Damian era un bribonzuelo que Juan habia tenido que contratar para que le ayudase. Francisco y Shamir corrieron hacia la recua y los dos hombres quedaron frente a frente. Juan movio los labios sobre las encias, preparandose para hablar.

—Hay una persona, un cristiano nuevo de los vuestros, preguntando, investigando... —Hernando espero hasta que el mulero comprobo que nadie los escuchaba—... por el contrabando de hojas de papel.

—?Quien es?

—No lo se. A mi no se ha dirigido. Pero he oido que pregunto a un arriero.

—?Estas seguro?

—Muchacho, estoy al tanto de todo lo que entra y sale ilegalmente de Cordoba. Poco puedo hacer ya, mas que chismorrear y sacar tajada de aqui y alla.

Hernando echo mano de la bolsa y le entrego unas monedas. En esta ocasion Juan las admitio.

—?No van bien las cosas? —se intereso el morisco.

— Los ojos del senor engordan al caballo —empezo a recitar Juan haciendo un gesto despectivo hacia Damian—, y los lacayos y mozos, lo gastan y destruyen —finalizo el dicho—. Lo mismo vale para las mulas y ningun remedio me queda. Y en cuanto a trapichear. .. ?Hoy por hoy no podria ni alzar uno de los remos de La Virgen Cansada.

—Cuenta conmigo si necesitas algo.

—Mejor que te preocupes por ti, muchacho. Ese morisco, y supongo que tambien la Inquisicion, van detras de todos los que usais ese papel.

—?Usais? ?Como puedes suponer...?

—Sere viejo y estare debil, pero no soy idiota. Ni la Iglesia ni los escribanos tienen necesidad de entrar esas cantidades de papel de contrabando. Se rumorea que el papel es de baja calidad y viene de Valencia. El arriero al que pregunto el morisco era de alli, asi que tampoco se trata del que usan los hidalgos para escribir ni el editor para imprimir sus libros.

Hernando resoplo.

—?No podemos averiguar quien es ese morisco?

—Si algun dia vuelve el arriero de Valencia..., pero dudo que lo haga sabiendo que alguien hace preguntas inconvenientes. Si podeis encontrarlo alli en su tierra... Pero no pierdas un segundo —le aconsejo el mulero, apremiandole.

—?Ninos! —Grito Hernando echando el pie izquierdo al estribo y pasando con agilidad la pierna derecha por encima de la grupa—. Nos vamos. —Alzo a uno y otro hasta montarlos—. Si te enteras de algo mas... —anadio entonces hacia Juan. El mulero asintio con una sonrisa que dejo a la vista sus encias—. Azirat se ha puesto enfermo —dijo a Francisco ante las quejas del nino por no continuar el paseo. En sus costados, noto la presion de las manos de Shamir, como si no creyese aquella excusa dirigida al pequeno—. No querras que enferme mas todavia, ?verdad? —insistio, no obstante, tratando de calmar a Francisco.

En las caballerizas, mientras los ninos ayudaban al mozo a desembocar al caballo, Hernando advirtio a Abbas de lo sucedido; luego corrio hacia la calle de los Barberos.

—?No quiero ver una hoja de papel en esta casa! —ordeno a Fatima, a su madre y a Hamid, sobre todo a Hamid, senalandole con un dedo. Se reunieron lejos de los ninos, en una de las habitaciones superiores, y les explico acaloradamente lo que le habia

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