– Pero ?en que mundo vives, mujer? 14 de febrero: Dia de los Enamorados. ?San Valentin!

– No -le dijo Cecilia, terminando de colocar la vajilla en el lavaplatos-. Tiene que ser una fecha patria.

– Espera, creo que tengo un listado de efemerides cubanas.

Mientras Gaia buscaba por su casa, Cecilia echo el detergente, cerro la puerta y apreto el boton de encendido. El lavaplatos comenzo a ronronear.

– Lo encontre, pero no dice nada de ese dia.

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