intento excusar su presencia para la sesion del dia siguiente: ya habia traducido parte de los documentos y ademas, los coranes estaban interlineados en aljamiado.
—Por eso mismo —se opuso el canonigo—. Ignoramos si esas traducciones interlineadas son correctas o no son mas que otra estratagema para confundirnos. Estaras con nosotros durante todo el proceso.
Y lo despidio con un displicente gesto de la mano.
Hernando no comio ni ceno. Ni siquiera hablo. Se encerro en su habitacion y, en direccion a la quibla, oro lo que restaba del dia y parte de la noche hasta caer exhausto.
Nadie le interrumpio ni le molesto; las mujeres mantuvieron a los ninos en silencio.
A tercias del siguiente dia, Hernando no fue acompanado a la sala del secreto. Desde el mismo pasillo que llevaba al tribunal descendieron por unas escaleras hasta unas bovedas sin ventanas en las que ya se hallaban presentes los inquisidores. Siseaban entre ellos, dispuestos en corro alrededor de los mas variados instrumentos de tortura: maromas que colgaban del techo, un potro, y mil y un crueles artilugios de hierro para rasgar, inmovilizar o desmembrar a los reos.
El hedor que se respiraba en el interior de la estancia, calido y pegajoso, se hacia insoportable. Hernando reprimio una arcada a la vista de todos aquellos macabros utiles.
—Sientate alli y espera —le ordeno el canonigo senalandole una mesa cercana, donde ya se hallaban dispuestos los Coranes y los legajos del notario, quien a su vez charlaba con inquisidores, medico y verdugo.
—Es demasiado viejo —oyo que comentaba uno de los inquisidores—. Debemos ir con cuidado.
—No os preocupeis —asevero el verdugo, un hombre calvo y fornido—. Cuidare de el —ironizo.
Algunos sonrieron.
Hernando se obligo a apartar la mirada de aquel grupo de hombres, y habria deseado poder cerrar tambien sus oidos. Poso los ojos sobre la mesa, en los legajos del notario. «Mateo Hernandez, cristiano nuevo moro», rezaba la primera pagina escrita con la pulcra caligrafia del notario de la Inquisicion. Luego seguia la descripcion de la fecha, lugar, y de los hechos en los que se fundamentaba la incoacion del proceso, la relacion de los inquisidores presentes hasta que, en la ultima linea de aquella primera pagina, podia leerse:
Ahi terminaba la ultima linea de la primera pagina. Hernando levanto la cabeza hacia los inquisidores: continuaban charlando a la espera de que les trajesen al reo. ?Veintitres de enero! De eso hacia mas de un mes. ?Quien era aquel que habia comparecido ante el inquisidor hacia mas de un mes y cuya denuncia habia originado el proceso? Solo podia ser... De repente se hizo el silencio y Karim entro en la sala de torturas acompanado de dos alguaciles. En el preciso instante en que los inquisidores desviaban su atencion hacia el reo, Hernando paso la pagina. Una simple ojeada le basto: Cristobal Escandalet. Con los punos cerrados, aguanto el impulso de comprobar si alguien se habia percatado de su accion y espero a que el notario tomase asiento a su lado.
Cristobal Escandalet, mascullaba Hernando como si quisiera