aquellos pliegos de papel demasiado satinado y de baja calidad que con tantas dificultades les arribaba desde Xativa.
Hernando se encogio en la dura silla de madera ante la aparicion de Karim en la sala del tribunal; sucio y desastrado, debil y encogido. ?Que pensaria el anciano? ?Quiza que era el el delator? No fue necesario mas que un instante, en que la mirada de Karim se poso en el, para convencerle de que tal posibilidad estaba muy lejos de la mente del anciano.
—?Te perdono! —exclamo Karim una vez en el centro de la sala, sin dirigirse a nadie en especial, interrumpiendo el inicio de la lectura por parte del notario.
Los inquisidores se irritaron.
—?Que tienes tu que perdonar, hereje? —solto uno de ellos.
Hernando hizo caso omiso de las imprecaciones que se sucedieron. Aquellas palabras iban dirigidas a el. ?Te perdono! Karim habia evitado mirar a nadie al pronunciarlas y habia hablado en singular. ?Te perdono! Hernando habia flaqueado al verlo entrar, pero luego se sobrepuso. Aquella misma manana se habia sentido fuerte con el Coran apretado contra su pecho; sin embargo, luego se habia sumido en la desesperacion al saber que tendria que presenciar el proceso contra Karim. Fatima, Aisha y un cabizbajo Hamid le habian asaltado a preguntas, a ninguna de las cuales fue capaz de responder. Y ahora Karim le perdonaba, comprometiendose a cargar con toda la responsabilidad.
A lo largo de la manana de ese dia, Karim respondio al interrogatorio de rigor.
—?Todos los cristianos! —indico ante la pregunta acerca de si tenia enemigos conocidos—. Aquellos que incumplieron el tratado de paz que firmaron vuestros reyes; los que nos insultan, nos maltratan y nos odian; los que nos roban nuestras cedulas para que nos detengan, los que nos impiden cumplir con nuestras leyes...
Luego, con voz tremula, Hernando tradujo parte del contenido de los libros, cuya tenencia tambien reconocio Karim a satisfaccion de los inquisidores. El anciano confeso: el mismo habia obtenido el papel y la tinta y el mismo los habia escrito. ?El y solo el era el responsable de todo!
—Podeis llevarme al quemadero —les reto, senalando con el indice a todos los presentes—. Nunca me reconciliare con vuestra Iglesia.
Hernando contuvo el llanto, consciente, no obstante, del ligero temblor de sus labios.
—?Perro hereje! —Estallo uno de los inquisidores—. ?Acaso crees que somos imbeciles? Nos consta que un viejo como tu no es capaz de hacer todo esto solo. Queremos saber quien te ha ayudado y quienes tienen los libros que faltan.
—Os he dicho que no hay nadie mas —aseguro Karim.
Hernando lo vio solo, en pie, en el centro de la gran sala, enfrentado al tribunal: un espiritu inmenso en un cuerpo pequeno. En verdad no habia nadie mas; nadie mas era necesario, penso entonces, para defender al Profeta y al unico Dios.
—Si que los hay. —La afirmacion, cortante pero serena, surgio de la voz silbante del canonigo catedralicio—. Y nos diras sus nombres. —Sus ultimas palabras flotaron en el aire antes de que el mismo inquisidor ordenase la suspension del acto hasta el dia siguiente.
Aquella tarde Hernando no acudio a las caballerizas. Despues de que los alguaciles se llevaran a Karim y los inquisidores abandonaran sus mesas,