cinto, pero una voz conocida detuvo sus movimientos.
—?Tranquilos! Soy yo, Abbas. —Reconocieron al herrador, quien no se anduvo con rodeos—: Los familiares de la Inquisicion acaban de detener a Karim —anuncio—. Han registrado su casa y han encontrado un par de ejemplares del Coran y otros documentos, que han requisado, asi como la prensa, las cuchillas y los demas enseres que usaba para encuadernarlos.
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Se llamaba Cristobal Escandalet y habia emigrado a Cordoba desde Merida, junto a su mujer y tres hijos jovenes, hacia un par de anos. Era bunolero de profesion y recorria la ciudad ofreciendo los sabrosos dulces moriscos hechos con harina amasada y fritos en aceite: bunuelos de viento; bunuelos de jeringuilla, alargados, compactos y estriados o bunuelos banados en miel. Hamid localizo la casa en la que vivia hacinado con cuatro familias mas, en el humilde barrio de San Lorenzo, cerca de la puerta de Plasencia, en el extremo occidental de la ciudad.
Llevaba un par de dias siguiendolo. Estudio como hablaba y trataba con la gente, como se la ganaba haciendo gala de una considerable simpatia y capacidad para embaucar a los potenciales compradores de sus productos, ya se tratara de cristianos viejos, ya de cristianos nuevos. Rondaba los treinta anos; de estatura normal, enjuto y fibroso, se movia siempre con nervio, cargado con sus aparejos para freir los bunuelos. Hamid comprobo que tenia una sarten reluciente, y que la manga por la que salian los bunuelos era nueva.
—?El precio por traicionar a Karim! —exclamo, airado, observando a cierta distancia como Cristobal cantaba las excelencias de sus dulces en un dia de mercado, frente a la cruz del Rastro, donde la calle de la Feria se unia a la ribera del Guadalquivir.
Una mujer que pasaba por su lado se volvio hacia el, sorprendida. Hamid le sostuvo la mirada con frialdad y la mujer continuo su camino. Luego el alfaqui volvio a centrarse en el bunolero, en sus brazos nervudos y en su cuello enhiesto y fuerte. ?Debia cortar aquel cuello y debia hacerlo el, Hamid! ?Solo el podia hacerlo! Esa era la pena para el musulman que abandonaba su ley y, para Cristobal, no cabia la posibilidad de arrepentimiento: habia traicionado a sus hermanos en la fe. Sin embargo, ?como un anciano cojo, debil y desarmado podia ejecutar la sentencia a muerte que dicto tan pronto como tuvo conocimiento del nombre del traidor?
La detencion y confinamiento de Karim en la carcel de la Inquisicion, en el alcazar de los reyes cristianos, conmociono a la comunidad morisca de Cordoba. Durante dias no existio otro tema de conversacion entre sus miembros, algunos de los cuales sembraron la duda acerca de la identidad del traidor del respetado anciano. Muchos eran los que conocian las actividades de Karim: aquellos que vigilaban la casa durante las reuniones del consejo; los que compraban ejemplares del Coran, de las profecias, de los calendarios lunares o de los escritos de polemica y aquellos otros que aprovechaban sus salidas al campo a trabajar las tierras para llevar los libros fuera de Cordoba y distribuirlos por las demas aljamas del reino. La desconfianza anido en la comunidad y muchos fueron los que tuvieron que defender su inocencia ante miradas de soslayo o acusaciones directas. Para no originar mas recelos en la grey, los miembros del consejo decidieron no hacer publica la noticia de que habia sido precisamente un morisco quien pregunto al arriero valenciano, pero tampoco pudieron hacer nada por investigar de quien se trataba: Karim resultaba inaccesible en la carcel de la Suprema y su esposa, anciana y rota por lo acaecido, nada sabia al respecto, como le conto a Abbas cuando el herrador logro verla por fin despues de que los familiares de la Inquisicion hicieran cumplido inventario de los escasos bienes propiedad de Karim para requisarlos a favor del Santo Oficio.