tras el se vieron obligados a sortearlo. Apreto el libro contra su cuerpo, y simulando una indiferencia que en modo alguno sentia comprobo que la marlota lo tapaba. Observo como la riada de hombres vestidos con habitos negros y birretes confluia en la puerta del Arco de Bendiciones por la que se accedia al interior del recinto, y entonces lo decidio y dio media vuelta para escapar de alli. Ya se ocuparia de esconder el Coran en alguna otra...

—?Eh! —Hernando escucho la exclamacion a sus espaldas y confio que no fuera dirigida a el—. ?Tu! —Miro al frente y apreto el paso—. ?Detente! —Un sudor frio fluyo de repente y le recorrio la espalda. El inicio del arco de la puerta del Perdon estaba a solo...— ?Alto!

Dos porteros le salieron al paso y le impidieron continuar.

—?No oyes que te llama el inquisidor? —Hernando balbuceo una excusa y miro mas alla de la puerta, hacia la calle. Podia echar a correr y huir. Su mente trataba de decidir: ?escapar? Lo habrian reconocido y antes de que pudiera acudir a por Fatima y los ninos...—. ?Acaso no entiendes? —le grito el otro portero.

Hernando se volvio hacia el huerto. Un sacerdote delgado y altisimo le esperaba. Sabia que una de las canonjias del cabildo catedralicio estaba reservada a un representante de la Inquisicion. Dudo de nuevo. Percibio la respiracion de los porteros en su nuca y sin embargo..., el canonigo estaba solo, ningun familiar ni alguacil de la Suprema le acompanaba.

Se tranquilizo y respiro hondo.

—Padre —saludo con una inclinacion de cabeza tras recorrer la distancia que le separaba del inquisidor—. Disculpadme, pero nunca pude suponer que vuestra paternidad se dirigiera a mi, un simple...

El inquisidor le interrumpio y le ofrecio la mano, lacia, para que hiciera la pertinente genuflexion. Instintivamente fue a cogerla, pero el libro bajo su brazo derecho..., lo agarro por encima de la marlota con el izquierdo y se lo pego al pecho al tiempo que llegaba casi a arrodillarse para poder comprobar que nada se veia. El inquisidor le insto a levantarse. Hernando doblo la marlota sobre el brazo para impedir que pudiera ni siquiera notarse la presencia del libro. El sacerdote lo examino de arriba abajo. El apreto el Coran contra su pecho. ?Alli estaba contenida la revelacion divina! ?Ese libro era el que deberia estar en el interior de la mezquita, custodiado en el mihrab, en lugar de todos aquellos sacerdotes cristianos con sus canticos y sus imagenes! Una oleada de calor nacio de alli donde se alojaba el libro divino, junto a su corazon, para extenderse por todo su cuerpo. Se irguio y tenso sus musculos, y cuando el inquisidor puso fin a la inspeccion, se sentia fuerte, confiado en Dios y su palabra.

—Ayer —hablo el inquisidor con voz sibilante—, detuvimos a un hereje que se dedicaba a copiar, encuadernar y distribuir escritos difamatorios y contrarios a la doctrina de la Santa Madre Iglesia. No habra periodo de gracia para su confesion espontanea. Hoy mismo, dada la gravedad del caso y la necesidad de detener a sus posibles complices antes de que huyan, daremos inicio a los interrogatorios en la sede del tribunal. Los libros estan escritos en un arabe que nuestro traductor usual no llega a comprender del todo. El cabildo me ha proporcionado excelentes referencias tuyas, por lo que deberas presentarte alli a la hora de tercia para presenciar los interrogatorios y actuar como traductor de todos esos escritos.

Hernando se desinflo. La entereza desaparecio en el instante en que se imagino frente a Karim, presenciando su interrogatorio y quiza su tortura... ?mientras traducia lo que el mismo habia escrito!

—Yo... —trato de excusarse balbuceante—, tengo que

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