emperador y a los archiduques, el duque de Saboya y el duque de Mantua. Conforme establecia el rey en su orden, primero eligieron aquellos que debian ser enviados a Madrid para su uso personal y el del principe, y despues lo hicieron con los que debian ser objeto de regalo. Don Diego Lopez de Haro estuvo todo el dia en las caballerizas. Eligio y desecho animales; vacilo y cambio de opinion, dejandose aconsejar por los jinetes, entre ellos Hernando, acerca de cuales eran los mejores para el monarca.

—?Sabran conservar la raza? —dudo el morisco a la vista de un magnifico semental de cinco anos, altivo, de capa torda, que se movia elevando manos y pies con elegancia, y que el caballerizo escogio como uno de los que partirian hacia Austria.

—Seguro que si —contesto don Diego por delante de el, sin volverse, con la atencion puesta en el semental—. En aquella corte hay grandes jinetes y expertos en caballos. No me cabe duda de que a partir de estos sementales obtendran ejemplares que se convertiran en el orgullo de Viena.

?Realmente lo conseguirian?, se preguntaba Hernando cuando, sorprendido, se encontro con que la puerta de su casa estaba cerrada. En el mes de mayo y a aquellas horas solia hallarse abierta hasta la reja calada que daba al patio. ?Habria sucedido algo? Golpeo la puerta con fuerza, una y otra vez. La sonrisa de su esposa al recibirle le tranquilizo.

—?Por que...? —empezo a preguntar cuando ella volvio a atrancar la puerta.

Fatima se llevo un dedo a los labios y le rogo silencio. Luego lo acompano hasta el patio. Hamid habia quebrantado la estricta orden acerca del lugar en el que debian ser educados los ninos. Hernando habia exigido que esas lecciones tuvieran lugar en las habitaciones, para que nadie pudiera oirlos hablar en arabe. Pero, en su lugar, Hamid los habia llevado al patio, donde sentados en el suelo de la galeria sobre simples esteras, los ninos atendian al alfaqui ?mientras este trataba de ensenarles matematicas.

Fue a quejarse a su esposa, pero la encontro, otra vez, con el dedo cruzado en mitad de sus labios y se resigno al silencio.

—Hamid ha dicho —le explico ella entonces— que el agua es el origen de la vida. Que los ninos no aprenden en el interior de una habitacion mientras escuchan correr el agua fuera. Que necesitan el aroma de las flores, el contacto con la naturaleza para que gocen sus sentidos y asi aprender con facilidad.

Hernando suspiro y al volverse de nuevo se encontro con las tres criaturas que le observaban, sonrientes; Hamid lo hacia de reojo, como un nino grande.

—Y tiene razon —cedio—. No podemos privarlos del paraiso —afirmo. Tomo a Fatima de la mano y se acerco adonde se encontraban profesor y alumnos. Dia a dia Hamid recuperaba su caracter, y aquella muestra de rebeldia... en el fondo le satisfacia.

Saludo a sus hijos y a Shamir en arabe, y al oirlo, los propios ninos le instaron a que bajase la voz. Se sento en el espacio sobrante de la estera de Francisco y se volvio hacia Hamid.

—La paz —saludo asintiendo.

—La paz sea contigo, Ibn Hamid —le respondio el alfaqui.

Hasta que Aisha y Fatima tuvieron preparada la cena, Hernando se mantuvo en silencio. Escucho las explicaciones de Hamid y observo los progresos de los ninos. Shamir le recordaba a Brahim: arisco, inteligente, pero al contrario que su padre, con un gran corazon que demostraba en el cuidado de los menores. Francisco, el mayor de sus hijos, a

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