examinaban y corregian con carino, habia aprendido de memoria algunas de las suras del Coran, preceptos de la Suna y las profecias moriscas mas conocidas por la comunidad.

A diario, con su preciada toca blanca bordada tapandole el cabello, acudia a la compra y luego se distraia en lo que aparentemente no eran mas que inocentes reuniones de pequenos grupos de mujeres ociosas que chismorreaban en alguna de sus casas alrededor de una limonada.

A veces salia de la casa patio al tiempo que lo hacia Hernando, y los dos se entretenian en una larga despedida antes de separar sus caminos. Luego, como si se tratase de un juego, alguno de los dos volvia la cabeza y contemplaba con orgullo como el otro acudia a cumplir con una obligacion que Dios les imponia y su pueblo agradecia. Algunas veces coincidian en esa ultima mirada: sonreian y se apremiaban con casi imperceptibles gestos de las manos.

—Nosotras somos las llamadas a transmitir las leyes de nuestro pueblo a los ninos —exhortaba Fatima a las moriscas—. No podemos permitir que las olviden como pretenden los sacerdotes. Los hombres trabajan y regresan exhaustos a sus casas cuando sus hijos ya duermen. Ademas, un hijo nunca denunciara a su madre ante los cristianos.

Y ante reducidos grupos de mujeres atentas a sus palabras les recitaba una y otra vez alguno de los preceptos del Coran, que ellas repetian en murmullos, anadiendo despues la interpretacion que Hamid le proporcionaba.

Uno y otro dia, Fatima repetia sus ensenanzas a diferentes auditorios. Y siempre, despues de haber tratado algun precepto coranico, las mujeres le rogaban que les recitase un gufur o jofor, alguna de las profecias en las que confiaban, dictadas para su pueblo, para los musulmanes de al-Andalus que auguraban el regreso de sus costumbres, su cultura y sus leyes. ?Su victoria!

—Los turcos caminaran con sus ejercitos a Roma, y de los cristianos no escaparan sino los que tornaren a la ley del Profeta; los demas seran cautivos y muertos —recitaba entonces ella—. ?Entendeis? Ese dia ya ha llegado: los cristianos nos han vencido. ?Por que?

—Porque olvidamos a nuestro Dios —contesto abatida en una de las ocasiones una matrona ya mayor, conocedora de la profecia.

—Si —asevero Fatima—. Porque Cordoba se convirtio en lugar de vicio y pecado. Porque toda al-Andalus cayo en la soberbia de la herejia.

Muchas bajaban entonces la mirada. ?Y acaso no era cierto? ?Acaso no se habian relajado en el cumplimiento de sus obligaciones? Todos los moriscos se sentian culpables y aceptaban el castigo: la ocupacion de sus tierras por parte de los cristianos, la esclavitud y la ignominia.

—Pero no os preocupeis —trataba de animarlas Fatima—. La profecia continua; lo dice el libro divino: ?por ventura no habeis visto a los cristianos vencer en el cabo de la tierra, y despues de haber vencido, ser ellos vencidos en pocos dias? De Dios es este juicio; antes y despues fueron los creyentes gozosos en la victoria; El es el que ayuda a quien es servido, y no faltara de la promesa de Dios un punto.

Y poco a poco volvian a mirar a Fatima con el anhelo de la esperanza en sus rostros.

—?Debemos luchar! —les exigia—. ?No podemos resignarnos a la desgracia! Dios esta pendiente de nosotros. ?Las profecias se cumpliran!

Un atardecer de primavera Hernando regresaba cansado a su casa. Durante la jornada habian tenido que preparar el viaje de mas de cuarenta caballos al puerto de Cartagena, donde les esperaba una nave para trasladarlos a Genova y, de alli, a Austria. El rey Felipe habia decidido regalar aquellos soberbios ejemplares a su sobrino el

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