de placer. Ambos echaban en falta la posibilidad de recrearse el uno en el otro en libertad. Cohibida por la presencia del alfaqui, Fatima evitaba el uso de las esencias y los perfumes que tan deliciosos hacian los coitos. Tampoco jugueteaban antes de alcanzar el extasis, tocandose, rozandose, besandose o lamiendose, y las mil posturas de las que desinhibidamente habian llegado a disfrutar se limitaban ahora a las que podian ocultar bajo las sabanas. El embarazo no llegaba.

—Mi vagina es incapaz de succionar tu miembro —se lamento un dia Fatima—. No dispongo de sosiego. Necesito ser capaz de atrapar tu pene en mi interior, apretarlo y aprisionarlo hasta lograr sorber toda la vida que estas dispuesto a proporcionarme.

Encontro la casa. Aisha, Fatima, el y los ninos se establecieron en el piso superior mientras Hamid, para tranquilidad de su esposa, hacia suya la diminuta habitacion sobrante de la planta baja.

Desde la recta calle de los Barberos, cuya continuacion, donde se emplazaba un cuadro de la Virgen de los Dolores, estaba dedicada al caudillo musulman Almanzor por haber estado alli uno de sus palacios, se podia ver sin dificultad la torre de entrada a la catedral, el antiguo alminar, que sobresalia orgullosa por encima de los edificios. Con aquella referencia y una somera consulta a las estrellas desde el patio, Hamid calculo con precision la direccion de la quibla e hizo una inapreciable incision en la pared de su habitacion hacia la que dirigir sus oraciones.

Su salario en las caballerizas les permitia vivir sin estrecheces, pero no habria podido optar a esa casa de no haber sido por el precio reducido de la renta, obtenido gracias a la mediacion de don Julian ante el cabildo catedralicio. El sacerdote le agradecia asi su desinteresado esfuerzo en la copia de Coranes, cuyos beneficios entregaban todos directamente a la causa.

—Quien pierde la lengua arabiga pierde su ley —le recordo un dia don Julian en la intimidad de la biblioteca.

Aquella maxima invocada ya en la guerra de las Alpujarras se alzo como un objetivo prioritario para las diversas comunidades moriscas repartidas por todos los reinos espanoles, en contradiccion con el empeno por parte de los cristianos, generalmente esteril, de que los moriscos abandonasen el uso del arabe en su vida cotidiana. Los nobles de cualquiera de aquellos reinos, interesados en los miseros salarios que satisfacian a los moriscos, actuaban con lasitud ante el uso de la lengua arabe en sus tierras de senorio, pero los municipios, la Iglesia y la Inquisicion, por orden real, hicieron suya esa maxima y la convirtieron en una de sus banderas. Las aljamas reaccionaron y promovieron en secreto madrasas o escuelas coranicas, pero sobre todo, proveyeron a los musulmanes de los prohibidos y sacrilegos ejemplares del libro divino, por lo que a lo largo de toda Espana se desarrollo una red de copistas.

—Por fin los he conseguido —le dijo una noche don Julian, poniendo delante de Hernando, en la mesa en la que trabajaba, un pliego de papel virgen. Se hallaban solos en la biblioteca. Era tarde; hacia un par de horas que habian finalizado los oficios de completas y la catedral habia sido despejada de los variopintos personajes que la poblaban durante el dia, entre ellos los delincuentes que se acogian a sagrado y que pasaban las noches inmunes a la accion de la justicia ordinaria en las galerias del huerto de acceso, ya que los alguaciles no podian entrar en la iglesia a detenerlos. Hernando recreo las muchas y pintorescas situaciones que habia tenido oportunidad de contemplar, y sonrio al escuchar los correteos de los porteros en sus esfuerzos por expulsar del recinto sacro a algunos perros y, esa noche, incluso a un cerdo.

Antes de cogerlo, Hernando rozo con las yemas de los dedos

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